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Revista Literaria AZUL@RTE

VENEZUELA

Omar REQUENA

Omar REQUENA

Omar REQUENA nació en Caracas en 1972. Vive actualmente en Ocumare del Tuy, la primera capital estatal mirandina. Cursó estudios de Derecho y Artes Visuales en la misma ciudad. Actualmente inicia el segundo semestre de Comunicación Social en la U.B.V. (Universidad Bolivariana de Venezuela) Tiene inéditos un poemario y una colección de piezas breves para teatro. Trabaja actualmente en su primer libro de relatos.

E-mail : omarrequena@yahoo.es   

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Historia intima

A Blanca Libia Herrera Chávez  

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Una amiga me ha contado por carta que posee un método muy singular para medir la calidad de sus días, y así saber si éstos han sido amables con ella o no. Todas las noches al llegar a casa, se sienta en el borde de la cama y abre su blusa con manos veloces; luego saca el corazón tibio y lo coloca en un vaso con agua, a la que previamente ha añadido unas gotas de alcanfor. Ocurre entonces un curioso fenómeno: el líquido toma una coloratura según los vaivenes y altibajos de sus deseos, expectativas, de sus renuncias y silencios. Verdes, azules, naranjas, leonados, violetas, son algunos de los matices que ve pasar mi amiga frente a sus ojos como franjas vertiginosas o corpúsculos que estallan lentamente, pesadamente, igual a pequeños planetas que han decidido metamorfosearse en amebas. Es un ritual privado, tranquilo, del cual obviamente he recibido ya mucho al conocer de su existencia; mi amiga es reservada en cuanto a su intimidad, y no suele hacer confidencias de buenas a primeras.  Sobre todo considerando el peso absurdo de las horas, la mancha de mar que nos separa. 

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Sin embargo las preguntas están ahí, en puntas de pié, como niños untados de curiosidad. Inevitables. Y las ganas tremendas que tengo muchas veces de averiguar si el agua del vaso se ha enturbiado tanto que la asusta hasta las lágrimas o si, en cambio, existen días tan ligeros para ella que los tonos sean igualmente leves y dulzones... si su corazón tibio posee olor y sabor, si tiene ojos para mirarla igual.    

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EXAGERACIONES 

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Otra leyenda refiere a Papini, harto de libros, decidido a irse a la selva con los monos. La cosa marcha bien al inicio: fruta abundantìsima y los aguaceros constantes logran diluir el recuerdo del tráfago en la calle Guerrazzi No. 10. Papini cree haber encontrado su lugar. Un día, sin embargo, sobreviene aquel mal –tan bien conocido- Papini toma la hoja de una bromelia y escribe en ella una larga reflexión que no se cuida luego de destruir. Los monos, por su parte, temieron siempre lo peor. 

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En un mes había sobrepasado, en proporción de dos volúmenes a uno, a la mayor biblioteca de Florencia.

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Ilustración: Siegfreid WOLDHEK

http://www.woldhek.nl/index.asp

Omar REQUENA

Omar REQUENA

 

Omar REQUENA nació en Caracas en 1972. Vive actualmente en Ocumare del Tuy, la primera capital estatal mirandina. Cursó estudios de Derecho y Artes Visuales en la misma ciudad. Actualmente inicia el segundo semestre de Comunicación Social en la U.B.V. (Universidad Bolivariana de Venezuela) Tiene inéditos un poemario y una colección de piezas breves para teatro. Trabaja actualmente en su primer libro de relatos.

E-mail : omarrequena@yahoo.es   

VALLE VERDE

A B. K. en donde esté.

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1

Carmen vuelve a contarme de su vida en Panamá, de las calurosas tardes de póquer y vodka helado que servían criados dominicanos; de su sangre... cóctel sefardí, portugués y canario; me cuenta del marido libanés y loco que la persiguió dos años con un cuchillo escondido en un maletín luego del divorcio porque lo carcomían los celos; de la única manera (sensata) en que logró quitárselo de encima: llevándolo a la cama. Me habla de amistad, de las tentaciones, del tiempo compartido, del calor, del lastre que se le deja a la memoria para que no flote, o muestre apenas su joroba tantas veces manchada por absurdos.

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2

El libanés tiene cara de niño dócil y reconcentrado, no combina con la desenvuelta Carmen que le abraza desde atrás; una fotografía de hace quince años. Quince años. Miro mi vaso de whisky sin hielo. Carmen y yo bebemos desde poco más del mediodía. Bien mirado, ni tan mala es la combinación del calor con el mareo; tiene su misticismo. Como ciertos instantes raros, en ciertos días raros.

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3

Más fotos movidas... todas, de gente desconocida, elegantísima, congelada en algún rincón de Key West o de Miami para siempre. Seres que te hablaban con familiaridad de los Carnavales de Bahía y de Venecia, con sonrisas bellas y perfectas. Anfitriones glamorosos que esnifaban cocaína para aguantar la farra, para vivir momentos de sexo sublime como pasaba con el doctor Larralde. Aquí está su foto. Un hombre alto, impecable. A Carmen le brillan los ojos recordando eventos que no me confía, que se reserva solamente para ella. Yo la entiendo. Iré por agua a la cocina.

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4

Carmen enciende un cigarrillo y le da una larguísima chupada. Luego toma la foto del doctor y le conversa:
- Eras el hombre más especial, bello y sensible que conocí. Mi amigo, mi protector, mi confidente. Mi trofeo.

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5

Una cosa es cierta; ese último lance con Tribilín la ha dejado hecha mierda, Carmen ya no cree ni en su propia sombra. Hundida, se cuelga por horas al teléfono para contarme de los sueños que tiene con sus ocho gatos. En el último, le cagaban toda la salita y al ir a levantar aquello, eran pedazos de oro sólido. Una cosa bellísima, según ella. Le ha dado por la cartomancia; insiste en leerme el futuro que a la postre, es solo una palabra para mí.

Futuro, Runas vikingas, terapias de renacimiento, visualizaciones... libritos de Coelho y de Deepak Chopra con su montón de soluciones obvias. Si la gente supiera la verdad. Y ese Tribilín es un tarado que ahora fuma hierba y se deja coger por camioneros; en eso terminó aquél romance de caricatura. Pero ni una palabra de esto último a Carmen. No vale la pena. Se decepcionaría.

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6

Subí, por la promesa del whisky y la excusa del cumpleaños a Valle Verde. Carmen quiere que lea cosas de mi cuaderno de notas, mis "chismes", lo llama cariñosamente. "Un día te van a sacar del pueblo a pedradas, muchachito". Yo digo amén y toco madera, ella ríe de buena gana en mucho rato. Eso nos distrae unas horas del vaho de los álbumes de fotos. Pero luego vuelve a lo mismo: quiere un relato sobre ella, desea que hable sobre sus fotos, que sobre todo no la deje disolverse entre tantos recuerdos que ya no le pertenecen: ahora son de otra mujer, mucho más joven que la vida zarandea de aquí para allá, como una polilla ciega. "Porque, ¿sabes? el futuro... el futuro no existe, Carmen. Porque el dinero... mira, sin plata no hay futuro, así que no nos preocupemos de eso... Entonces reinvéntame, coño... te exijo que me reinventes. Carmen, estás borracha ya. Mira, las lágrimas te están arruinando el maquillaje".

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7

A la cocina de nuevo, mi whisky necesita hielo. Es de noche. Si lloviera, refrescaría un poco del calor aquí dentro, que ya se ha vuelto insoportable.Carmen pregunta desde la salita si continúa siendo una mujer hermosa. Abro el grifo del lavaplatos y dejo que el ruido del agua coloque un razonable paréntesis. Hay que hacer algunas consideraciones, medir las palabras. Sopesarlas.

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8

A ver... yo solo pienso en acabar la botella y pedir un taxi para marcharme. No sé, de pronto se me ocurre una respuesta que no le haga daño. O quizá sea mejor responderle con sinceridad.

(Julio-2005.)  

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Ilustración : DESSON

http://www.webstergalleries.com/chiasson.htm

Omar REQUENA

Omar REQUENA

  

Omar REQUENA nació en Caracas en 1972. Vive actualmente en Ocumare del Tuy, la primera capital estatal mirandina. Cursó estudios de Derecho y Artes Visuales en la misma ciudad. Actualmente inicia el segundo semestre de Comunicación Social en la U.B.V. (Universidad Bolivariana de Venezuela) Tiene inéditos un poemario y una colección de piezas breves para teatro. Trabaja actualmente en su primer libro de relatos.

E-mail : omarrequena@yahoo.es     

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LOS BUENOS OFICIOS 

« ¡Oh, mediocritas!» PìoGil   

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01 

A despecho de una belleza pobre… talento, capacidad e inteligencia. He sabido moverme. No podía esperarse menos de esta hija de cesteiros galegos. Mis padres hicieron suyo este rincón tuyero a fuerza de labor y un cariño que tomé yo por enseñanza y heredad; me toca el perpetuarlo en mis hijos, en mis nietos, para que arraigue y jamás se pierda. Mas ahora cuando el pueblo da señas de diluirse en otros tiempos. Así parece, camarita, pero no me preocupa demasiado; no creo irreparable tanto estropicio. Para nada debemos perder la fe. Ocumare sabe ser bueno con quienes lo aman a viva voz. Aquellos que siempre están dispuestos al gesto apasionado de la pertenencia son recompensados con esa tranquilidad de pueblo quedado en el sueño, como debió ser antes del primer grito humano, mucho antes inclusive de los propios Quiriquires u “hombres de hombres”. Esa quietud, ese verde que te inunda el ánimo, lo reconozco, es privilegio de unos pocos escogidos.   

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02 

Amurallada en mi casa te lo puedo decir: a este Ocumare lo levantamos nosotros, desde abajo, con tesón incuestionable. Un trabajo de base. Nuestra leal militancia, hoy invisible, que por entonces llenaba plazas y calles; la tolda política verdaderamente popular, democrática. Legitimados por un liderazgo recio, valiente, que sobrellevó penurias y clandestinidad. “Tíos cojonudos”, solía decir papá. Como no enamorarme entonces de la lucha social; esa fuerza bullía en mis genes desde siempre y me enganché con ellos. Si duré poco en la juventud del partido, pasando en un tris a mayores responsabilidades, no fue por alimentar un ego político que recién rompía el cascarón, no… la misión, el norte, era servir al otro, apuntalando un proceso. Refúndanlo un país.Qué pena que mis palabras te suenen a cliché, camarita.   

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03 

Esos muchachitos que ves por ahí, dando lecos por el gobierno; esa gente que recién ahora te habla de “neoliberalismo” y encuentra reaccionarios hasta en la sopa, descubrieron el agua tibia hace dos minutos. Y, créeme, se están ahogando en ella. La Revolución es una larga lucha, es acción sostenida, es vida, como dijo el doctor Piñerùa Ordaz. Hombre serio, honesto. De haber sido presidente alguna vez no le harían tanta burla los exquisitos, los que se pasan de inteligentes. Yo, le conocí en persona y puedo dar fe de su integridad. ¿O no es genial eso de “La Universidad de la Vida”?  ¿No tiene acaso su profundidad filosófica?  

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04 

Insisto: Ocumare somos nosotros, pioneros y padres de la criatura. En mis tiempos organicé reuniones; hasta me escondí de la Seguridad Nacional. ¡Hombre, si es que un mártir como Leonardo Ruiz Pineda, solo pudo estar unido a nosotros! ¿Ah, que por sus muchas actividades terminó de cornudo, que dicen por ahí que el propio partido lo asesino por la espalda, y no los funcionarios de Pedro Estrada? Esos son chismes de esbirros, camarita, no se crea todo lo que en sus libros lee. La derecha suele soltar esas “conchitas de mango” históricas, para que usted mismo resbale y se pegue solito. A ver… ¿quién es ese Argenis Rodríguez que citas y citas, dónde está su obra? ¿Más de veinte libros? ¿Ah, fue guerrillero? Con razón. No es extraño que haya retratado tan crudamente nuestra contemporaneidad política. ¿Con cuál bando está cuadrado ahora el señor ése? ¿Independiente, socialista?  Caramba, no lo sabía. Igual es una pena el que se haya matado años atrás.   

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05 

Cierto, fui asesora de Manuel Garcès durante su gestión municipal. Un cargo que me gané por capacidad. También hice mis pinitos con eso tan cacareado ahora de “la contraloría social”. Ya ves que esa gente solo retoma y desempolva iniciativas suspendidas en el limbo de la letra muerta, esa que es linda para discursos y consignas. Ok, ok… sé bien que nos divorciamos de las bases; al olvidarnos de la gente que nos mantenía en el poder, firmamos nuestra sentencia. Pero no morimos: hay cantidad de cadáveres todavía en sus dos patas, figurando por ahí. ¿Que no lo crees?   

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06 

No me quieren porque proclamo la plena vigencia de la democracia representativa; lo conveniente que es para unos cuantos “revolucionarios” poderosos. Pasará mucha agua bajo el puente antes de lograr una verdadera soberanía popular. No me pasan porque acostumbro a decir lo que pienso, y a decir la verdad. Me han echado de cada partido nuevo por saber quién es quién en mi Ocumare (sí, porque es mío, solo mío) así digan que yo fui amante de Manuel Garcès y me enriquecí a fuerza de propiedades, que malversé fondos públicos. Ninguno de esos buitres que me acusan puede probar nada.   

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07 

Yo camino de mano de mis nietos por el pueblo, orgullosos y altivos, sabiendo que soy señalada en cualquier esquina. Hay mujeres que hasta se espantan de verme: ayer no más militaban en el partido. Lo que saben me lo deben. Hoy, reniegan y se tiñen el alma y la conciencia de otro color, avergonzadas de su escuela vital. Hipócritas. Sinvergüenzas.   

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08 

Pero creo en el país. Leo a Bolívar, nuestro padre y primera víctima. Mira que esta tierra es implacable con quienes le sirven desprendidamente; se alimenta de ese amor y luego arroja el carapacho inútil, vacío. Quedas para olvido o la historia, que viene a ser lo mismo.  Solo el Bolívar que asume poderes dictatoriales en sus últimos años pudo hacer algo decente por Venezuela. Como también cierto Rómulo Betancourt de 1945. Opinión estrictamente personal.   

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09 

¿El comandante-presidente hará otro tanto, movido por las circunstancias? Pues mira, hay una nueva oligarquía que busca acapararlo todo; lo comentamos con preocupación creciente en la junta militar civil. Planificamos acciones y estrategias urgentes. Estamos con el presidente, no con su entorno. Sabemos que es revolucionario hasta la médula. Debemos salvar el proceso de fariseos y advenedizos, que pululan por doquier.   

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10 

No abjuro de mi pasado político, entiende. Únicamente he sabido moverme. Mujer hermosa no fui, pero sí codiciada por mi habilidad e inteligencia. Salgo poco de casa y nunca falta un plato de comida caliente en mi mesa. Ello, sin mendigarle a nadie.  

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11 

¿Quieres trabajar? Pues asiste a las reuniones del Frente. Eso sí, discreción total –guarda esos papeles y notas- y compromiso absoluto con la causa, el verdadero proceso. ¿Te atreves? O puedes acercarte a la Alcaldía, llevando contigo esta sugerencia: grita que eres cualquier vaina, menos revolucionario; a lo mejor y hasta te hacen caso, por qué no. En ese lugar queda al pelo aquello de “ya nada es lo mismo, todo sigue igual”. 

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Ilustración: Steve Adamshttp://adamsillustration.com/

Carlos YUSTI

Carlos YUSTI

 

Carlos Yusti, 1959, Valencia, Venezuela, pintor y escritor. Ha publicado los libros de ensayos "Vírgenes necias", "De Ciertos Peces Voladores", "Pocaterra y su mundo". Tiene inédito los libros "La mirada impertinente", textos sobre artes visuales y "Perdido en la biblioteca del Capitán Nemo". Como pintor ha realizado 28 exposiciones individuales. Está realizando la exposición "COLOR A RAJATABLA" en el núcleo de Universidad de Guayana. Sus artículos se publican en la actualidad en el suplemento cultural de Últimas Noticias, El Correo del Caroní y en LETRA INVERSA suplemento cultural del diario NOTI-TARDE. Dirige la página de arte y literatura.

E-mail: carlosyusti@cantv.net   

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FRACASO Y POESÍA

Carlos Yusti

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En la cultura japonesa parecen existir dos constantes estrechamente relacionadas: la poesía breve, representada por una forma poética conocida como Haiku, y el Seppuku, que es él termino chino utilizado para designar lo que se conoce como hara-kiri.

La poesía japonesa ha captado el interés de infinidad poetas occidentales, quienes se sienten sugestionados por la economía de medios lingüísticos empleados en el poema para expresar hondos sentimientos y perdurables metáforas unidas a la naturaleza y la existencia ausente de toda suntuosidad, tanto material como espiritual. Reynaldo Pérez Só ha escrito con justa razón: “Cuando hablamos y pensamos sobre la poesía japonesa, una imagen, un lugar común se nos muestra: la poesía japonesa es muy corta, concentrada. Realmente, no es cierto, pues nos limitamos a las traducciones occidentales”. Acotaba así Pérez Só que era imposible intentar traducir las representaciones pictográficas (ideogramas, kanjis) con los cuales se escribe la poesía japonesa y que enlaza, desde lo estético-visual, al lector con el poema en un más allá del poema como mero transmisor de palabras y metáforas.

El Haiku nació en el oriente, no obstante se desarrolló con gran vigor en el Japón. No se conoce el período, ni la época en que surge como género literario. Muchos estudiosos coinciden en que el Haiku se desprende de otra forma poética conocida como Tanka, o Renga, que era un poema compuesto por cinco versos divididos en cinco estrofas manteniendo una estructura de 5,7,5,7,7, sílabas. En el Haiku se simplifica mucho más el lenguaje quedando conformado por tres versos de 5,7,5 sílabas. El Haiku más que una actividad intelectual es una operación del espíritu que intenta entrelazar, desde la emoción, la naturaleza a nuestra existencia, razón por la cual se le denomina en algunos estudios críticos como poesía de estaciones:

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Recogiendo hacia el mar
Las lluvias de mayo, corre fresco
el río Nogami
(Basho)
* * *

Lluvia de verano:
Miles de palabras
Sin sacar mi pluma
(Busón)
* * *

Yo que me voy
tú que té quedas:
Dos otoños
(Shiki).

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El Haiku es una poética que enuncia un estado superior del alma, donde el poder y todas esas cuestiones en apariencia importantes son efímeras ante el prodigio de la naturaleza:

*

Las luces del palacio
Son más débiles
Esta noche de nieve
(Shiki)

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Un ensayo de Marguerite Yourcenar, del cual hemos tomado algunos datos, ofrece noticias acerca de Ivan Morris y sus estudios acerca de esos aspectos de violenta heroicidad que impregnan de poéticos aromas el alma japonesa.

El suicidio en Japón, a diferencia de occidente, posee más connotaciones de acto heroico que de hecho trágico. El suicidio busca, para emplear una frase de Morris, brindarle nobleza al fracaso, intenta proporcionarle osatura trascendental al intento fallido, a la empresa fracasada. Para aclarar un poco todo esto se hace necesario citar algunos ejemplos.

El emperador Takeru le consigna la misión a su hijo, el príncipe Yamato Takeru, de pacificar ciertas regiones que le eran hostiles, donde la revuelta y el asesinato estaban en incontrolable efervescencia. Dicha misión no era más que una manera indirecta empleada por el emperador para eliminar a su hijo, inteligente y de noble corazón, quien poco a poco se había convertido en un obstáculo para su desmedida ambición de poder.

Los hombres que acompañan al príncipe Takeru son derrotados. El príncipe huye a un bosque de pinos, pero luego entiende que su último recurso es el Seppuku. Antes de morir murmura:

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¡Oh, pino solitario!
¡Oh, hermano mío!

*

En el siglo X el gobierno de la época Heian sentenciaba al exilio a Michizane, político de peligrosas convicciones políticas. La medida estatal fue efectiva. Michizane alejado de su tierra moriría de nostalgia. En un breve texto poético evoca toda su desolación, toda su aflicción por los árboles de su hermoso jardín, los cuales se había visto en la obligación de abandonar:

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Si el viento del Oeste sopla hacia mí,
¡Oh, flores del ciruelo
enviadme vuestro perfume!
No olvidéis la primavera
Aunque vuestro amo ya no esté ahí...

*

En el siglo 19, el ilustre Saigo, que iba a causarse mortales heridas en el vientre, luego de ser el artífice de una revuelta campesina que tuvo un pavoroso final. Saigo mirando, con lágrimas en los ojos, el campo inundado de cadáveres se vuelve hacia la naturaleza y esquivando por un instante el horror exclama:

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Soy indiferente al frío de invierno
Los corazones helados de los hombres son
los que me causan temor
Sé que pronto llegará mi fin:
¡Que júbilo morir como las resplandecientes hojas que caen en Tatsuta
Antes de que las lluvias de otoño le arranquen su fulgor!

*

En el siglo 20 el ejemplo más pavoroso fue protagonizado por los jóvenes kamikazes, pilotos suicidas en la Segunda Guerra, quienes estrellaban sus aviones contra los barcos enemigos. Dichos pilotos con la convicción de que no regresarían vivos siempre dejaban una nota de partida. En 1945, un joven de apenas 22 años, con serena claridad escribió:

*

Si por lo menos pudiéramos caer
como las flores del cerezo
tan puras, tan luminosas...

*

Días después del estallido de la bomba en Hiroshima, el viejo almirante Onishi, responsable de toda la tragedia kamikaze, se hace el Seppuku y luego de una agonía terrible de horas (se había negado que le propinaran el golpe de gracia) deja su último poema:

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Límpida y fresca brilla la luna
tras la espantosa tormenta...

*

Marguerite Yourcenar ha escrito con precisa inteligencia: “...el heroísmo samurai se une en estos sentimientos del trágico conocimiento de la vida que conduce a la poesía y al sacrificio al mismo tiempo”.Todo hombre, o toda mujer, en determinado punto de su existencia se enfrenta a la sombra del fracaso. Caer y volverse a levantar parece ser la actitud de los espíritus situados más acá de la poesía y el suicidio. Convertir fracasos en éxitos es la postura de quien se sabe moldeado en la constancia, no obstante no deja de ser una subrayada lección esa de darle profundidad estética y honorabilidad al fracaso. Además todas las causas perdidas tienen en el fondo algo de sublime poética.

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Leer más de Carlos Yusti : http://www.elboligrafo.com/buscador.php

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Omar REQUENA

Omar REQUENA

  

Omar REQUENA nació en Caracas en 1972. Vive actualmente en Ocumare del Tuy, la primera capital estatal mirandina. Cursó estudios de Derecho y Artes Visuales en la misma ciudad. Actualmente inicia el segundo semestre de Comunicación Social en la U.B.V. (Universidad Bolivariana de Venezuela) Tiene inéditos un poemario y una colección de piezas breves para teatro. Trabaja actualmente en su primer libro de relatos.

E-mail : omarrequena@yahoo.es   

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SOLES  

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A una señal desconocida se atenuaron las luces y cambió la música. Era como empezar a mirarlo todo a través de un cristal enorme y opaco: cuerpos desparramándose aquí, allá, entremezclados; hombres de cuatro brazos mujeres de seis piernas y bocas que les brotaban de cualquier parte, y se buscaban y se mordían con fruición unas a otras. Tacones en mano me levanté de la alfombra; la melodía, la penumbra y los martinis estallaron al unísono en mi cerebro. Mareada, solo atiné a recostarme de una pared. Fue como estar a punto de andar sobre la plancha pirata con las manos atadas a la espalda, para nada una sensación agradable. Tuve miedo. Tuve náuseas también. 

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Nani se había esfumado después de los videos. No sé, llega un momento en el cual te cansas y quedas en blanco luego de tanto mirar esas cosas; incluso pierdes respeto por ese parapeto de vida más o menos respetable de ciertas personas... los miras como títeres movidos por una mano ávida y enfermiza. No obstante eso, Nani y yo formábamos parte del festín... era la única opción. Buen servicio, discreción, nos repetían al infinito en la agencia. A Gregorio se le importaba un pito el atolondramiento de Nani, su primer intento de suicidio del que la rescaté a tiempo, o mis propios naufragios, mi cada vez mayor desgano por todo. Próximamente eran sus vacaciones en Cerdeña y las chicas debían aportar un extra, por el dinero y porque este paisito era una trampa, una maldita trampa... Recordarlo siempre a la hora de pensar en los beneficios, y las ventajas que no existían en ninguna otra parte. 

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Antes de bajar del taxi, besé a Nani. Era nuestra cábala para la buena suerte. ¿Dónde estaría? Me había dicho que incluso el mismísimo Gobernador estaría en la casa, pero no en compañía femenina precisamente. Quien lo diría. 

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Busqué un baño. Tropezaba cuerpos desconocidos en los rincones, sin rostros ni sexos. Algunos me llamaban directamente al centro de mi cabeza, podía sentir el cosquilleo en las sienes, el olor de sus voces trepándose a mis rodillas. Sacudí las piernas, pero aquello no se iba, y entonces relampaguearon los flashes. Me sujetaron con fuerza, rasgaron mis ropas y un dedo enorme se abrió paso por mi sexo no lubricado... Era eso, los soles visitaban la casona. Ya nunca más sería de noche. "Sonríe, cariño", me dijeron, "deja que la luz te traspase".  

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Entonces cerré los ojos para disfrazarme.

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Omar REQUENA

Omar REQUENA

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SILLA DE MIMBRE 

In memoriam J.S.M.  

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A duras penas se abre paso hasta la silla de mimbre. Ya no se fija, al sentarse, en lo deshilachado de sus bordes ni en lo grasiento de esas fibras que antes mostraron el brilloso colorido de las cosas nuevas; si lo han sostenido tantos dìas, sin romperse, otro montòn de años màs no serìa problema. Total, el tiempo, puede decirse, lo ha ido aligerando de peso; lo aliviò ya de piel, músculos y grasa. El hombre piensa de pronto en sus recuerdos y resuelve que no son mucha carga para una silla vieja, al contrario, son ellos el soporte, la fuerza viva que la mantiene en pie. El dìa en que deje de recordar y de pensar, se desplomarà en el suelo polvoriento del patio. Serà un objeto màs entre tanta chatarra y desperdicios, y no habrà llovizna de peces o desove de Dios en el techo, que lo salve de eso que ya se unta a las paredes, a la entrada de la casa. Oh, vecchio mestiere.  

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Okum, es la voz caribe (kariña) con que se designaba a este rincòn del Tuy, y del que lògicamente deriva su nombre actual: Ocumare del Tuy. 

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OKUM

         

Entre brumas de borrachera... levantarse del pasto y, de cara al pueblo (allà las tìmidas lucecitas que suelen disfrazarlo tan bien) alzas los brazos, apuntalando bien el cielo en prevención de que no se nos caiga encima. Eso en primer lugar. Luego, cuando seguir el ritual es seguro, desenfundas, sujetas con toda la firmeza posible, y la Walter ppk dispara entonces los siete tiros de rabia contra el imposible animal, indiferente y adormilado; aunque bien sabes que jamás fenece, que irónicamente eres tù quien muere lentísimo, desengañado por los alfilerazos que la lucidez te devuelve.  

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Ilustracion :  Alen Lauzán Falcón

http://www.lauzan.com/home_lauzan.htm 

Omar REQUENA

Omar REQUENA    

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LOS PENITENTES  

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“El alma es la parte más fatigada del cuerpo”

Paul Bowles    

01  

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Ignacio, luego de encender el cigarrillo respectivo y vigilar que el vaso frente a él permanezca lleno de ron y coca cola, se arrellana entre los brazos de la ruidosa poltrona de semicuero café que resopla y cruje a pesar del menguado peso que abandonan sobre su vientre, esos huesos melancólicos.

Frente al madrileño, Thaìs deja salir bocanadas de silencio. Siente como el sueño y el cansancio se agitan dentro de ella. Una lucha torpe que no decide nada. Mejor, lo menos que desea a estas alturas es dormir, y menos con Ignacio allí, tumbado, los huesudos pies embutidos en sus viejos mocasines italianos, moviéndose inquietos, como pensando. Tal vez queriendo huir y dejar atrás el magro cuerpo que les ha tocado en suerte. El calor, por su parte, hace de las suyas abrillantando sus rostros con gruesas gotas de sudor que secan con pañuelos ya sucios y húmedos.

Tres de la mañana. El disco de Georges Moustaki, termina de sonar por la cara ˝A˝ y, abruptamente, el bracito mecánico levanta su aguja y regresa para comenzar nuevamente.

Solo cuando salta el chisporroteo de la estática, a través de las cornetas, notan que todo ha vuelto al inicio.

- Joder, como adoro ese ruidito - dice Ignacio.

- Todavía no me has contado nada - le reprocha Thaìs, mirándose en el fondo de su trago. -Y eso que, según tu, hay al menos un mínimo de confianza.

Pero el madrileño no la escucha׃

-… es parecido a cuando se desdobla una hoja de papel cebolla. Son magnificas para dibujar, para calcar cuando no se tiene demasiado talento. La estática de un acetato es un ruido metafísico… yo diría que, congela el tiempo en un lugar determinado. Lo hace flotar sobre nosotros. Al contrario de los reproductores de CD que son veloces y fríos, casi se conducen solos. No nos necesitan.

- Bah… pero el sonido es inmejorable - responde Thaìs.

- Puede ser, puede ser… Yo he oído long play en perfectas condiciones, que suenan cojonudamente. Tanto, como un aparatito de esos que ni siquiera pesan lo suficiente como para ser tomados en serio.

- Eres un anticuado - dice Thaìs - y además estas algo borracho. Pero no importa, me agrada. Hacía mucho que no bebía ron, con lo que me gustan las cuba libre. ¿Por cierto… donde está Fermincito? El es quien me los ha servido, y la verdad que los prepara riquísimos. Debe haberse dormido.

- Ese tío no se anda con melindres, a la hora de echarse a sobar. ¡Joder! Es como si le hubieran hecho sus padres, con el sueño acumulado de una semana…

- Pobrecito, estará cansado. Me dijo que madrugó, porque necesitaba hacer unas diligencias en Caracas con urgencia, para después regresar y preparar la reunión.

- Hombre, yo tengo dos noches sin dormir, y aquí me ves - suelta Ignacio - dándole al palique, y bebiendo más ron que Hemingway.

En eso, por entre los barrotes de la reja, asoma la sinuosa figura de un gato. Con paso elástico se acerca al madrileño, frotando su cabecita bicolor contra el pantalón del hombre, quien sin pensarlo abandona por momentos el dedo incendiado de su cigarro, y acaricia un lomo arqueado y suave que ronronea de gusto al ser correspondido en sus muestras de afecto. Thaìs mira la escena complacida, entrecerrando los ojos, con el ceño hermosamente arrugado (un gesto muy suyo) El gato de pronto maúlla lastimeramente, Ignacio entiende la actitud del animalito y toma de la mesa una lonja de jamón, que el felino primero olisquea y después atrapa con sus patas delanteras, para salir corriendo a devorar su premio en algún rincón, bien escondido de miradas humanas.

El madrileño limpia sus dedos con una servilleta, mira hacia Thaìs, y dice:

- Se parecen tanto a nosotros… Cortàzar hasta les dedicó cuentos enteros.

- Tenía un vinculo muy especial con ellos - agrega Thaìs - Hay una foto de él conversándole a su gato, y casi me atrevo a decir que los unía una especie de comunicación telepática. Impresionante.

Una ligera brisa, casi inocente, entra por la puerta abierta, en compensación al denso calor de la salita. Ignacio se levanta con velocidad suficiente para despistar a la ruidosa poltrona, quien se queja demasiado tarde. Solicita el vaso a Thaìs para servir dos tragos más en la cocina. Y pensar. ¿En qué? Se esfuerza por definir mentalmente un estado de ánimo, o al menos fijar imágenes que resultan demasiado volátiles, torpemente imprecisas. ¿Dolorosas? Tal vez. O si, coño. Dolorosas, imprecisas, volátiles. Eso. Y apelmazadas, entremezcladas, sucias. Avasallantes también.     

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02  

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La noche de fin de año en el centro del de Ocumare, es como cualquier noche de fin de año en provinci׃ calurosa, salpicada de gente y ruidos de todo tipo. Violenta. Elsa se arropaba con la música en mitad de la pista de baile. Cerraba los ojos y movía sus voluptuosas caderas exageradamente. Abandonada. Desde la mesa, Noris y Michelle, mareadas por el whisky, aplaudían y silbaban. Yo, permanecía en silencio, molesto por estar bebiéndome el orine del diablo, solo por complacer a Noris de abandonar mi entrañable ron, una noche al menos. Pero ya estaba hasta los cojones, y me cambiaría junto a mi cuba libre, a la menor oportunidad.

De la calle venían más y más personas. Casi todos de piel oscura, morenos como uvas. Joder, que no había visto tanta gente de color reunida en un solo lugar. De Ocumare, quiero decir. Pasaban junto a nosotros, dirigiendo codiciosas miradas a Michelle y a Elsa. La primera con una falda cortísima que dejaba al descubierto buena parte de sus muslos estupendos; la segunda con un pantalón muy ajustado y brillante, que resaltaba la vertiginosa curva de sus caderas. Eso, aunado a su estatura y bonito rostro hacían de ella el ejemplar más apetecible de las tres. Una tía guapa la Elsa, a pesar de su edad. O quizás por eso. De Noris, mi mujer (vivo con ella desde hace cinco meses),  prefiero no decir mucho. Es enjuta, de caderas esmirriadas, y manos huesudas. En un principio me gustó su cabello, muy negro y largo al  que gustaba de enroscar en mi sexo para mordisquearlo en nuestros juegos. Hace la tira de tiempo que no lo hace ya. Desde que vive conmigo ha cambiado muchísimo, se le ha metido en la cabeza la idea de adecentarse y ser una señora de su casa, y no “la putilla, loca por follar” con quien me empaté una vez. Odia mis papeles y mis libros, solo con la misma fuerza con que adoro yo a sus gatos. Tiene dos hijas de un primer matrimonio, dos jóvenes monstruos que algún día serán iguales a ella, cabello azabache incluido. Joder.

Elsa, estaba cada vez más frenética. Se bebía los whiskys como si de vasos de agua se trataran, y en lugar de la pista de baile, se moviera bajo el quemante sol de Nairobi, en pleno mediodía. Decía que se hallaba liberada de su castradora familia. No especificó, pero todos lo sabíamos: sus hijos, consentidos y rebeldes. Su madre, que después de cuarenta años la controlaba por teléfono, y le exigía explicaciones por cualquier “travesura”. Su padre era un médico alto y circunspecto que la trataba como a una gilipollas, y en el mejor de los casos, era parco y distante. No pudo estudiar mucho, ni leer mucho. Solo debía ser linda y complaciente y reservada. Y prejuiciosa. Lo suficiente como para no ceder a las “tentaciones” de un pueblo como éste. Una reprimida, vamos.

Elsa era inteligente a su pesar, encantadora y bella a su pesar.

-¡Qué familias de mierda hay por estos lados, coño!  

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Un moreno alto se acercó a la mesa y, con escandalosa desfachatez se llevó a Michelle a bailar. Elsa también se levantó tras ellos, era imposible mantenerla diez minutos seguidos con nosotros. Quise tomarla del brazo, pero Noris me lo impidió. “Déjala que disfrute”, decía. Parecía contenta con el derrape de Elsa. Incluso, le servía los tragos más fuertes que al resto del grupo. Luego de unos minutos, quiso que bailáramos, y me negué. Odio bailar. Odio todo en estos días estúpidos. Noris me miró entonces con el verdadero sentimiento que nos unía en esas fechas: el desprecio. Miento si no digo que me sentí aliviado. Por ella y por mí.  

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¿Cómo sucedió? A ver, fue más o menos así. Recuerdo que se había formado un círculo de personas bailando, dos o tres horas después de medianoche. Que Elsa era el centro del círculo y bailaba acariciando sus pechos, restregando sus caderas contra todos los cuerpos que la buscaban. Era deseada y manoseada. Un breve lapso en que me hundí en mí mismo, cerrando los ojos y, al abrirlos, estalló una algarabía burlona: era Elsa, tumbada bocabajo en medio de la pista, con una expresión, no sé si de miedo o sorpresa. Puede que ambas cosas a la vez. Junto a ella, una muchacha le gritaba  y  escupía, furiosa. Ya  dije que la Elsa es una tía enorme. Como pudo se levantó y golpeó a la muchacha (morena) en la mandíbula, con tal fuerza que, esta vez la derribada fue aquélla. Se armó un lío de los cojones. Llovían golpes, botellazos, insultos. Escapamos a toda prisa, pues los morenos nos perseguían con intenciones de matarnos. Por suerte, la casa de Elsa (del papá de Elsa, el médico de la mierda) quedaba a pocos metros del Toronquey. Sujetaba a la vociferante Elsa con un brazo y a Noris con el otro, corriendo lo mejor que podía. Vamos, que yo no estoy para estos trotes ya. Siempre detesté el exagerado esfuerzo físico. Michelle estaba mucho más adelantada, tacones en mano, buscando entre el manojo de llaves que afortunadamente llevaba consigo, y no mi querida Elsa. Joder, qué hermosa se veía con el cabello castaño, humedecido y pegado al rostro pálido. Su barbilla insolente, salpicada con gotitas de sudor que quise lamer allí mismo. Porque no te conocí antes, Elsa. Noris, a mi lado, ríe como una maniática porque te sabe vulnerable. Derrotada. Y a mí, me cabrea eso un montón. Siempre supo lo que sucedería, la muy puta. Ella es una porquería, una nulidad. Un jodido fantasma de pueblo. ¿Qué haces tú aquí, qué hacemos aquí, Elsa? No lo sé. Yo un día abrí los ojos… me había dormido en un asiento de Barajas, y al despertar bullìa la Plaza Bolívar de Ocumare, bajo un sol que lo invadìa todo… mis recuerdos màs remotos. Buscando partir de cero, tal vez. Una vida nueva. ¿Nueva? Joder, ¿y la ristra de nombres que no se consumen todavía? ¿Y las presencias que cada tanto regresan  sin pizca ninguna de pudor o misericordia? 

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Jardines del Descubrimiento… Parque del Buen Retiro, Plaza de Cibeles. Atocha. Borracheras en Puerta del Sol. Mi cuerpo mental recorriendo la  Gran Vía de Alcalà, sin hallar nada porque la ciudad se ha marchado de mì por màs que la haya amado, y los taxis (odiar para siempre los carros por puesto) me abandonan en la Calle Ribas con una murria de puta madre, y estalla la mancha de sol con música vallenata, yéndose tras esos culazos soberbios que tan pocas veces me han pertenecido. A espaldas de Noris y a sabiendas de mis amigos, que adoro ya de lejos. Mil perdones a vosotros. Desde siempre os he fallado. 

(Ya sè: vine por tì, Elsa. Pero resulta que lleguè tarde, como de costumbre. Te habìas consumido en la espera de los que no aguardan. El jodido tiempo nos alcanzò, nos desprendiò de su costado. Hundidos en este barro traslùcido –sustancia de nuestra derrota- nos tocarà querernos a destiempo. Inventariarnos cada espacio, cada pliegue, cada cabello, porque los cuerpos seguiràn siendo nuestro ùltimo refugio. ¡Què hermoso es vencernos, mi esperada!) 

Al amanecer, salí a mirar los destrozos. Un reguero de botellas rotas alfombraba la entrada de la casa. El número telefónico de la policía permaneció ocupado el rato que duró todo. Por suerte ninguno de los tíos llevaba pistola: no me imagino si en lugar de botellazos, nos hubieran disparado, madre mìa.Es que para vivir aquí, en este pueblo,  más que resignación o cojones hay que tener sentido del humor. Y sospecho que yo no lo tengo, que en el fondo no lo he tenido nunca.    

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03  

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Un coro de ronquidos compite en volumen con el canto de las cigarras del patio trasero de la casa. “La naturaleza versus el hombre”, piensa Ignacio sin demasiado interés. Dentro de poco se irá, tratará de dormir. Le asaltan ideas para escribir, pero no: hay que resistir a la tentación. Convencerse de que el cansancio es más fuerte, y no al revés. El ron se terminó. Ahora hace falta café. Y más cigarrillos.

Cuando regresa a la sala, encuentra a Thaís guardando una baraja de cartas. Ignacio le tiende el brazo y Thaís sujeta el vaso con ron. Tiene los anteojos sobre la nariz redonda, pequeña, y eso le da a su juicio un aire de gravedad un poco infantil. Sonríen.

- ¿Todavía quieres que te cuente? - pregunta Ignacio.

- No. Ya lo hicieron por ti- responde ella.

- ¿Las cartas?

- Sí.     

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04   

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El sol comienza a flotar sobre el horizonte. Lo hace sin ser anunciado por ningún gallo. Esto sorprende al madrileño, acostumbrado a sus cantos. Thaís tose  y luego bebe un sorbo de ron. Busca cigarrillos en su cartera que termina encontrando Ignacio en los bolsillos de su camisa. Le ofrece uno.

- Discúlpame, Thaís, el exceso de reserva. Sabes que no soy así.

- No te preocupes… de todos modos me iba a enterar

Ignacio mira su reloj y  se revuelve, inquieto, sobre la poltrona que al fin se ha quedado dormida y no se queja.

- ¿Te vas ya? - pregunta ella.

- Dentro de poco - responde él.

Thaís abre su cartera y saca la baraja de cartas nuevamente. El madrileño al ver el gesto quiere salir corriendo, pero esta vez los inquietos pies no se lo permiten.

-¿Al menos vas a dejar que te las lea… ¿no? - dice la mujer.

- Mi único futuro cierto, con perdón del cliché, se llama pasado - responde Ignacio, soltando una larga bocanada de humo - Lo demás no me interesa, es propina. Y aún así, quién está seguro de eso. Yo hace rato caí del tiempo. Como tú.  

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Y de pronto, la sala se esfuma. 

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*Ilustración : Gary Shead  http://www.fallsgallery.com.au/  

Omar REQUENA

Omar REQUENA

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VISITA GUIADA

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A Zune Pérez.
A Lenin Márquez.
Al hipotético visitante.

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El atavío del calor. Las cinco o seis plazas a medio concurrir. El gran techo azul, arriba, con nubes gruesas y blancas. Los almendrones, los tamarindos, los plátanos más abajo. Los inocentes toques de brisa. El ruido que perfora. Las conversaciones a gritos. Los saludos obscenos. Los estudiantes: idénticos, insulsos, casi predestinados. El otrora Museo de Ciencias Naturales y Productos del Estado, su fachada muerta. El antiguo reloj de la Iglesia. Los huesos que se entrechocan bajo la Plaza Bolívar. Los Quiriquires, 1574. Las motocicletas. Los policías. Las humaredas en verano, es decir, en temporada seca. Los comejenes que la lluvia desentierra. Francisco Infante. Garcí González de Silva. Los culos esplendentes de las morenas. El espíritu que se deshoja en un frasco. La caña clara. El crack. Francisco Rosete arroja migas de pan al rostro de las señoronas y luego degüella inocentes en el templo. Las enormes mariposas. Las cucarachas. José Félix Ribas. Hay niños mendigando en las panaderías: el obispo Martí toma nota de ello en su cuaderno negro. Los mosquitos. Los murciélagos. Las hormigas.

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El mediodía yermo. La tarde y su tregua sin nubes. Don Lino Gallardo. El sudor pegajoso. Los telefoneros. Las salamanquesas. El olvido. Una culebra deja su fantasmal muda de piel en el alambre, y llega el miasma del río: vale decir, su alma. La Casona de Santa Ana. La cerveza, las putas, los hundidos. Los prisioneros. Las vendedoras de cosméticos. Los disparos rajando la madrugada. Las iguanas. El odio: líquido, exacto, definitivo. Las peluqueras. Los maricones. Las ventas de lotería. El estadium. La inercia. El pasado. Los simulacros de vida. Dios, bañándose desnudo en la Cola de Caballo y vigilado de cerca por el Niño Mauricio. Los libaneses, los sirios, los gallegos, los judíos. El fogonazo de la muerte, milagro último.

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Aquí viven dioses penates, pero duermen tras vitrinas empañadas, y nichos a punto derrumbarse. Tal vez nunca despierten.

Estimado visitante: se les recuerda no mirar atrás durante el recorrido. Ya tenemos suficientes estatuas de sal por estos lados.

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 Ilustración : Ender Cepeda (http://www.medicci.com/catalogo/ec/index.htm)