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Revista Literaria AZUL@RTE

Omar REQUENA

Omar REQUENA

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VISITA GUIADA

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A Zune Pérez.
A Lenin Márquez.
Al hipotético visitante.

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El atavío del calor. Las cinco o seis plazas a medio concurrir. El gran techo azul, arriba, con nubes gruesas y blancas. Los almendrones, los tamarindos, los plátanos más abajo. Los inocentes toques de brisa. El ruido que perfora. Las conversaciones a gritos. Los saludos obscenos. Los estudiantes: idénticos, insulsos, casi predestinados. El otrora Museo de Ciencias Naturales y Productos del Estado, su fachada muerta. El antiguo reloj de la Iglesia. Los huesos que se entrechocan bajo la Plaza Bolívar. Los Quiriquires, 1574. Las motocicletas. Los policías. Las humaredas en verano, es decir, en temporada seca. Los comejenes que la lluvia desentierra. Francisco Infante. Garcí González de Silva. Los culos esplendentes de las morenas. El espíritu que se deshoja en un frasco. La caña clara. El crack. Francisco Rosete arroja migas de pan al rostro de las señoronas y luego degüella inocentes en el templo. Las enormes mariposas. Las cucarachas. José Félix Ribas. Hay niños mendigando en las panaderías: el obispo Martí toma nota de ello en su cuaderno negro. Los mosquitos. Los murciélagos. Las hormigas.

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El mediodía yermo. La tarde y su tregua sin nubes. Don Lino Gallardo. El sudor pegajoso. Los telefoneros. Las salamanquesas. El olvido. Una culebra deja su fantasmal muda de piel en el alambre, y llega el miasma del río: vale decir, su alma. La Casona de Santa Ana. La cerveza, las putas, los hundidos. Los prisioneros. Las vendedoras de cosméticos. Los disparos rajando la madrugada. Las iguanas. El odio: líquido, exacto, definitivo. Las peluqueras. Los maricones. Las ventas de lotería. El estadium. La inercia. El pasado. Los simulacros de vida. Dios, bañándose desnudo en la Cola de Caballo y vigilado de cerca por el Niño Mauricio. Los libaneses, los sirios, los gallegos, los judíos. El fogonazo de la muerte, milagro último.

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Aquí viven dioses penates, pero duermen tras vitrinas empañadas, y nichos a punto derrumbarse. Tal vez nunca despierten.

Estimado visitante: se les recuerda no mirar atrás durante el recorrido. Ya tenemos suficientes estatuas de sal por estos lados.

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 Ilustración : Ender Cepeda (http://www.medicci.com/catalogo/ec/index.htm)

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