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Revista Literaria AZUL@RTE

ESPAÑA

José Manuel CABALLERO BONALD

José Manuel CABALLERO BONALD

Caballero Bonald gana el Premio Nacional de Poesía  

El galardón, dotado con 15.000 euros, le ha sido concedido por su libro 'Manual de infractores' 

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El escritor gaditano José Manuel Caballero Bonald ha obtenido hoy el Premio Nacional de Poesía por su libro Manual de infractores. El galardón que concede el Ministerio de Cultura está dotado con 15.000 euros.El premio se otorga a la mejor obra de poesía publicada en el año anterior en cualquiera de las lenguas de España.

El jurado que falló hoy el premio estuvo formado, entre otros, por Ana María Bueno, Paula Izquierdo, Javier Lostalé, Miguel García Posada y José Corredor Matheos, ganador de la edición anterior."Este Manual de infractores (Seix Barral) devuelve el mejor aliento poético necesario para estos tiempos y, según dijo el propio autor el día de la presentación del libro, le ha servido "para rejuvenecer". Es un ejemplo de poesía recia, maestra y comprometida, "hija de la indignación inicial que me hace conducir la pluma sobre el papel, pero también de la melancolía, la incertidumbre, la recuperación de un pasado nebuloso y de rastreos en temas prohibidos de la experiencia".

El escritor ya ganó el año pasado el Premio Nacional de las Letras, que se reconoce al conjunto de una obra literaria compuesta en alguna de las lenguas del Estado español.Caballero Bonald, licenciado en Filosofía y Letras, y profesor de Literatura en la Universidad Nacional de Colombia durante una década, se estrenó como escritor con 26 años con la obra Las adivinaciones. A partir de ahí, se ha labrado una sólida carrera como poeta, novelista y ensayista, encuadrado por la crítica dentro de la conocida como generación poética del 50. Como poeta, ha obtenido varios premios, entre ellos el Boscán, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, y el de la Crítica.

Su obra poética hasta 1969 está recopilada en un tomo titulado Vivir para contarlo.Más tardía pero igual de afortunada fue su incursión en la narrativa. Su primer trabajo, Dos días de septiembre, obtuvo el premio Biblioteca Breve. Luego publicaría Agata ojo de gato (que obtuvo el Premio de la Crítica), Toda la noche oyeron pasar pájaros, En la casa del padre y Campo de Agramante. 

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Articulo de: http://www.elpais.es/   

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Poeta, novelista y ensayista español nacido en Jerez de la Frontera, Cádiz, en el año 1926. Estudió Astronomía en Cádiz y más tarde Filosofía y Letras en Sevilla y Madrid. Militante anti-franquista,  pertenece al grupo poético de los 50  junto a José Ángel Valente, Claudio Rodríguez, José Agustín Goytisolo y Jaime Gil de Biedma, entre otros. Vivió fuera de España por varios años y a su regreso trabajó en el Seminario de Lexicografía de la Real Academia Española.

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Obtuvo el premio Boscán y de la Crítica de Poesía en 1959, el Biblioteca Breve en 1961, el de la Crítica de Novela en 1975, el de la Crítica de Poesía en 1978, el Plaza y Janés en 1988, el premio Andalucía de las Letras en 1994, el XIII Premio de Poesía Iberoamericana Reina Sofía en 2004 y el Premio Nacional de Letras en 2005. En 1996 fue nombrado Hijo Predilecto de Andalucía.
 De su obra poética se destacan: «Las adivinaciones» en 1952, «Memorias de poco tiempo» en 1954, «Pliegos de cordel» en 1963, «Vivir para contarlo» en 1969, «La costumbre de vivir» en 1975,  «Toda la noche oyeron pasar pájaros» en 1981, «Tiempo de guerras perdidas» en 1995, «Diario de Argónida» en 1997, «Copias del natural» en 1999, y «Manual de infractores» en 2005. 

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CASA JUNTO AL MAR

Azulada por el nocturno oleaje,
entre el ocio lunar y la arena indolente,
la casa está viviendo, decorada de cenizas votivas,
hecha clamor de memorables días dichosos
o palabra más bien, que ahora escribo en la sombra,
apoyando mi sueño en sus muros de solícitos brazos.

La casa está en el sur; es lo mismo que un cuerpo
ardoroso, registro de certeza embriagada,
donde estuvo mi vida, orillas de un emblema marino,
resonante de alegres impaciencias
o de ilusorias lágrimas que otros ojos cegaban.
Sus ventanas, a veces, están dando a mi nombre,
porque son todas ellas como bocas que acunan,
como labios que brillan bajo el furtivo pétalo del cielo,
aberturas que el mar vuelve sonoras
y en cuyo fondo habitan verdades como pechos,
palabras semejantes a manos que se juntan
o acaso esa tristeza que hay detrás del amor.
Recuerdo sus paredes, sus puertas de madera entrañable,
la verídica cal en cuyas lindes
se estaba congregando toda la luz de aquella casa,
sin poder ocultar cosa alguna por detrás de sus lienzos,
sin poder ser distinta a un cristal desnudado,
a un renglón transparente de tiempo sin edad.
Recuerdo también sus rincones más hondos y ocultos,
su razonada disposición de alegría,
la distribución de sus sueños con afán perdurable.
Todo allí se contagia de una idéntica vida,
y es para siempre su estación humana,
los ciclos de su fe, raíz de cuanto soy,
de todo lo que ordena mi palabra y sus márgenes:
las dudas con que erige sus muros la verdad,
los recuerdos que a veces son lo mismo que llagas,
el olvido, ese moho que corroe el rostro de la historia,
lo que está sin remedio convirtiéndose
en una misma forma de aprender a volver,
el miedo al desamor por donde sangra el mundo.

Sí, la casa es un cuerpo: mi corazón la mira,
la habita mi memoria; sé que está restaurándose
como la abdicación del mar en las orillas,
como las germinales herencias del verano,
y quizá sea posible que esta casa no pueda nunca envejecer,
no pueda cumplir nunca más tiempo que el de entonces,
porque sus habitantes son lo mismo que llamas
sin quemar, frágiles al aliento de la grieta más tenue,
y ellos están haciendo que las paredes vivan,
que los peldaños latan como olas,
que cada habitación respire y reproduzca
los irrepetibles y anónimos hechos de cada día.

Casa sin tiempo junto al mar, cumbre
sonora entre los astros, libre razón con muros,
criatura en donde acaban mis- fronteras,
soy menos si me faltas,
tu paz rige mi vida y la hace humilde,
55 justifica mi espera tu paciencia,
bogas, persistes, reinas, como un ave en la noche,
acaso ya recibas el nombre de José.

"Las adivinaciones" 1952 

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CENIZA SON MIS LABIOS

En su oscuro principio, desde
su alucinante estirpe, cifra inicial de Dios,
alguien, el hombre, espera.
Turbador sueño yergue
su noticia opresora ante la nada
original de la que el ser es hecho, ante
su herencia de combate, dando vida
a secretos cegados,
a recónditos signos que aún callaban
y pugnan ya desde un recuerdo hondísimo
para emerger hacia canciones,
puro dolor atónito de un labio, el elegido
que en cenizas transforma
la interior llama viva del humano.

Quizá solo para luchar acecha,
permanece dormido o silencioso
llorando, besando el terso párpado rosa,
el pecho triste de la muchacha amada;
quizá solo aguarda combatir
contra esa mansa lágrima que es letra del amor,
contra
aquella luz aniquiladora
que dentro de él ya duele con su nombre: belleza...
 

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MI PROPIA PROFECÍA ES MI MEMORIA

Vuelvo a la habitación donde estoy solo
cada noche, almacén de los días
caídos ya en su espejo naufragable.
Allí, entre testimonios maniatados,
yace inmóvil mi vida: sus papeles
de tornadizo sueño. La madera,
el temblor de la lámpara, el cristal
visionario, los frágiles
oficios de los muebles, guardan
bajo sus apariencias el continuo
regresar de mis años, la espesura
tenaz de mi memoria, toda
la confluencia simultánea
de torrenciales cifras que me inundan.

Mundo recuperable, lo vivido
se congrega impregnando las paredes
donde de nuevo nace lo caduco.
Reconstruidas ráfagas de historia
juntan el porvenir que soy. Oh habitaci6n
a oscuras, súbitamente diáfana
bajo el fanal del tiempo repetible.

Suenan rastros de luz allá en la noche.
Estoy solo y mis manos
ya denegadas, ya ofrecidas,
tocan papeles (este amor, aquel
sueño), olvidadas siluetas, vaticinios
perdidos. Allí mi vida a golpes
la memoria me orada cada día.

Imagen ya de mi exterminio,
se realiza de nuevo cuanto ha muerto.
Mi propia profecía es mi memoria:
mi esperanza de ser lo que ya he sido.

"Memorias de poco tiempo" 1954  

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ENTREVISTA: Diccionario de la vida J. M. Caballero Bonald, escritor  (26/03/06)

"Me asustan los bienpensantes y los clérigos"

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JUAN CRUZ Dijo de él alguna vez que estaba imposibilitado para escribir mal; no es una arrogancia ni una actitud, sino un don. Don José Manuel Caballero Bonald ha hecho de la poesía, y de la narrativa, una manera de rememorar, de referirse a lo que ocurre con ironía, y con distanciamiento. Sus memorias, que ya le han dado para dos volúmenes (Tiempo de guerras perdidas y La costumbre de vivir) son esenciales para entender el clima que se encontró al viajar de Jerez de la Frontera a Madrid en los años cincuenta. En este diccionario propio aborda algunas palabras que son fundamentales en su propia literatura y otras que vienen dadas por la actualidad. 

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RENCOR.

Yo perdono rápido, pero soy de olvido lento. No sé si asoma por ahí alguna clase de rencor; pero no, no lo creo. Mejor que de rencor, yo hablaría de aversión, de desdén, que son desahogos más llevaderos. Un rencor sin paliativos sólo he podido sentirlo por algún miserable de tiempo completo, de esos que van uniformados de personas de orden. De modo que no suelo ser rencoroso, soy más bien un cabreado pasajero. 

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MEMORIA.

De la memoria nadie sabe nada. Nadie sabe cómo funciona, cómo se activan sus mecanismos, por qué se almacenan datos que uno preferiría olvidar y se olvidan cosas de las que uno quisiera acordarse siempre. ¿En qué momento sale a flote un recuerdo perdido y a santo de qué uno se apropia de recuerdos ajenos? Y luego está todo eso de los recuerdos falsos, las fijaciones, las manías, incluidas las persecutorias... Una cuestión muy enigmática, muy incomprensible; la memoria, lo mismo es un alivio que un lastre. Por eso yo no podría escribir ni una línea si perdiera la memoria. 

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VEJEZ.

A mi edad, la vejez termina siendo una cuestión de convivencia. Yo ando ya en la frontera de los 80, y ésas son palabras mayores. Miras para atrás y no entiendes por qué ha ocurrido todo hace ya tanto tiempo. Pero lo más llamativo de las enseñanzas de la edad es que se te incrementan las dudas. Cada vez dudo más de más cosas, lo que siempre es una ventaja: tienes la impresión de que eso te rejuvenece. 

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DERECHA.

La derecha, como la Iglesia, como todas las Iglesias, está en posesión de la verdad, una tabarra de mucho cuidado, un modo muy eficaz de joder al prójimo. A la derecha de este país siempre se le está rompiendo España. En la derecha hay muchos fanáticos de la patria, y ya se sabe lo que dijo Neruda: "Patria, palabra triste, como termómetro o ascensor". Pues eso. 

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IZQUIERDA.

La izquierda no siempre es el lado contrario de la derecha. En teoría, la izquierda coincide con un ideario progresista, que avanza en contra del conservadurismo, ¿no es así? Pues entonces yo creo que el mejor programa de la izquierda sería muy simple: aplicar rigurosamente la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y eso, hoy por hoy, es lo más parecido que hay a una ilusión óptica. 

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NACIONALISMO.

El nacionalismo me suena a concurso pueblerino de escaparates, a algo así. Bueno, también hay profundas diferencias entre un nacionalismo democrático y ese otro que acaba promoviendo la limpieza de sangre, como el de los serbios. Pienso, en todo caso, que el nacionalismo restringe el espacio de la convivencia, viene a ser como la exaltación de lo que separa en contra de lo que une; o sea, una ideología retrógrada. 

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MIEDO.

Los miedos solían provenir de la infancia y eran mayormente nocturnos. Pero también hay miedos contagiosos, esos miedos que pone en circulación el poder para mantener controlada a la gente. Yo he tenido miedo a la oscuridad, a la policía, al enigma del universo, al futuro, a los fantasmas del franquismo, a perder el norte, a la muerte..., yo qué sé. Ahora, con la vejez, los miedos se me han ido reduciendo a lo justo, a dos o tres. Me asustan sobre todo los bienpensantes y los clérigos. No sé si me explico. Diccionario de la vida.

J. M. Caballero Bonald, escritor 

Articulo de: http://www.elpais.es/ 

A leer :

http://amediavoz.com/caballero.htm

http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Manuel_Caballero_Bonald

http://www.cervantesvirtual.com/bib_autor/caballero/ 

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Pío BAROJA

Pío BAROJA

  

Novelista español, considerado por la crítica el novelista español más importante del siglo XX. Nació en San Sebastián (País Vasco) en 1872 y estudió Medicina en Madrid, ciudad en la que vivió la mayor parte de su vida. Su primera novela fue Vidas sombrías (1900), a la que siguió el mismo año La casa de Aizgorri. Esta novela forma parte de la primera de las trilogías de Baroja, Tierra vasca, que también incluye El mayorazgo de Labraz (1903), una de sus novelas más admiradas, y Zalacaín el aventurero (1909). Con Aventuras y mixtificaciones de Silvestre Paradox (1901), inició la trilogía La vida fantástica, expresión de su individualismo anarquista y su filosofía pesimista, integrada además por Camino de perfección (1902) y Paradox Rey (1906). La obra por la que se hizo más conocido fuera de España es la trilogía La lucha por la vida, una conmovedora descripción de los bajos fondos de Madrid, que forman La busca (1904), La mala hierba (1904) y Aurora roja (1905). Realizó viajes por España, Italia, Francia, Inglaterra, los Países Bajos y Suiza, y en 1911 publicó El árbol de la ciencia, posiblemente su novela más perfecta. Entre 1913 y 1935 aparecieron los 22 volúmenes de una novela histórica, Memorias de un hombre de acción, basada en el conspirador Eugenio de Avinareta, uno de los antepasados del autor que vivió en el País Vasco en la época de las Guerras carlistas. Ingresó en la Real Academia Española en 1935, y pasó la Guerra Civil española en Francia, de donde regresó en 1940. A su regreso, se instaló en Madrid, donde llevó una vida alejada de cualquier actividad pública, hasta su muerte. Entre 1944 y 1948 aparecieron sus Memorias, subtituladas Desde la última vuelta del camino, de máximo interés para el estudio de su vida y su obra. Baroja publicó en total más de cien libros. Usando elementos de la tradición de la novela picaresca, Baroja eligió como protagonistas a marginados de la sociedad. Sus novelas están llenas de incidentes y personajes muy bien trazados, y destacan por la fluidez de sus diálogos y las descripciones impresionistas. Maestro del retrato realista, en especial cuando se centra en su País Vasco natal, tiene un estilo abrupto, vívido e impersonal, aunque se ha señalado que la aparente limitación de registros es una consecuencia de su deseo de exactitud y sobriedad. Ha influido mucho en los escritores españoles posteriores a él, como Camilo José Cela o Juan Benet, y en muchos extranjeros entre los que destaca Ernest Hemingway.

El estilo

El estilo, tan estudiado por los críticos de todos los tiempos, adquirirá un nuevo sentido, ya que el vasco, dejando de lado las consideraciones retóricas, dirá que es la manera en que cada hombre se representa el mundo y la forma en que interviene en su representación. "Para mí –sostiene- el ideal de un autor sería que su estilo fuera siempre inesperado; un estilo que no se pudiera imitar a fuerza de personal". Para él, "el estilo es una manifestación de la personalidad humana como puede serlo el hablar, el sonreír y el andar". Hay un estilo interno, que es el que "preside la elección de un asunto, da el tono a la obra literaria"; y hay un estilo externo, por el que se van desarrollando los fines de un modo objetivo. Pero –aclara- la división no es absoluta, ya que ambos se influyen y entrecruzan.

Al ideal de su tiempo, resumido en el casticismo, el adorno y la elocuencia, Baroja opone su propia manera de concebirlo: "Para mí no es el ideal del estilo ni el casticismo, ni el adorno, ni la elocuencia; lo es, en cambio, la claridad, la precisión y la elegancia". La novela –comenta- es el género que menos se presta para los ejercicios de estilo. Eugenio Matus sostiene que, para Baroja, el lenguaje debe desempeñar su papel de mostrar al mundo de la manera más discreta. 

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A consular:

http://www.monografias.com/trabajos12/piobaroj/piobaroj.shtml  

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Pío Baroja (España, 1872-1956) 

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El reloj

«Porque todos sus días, dolores, y sus ocupaciones,
 molestias, aún de noche su corazón no reposa.»
-Eclesiastés

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Hay en los dominios de la fantasía bellas comarcas en donde los árboles suspiran y los arroyos cristalinos se deslizan cantando por entre orillas esmaltadas de flores a perderse en el azul mar. Lejos de estas comarcas, muy lejos de ellas, hay una región terrible y misteriosa en donde los árboles elevan al cielo sus descarnados brazos de espectro y en donde el silencio y la oscuridad proyectan sobre el alma rayos intensos de sombría desolación y de muerte.

Y en lo más siniestro de esa región de sombras, hay un castillo, un castillo negro y grande, con torreones almenados, con su galería ojival ya derruida y un foso lleno de aguas muertas y malsanas.

Yo la conozco, conozco esa región terrible. Una noche, emborrachado por mis tristezas y por el alcohol, iba por el camino tambaleándome como un barco viejo al compás de las notas de una vieja canción marinera. Era una canción la mía en tono menor, canción de pueblo salvaje y primitivo, triste como un canto luterano, canción serena de una amargura grande y sombría, de la amargura de la montaña y del bosque. Y era de noche. De repente, sentí un gran terror. Me encontré junto al castillo, y entré en una sala desierta; un alcotán, con un ala rota, se arrastraba por el suelo.

Desde la ventana se veía la luna, que ilumina a con su luz espectral el campo yerto y desnudo; en los fosos se estremecía el agua intranquila y llena de emanaciones. Arriba, en el cielo, el brillante Arturus resplandecía y titilaba con un parpadeo misterioso y confidencial. En la lejanía las llamas de una hoguera se agitaban con el viento. En el ancho salón, adornado con negras colgaduras, puse mi cama de helechos secos. El salón estaba abandonado; un braserillo, donde ardía un montón de teas, lo iluminaba. Junto a una pared del salón había un reloj gigantesco, alto y estrecho como un ataúd, un reloj de caja negra que en las noches llenas de silencio lanzaba su tictac metálico con la energía de una amenaza.

«¡Ah! Soy feliz -me repetía a mí mismo-. Ya no oigo la odiosa voz humana, nunca, nunca.»

Y el reloj sombrío medía indiferente las horas tristes con su tictac metálico.

La vida estaba dominada; había encontrado el reposo. Mi espíritu gozaba con el horror de la noche, mejor que con las claridades blancas de la aurora.

¡Oh! Me encontraba tranquilo, nada turbaba mi calma; allí podía pasar mi vida solo, siempre solo, rumiando en silencio el amargo pasto de mis ideas, sin locas esperanzas, sin necias ilusiones, con el espíritu lleno de serenidades grises, como un paisaje de otoño.

Y el reloj sombrío medía indiferente las horas tristes con su tictac metálico. En las noches calladas una nota melancólica, el canto de un sapo me acompañaba.

-Tú también -le decía al cantor de la noche- vives en la soledad. En el fondo de tu escondrijo no tienes quien te responda más que el eco de los latidos de tu corazón.

Y el reloj sombrío medía indiferente las horas tristes con su tictac metálico.

Una noche, una noche callada, sentí el terror de algo vago que se cernía sobre mi alma; algo tan vago como la sombra de un sueño en el mar agitado de las ideas. Me asomé a la ventana. Allá en el negro cielo se estremecían y palpitaban los astros, en la inmensidad de sus existencias solitarias; ni un grito, ni un estremecimiento de vida en la tierra negra. Y el reloj sombrío medía indiferente las horas tristes con su tictac metálico.

Escuché atentamente; nada se oía. ¡El silencio, el silencio por todas partes! Sobrecogido, delirante, supliqué a los árboles que suspiraban en la noche que me acompañaran con suspiros; supliqué al viento que murmurase entre el follaje, y a la lluvia que resonara en las hojas secas del camino; e imploré de las cosas y de los hombres que no me abandonasen, y pedí a la luna que rompiera su negro manto de ébano y acariciara mis ojos, mis pobres ojos, turbios por la angustia de la muerte, con su mirada argentada y casta.

Y los árboles, y la luna, y la lluvia, y el viento permanecieron sordos. Y el reloj sombrío que mide indiferente las horas tristes se había parado para siempre. 

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FIN

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Cortesía:

http://www.ciudadseva.com/ 

A leer:

http://es.wikipedia.org/wiki/P%C3%ADo_Baroja

http://www.segundarepublica.com/index.php?opcion=8&id=2

http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/baroja/pb.htm 

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Ilustración: Juan Etchevarría

Diesel/Alejandro CASONA

Diesel/Alejandro CASONA

La Sirena de Alejandro

Por «diesel» 

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La imaginación al poder es siempre frase simbólica y emblemática desde que se puso de moda a finales de los 60 del pasado, y a veces ya añorado, siglo XX. Pero antes de esos años, allá por 1934, la imaginación tomaba el poder en los escenarios teatrales de Madrid y España gracias a la pluma del asturiano Alejandro Rodríguez Álvarez. Quizás este nombre, dicho así, apenas le haga recordar a casi nadie… pero si señalamos que Alejandro Rodríguez Álvarez pasó a la historia del teatro español y mundial con el sobrenombre de Alejandro Casona ya es otra cosa. Todos los aficionados al teatro lo recordarán. Es aquel Alejandro Casona que nacido en 1903 en la aldea mágica asturiana (porque tenía su propia bruja) de Besullo (muy cerca de las minas de carbón y caolín de la villa de Cangas de Tineo y también muy cerca de los pastos y la cuenca hullera de Cangas de Narcea) terminó por aposentarse en Madrid tras haber pasado por otros lugares como la ciudad de Murcia.


En aquel año de 1934, Alejandro Casona estrenó en Madrid su obra titulada La sirena varada. Llamó poderosamente la atención esta obra de teatro (ganadora del Premio Municipal matritense) que ahora he podido leer y que en su día fue un verdadero éxito de público justo en el mismo momento político-histórico en que el ascenso de la derecha republicana al poder, apoyada por la CEDA (Confederación Española de Derecha Autónoma de José María Gil Robles), provocó precisamente la revolución de Asturias y Cataluña. Inmediatamente después de estos hechos (dos años más tarde) se inició la Guerra Civil en España.


Pero entonces, en 1934, Alejandro Casona elevó a la imaginación a la toma del poder con su Sirena. Encerrado en una casa con un grupo de amigos, el protagonista principal funda una república con la imaginación como máxima autoridad. Allí los espectadores pudieron ver cómo la sinrazón se aleja del mundo donde siempre impera el sentido común que es el más manipulado y manipulador de los sentidos. Por estas y otras razones, Alejandro Casona se exilió de España al terminar la Guerra Civil y anduvo por París y numerosos países de las Américas (sobre todo por México y Argentina) escribiendo obras de teatro para la imaginación. Mas su Sirena quedó varada… hasta que en 1962 vuelve el dramaturgo a España y se revaloriza su teatro, que vuelve a prender la llama del éxito, junto a otros autores como Edgar Neville y Víctor Ruiz Iriarte
 


Con Alejandro Casona y La sirena varada el teatro abandona espejismos y dioramas rancios para volcarse en la valoración de conceptos y elementos humanos, aunque todavía sea muy apreciable una cierta carga de simbolismo anterior. Así cuando el protagonista principal está iluminado con la ensoñación de una república idealísticamente ácrata aparece Sirena, un personaje femenino del cual se enamora rápidamente. Comienza entonces la parte más esencial de la dramática histórica de los allí reunidos, porque cuando alguien se enamora es necesario conocer la verdad según dicen los grandes pensadores (cosa con la que yo no estoy enteramente de acuerdo) y el mundo originario de Sirena se ve enmarañado de metáforas: o volver a la dura realidad o quedar sumergida en el sueño.


De esta manera, podemos observar a la Sirena varada como un esqueleto de acción con sólo una piel de palabras pegada a los huesos. Las referencias fantásticas de la imaginación convierten a la vida en un teatro andante donde se escucha que la noche es todo magia para invitarnos a inventar realidades nuevas. Pero la realidad es dura y Sirena se queda varada en ella. En la roca muere una sirena por el amor a un hombre…


Junto con las probabilidades de imaginaciones surgidas en nuestras primaveras existe siempre un árbol de vida en pie (dichosa juventud de sueños y conquistas utópicas) que dan homogeneidad temática y estructura dramática a nuestras primeras existencias. Imaginación juvenil como estilo y significación de vida. Pero surge luego ese inmovilismo interior que frena la ilusión. Irrealidad, fantasía e imaginación son el prototipo de una cierta etapa en la vida humana; prototipo de brillo y acción. Pero es en la realidad donde los hombres y mujeres quedamos varados y en su verdad se plasma la humanidad adulta que consiste en ir uniendo pequeñas realidades hasta ahogar por completo a la Gran Irrealidad.


No es la Sirena varada una concepción completa de escapismo sino una esencia sentimental por la que todos hemos pasado alguna vez. Vaya entonces un saludo a la Sirena de Alejandro que tan buenos momentos me ha hecho pasar al leerla.

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Ilustración: Galienni

http://www.galienni.com/sommaire.php3 

Alejandro CASONA

Alejandro CASONA

Alejandro Rodríguez Álvarez nació el 23 de marzo de 1903 en una pequeña aldea llamada Besullo. Su niñez y adolescencia transcurrieron entre Besullo, Luarca, Miranda, Villaviciosa, Gijón dado que sus padres, maestros lo dos, se mudaron varias veces en busca de un mejor salario. Su familia era pobre así que no tuvo la oportunidad de tener muchos juguetes pero con los otros chicos de la aldea se entretenían en “La castañonera”, un árbol que les servía para hacer mil juegos.

Otra de las actividades favoritas durante su niñez fue escuchar romances famosos de los siglos XIV, XV y XVI. Estudió el bachillerato en Gijón donde descubrió la vida urbana, el mar, los tranvías. Allí nació su afición por la lectura; su primer amor literario fue La vida es sueño de Calderón. Fue en esta ciudad donde asistió al teatro por primera vez y se enamoró de él. Pasó su adolescencia en la cuidad de Levante donde empezó a estudiar teatro por sugerencia de un amigo y donde escribió sus primeras páginas, de dudosa calidad según el propio autor.

Más tarde los dos se escaparon de sus casas para formar parte de una compañía de teatro. El intento de ser actores fracasó cuando la compañía dejó a los dos jovencitos abandonados en la ciudad, motivo por el cual tuvieron que regresar a sus respectivos hogares.En 1922 comenzó sus estudios en la Escuela Superior de Magisterio de Madrid. A los veinticuatro años se fue a vivir a las islas Canarias, al Valle de Arán, con la idea de ganar un poco de dinero. Allí escribió La pájara Pinta, una obra para niños, y La sirena varada, una comedia moderna, pero en aquel entonces no consiguió a nadie que quisiera publicárselas.

En 1928 se casó con Rosalía Martín y en 1930 nació su hija Marta. En 1932 ganó el Premio Nacional de Literatura con Flor de Leyendas. En 1933 obtuvo el premio Lope de Vega por La sirena varada, lo que constituyó una gran ayuda económica para Casona. La obra fue bien recibida no sólo en España sino también en el extranjero, en París y en Roma. A partir de la publicación de La flauta del sapo en 1930 utilizó el seudónimo de Casona.

Participó en la formación de un grupo de teatro destinado a la gente del campo, a los analfabetos, bajo la dirección de Cossío. Este emprendimiento fue muy importante para él aunque nada redituable. A fin de que la compañía pudiera representarla escribió Juicios de Sancho Panza en la ínsula Barataria. Más tarde vivó en diferentes lugares de Hispanoamérica como Méjico, La Habana, Puerto Rico, Colombia y Venezuela por el espacio de dos años, hasta que en 1939 se estableció en Buenos Aires donde residió hasta su regreso a España después de la caída de Franco.

En América hizo casi exclusivamente teatro aunque también dio algunas conferencias, escribió artículos y trabajó para el cine como guionista. Fue por estos años que escribió obras tan destacadas como La dama del alba y Los árboles mueren de pie. En 1962, después de veinticinco años de silencio, volvió a representarse su teatro en España, al estrenarse en el teatro Bellas Artes La dama del alba que fue muy bien recibida por el público.

Murió el 17 de septiembre de 1965, a los 62 años, en España.  

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El milagro pequeño



Aquella pobre niña
que aún no tenía senos...

Y la niña lloraba:
—Yo quiero tener senos.
—Señor, haz un milagro:
un milagro pequeño.

Pero Dios no la oía,
allá arriba, tan lejos...

Y cogió dos palomas,
se las puso en el pecho...
Pero las dos palomas
levantaron el vuelo.

Y cogió dos estrellas,
se la puso en el pecho...
Las estrellas temblaron
y se apagaron luego.

Y cogió dos magnolias,
se las puso en el pecho...
Las dos magnolias blancas
deshojaron sus pétalos.

Y cogió dos panales,
se los puso en el pecho...
Y la miel y la cera
se helaron en el viento.

¡Un milagro, Señor,
un milagro pequeño!

Pero Dios no la oía,
allá arriba, tan lejos.

Y un día fue el amor;
se le entró pecho adentro
¡y se sintió florida!
Le nacieron dos senos
con pico de paloma,
con temblor de luceros,
como magnolias, blancos;
como panales, llenos.

¡Igual que dos milagros...
pequeños!
   

A consultar:

http://www.literaturas.com/MonograficoACasona.htm

http://es.wikipedia.org/wiki/Alejandro_Casona 

http://www.alejandro-casona.com/

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Mariana LLANO DE FANLO

Mariana LLANO DE FANLO

 

Nueva revista cultural ALGARROBO

Fin de Septiembre

En Barcelona, España 

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Información de Mariana Llano de Fanlo

mariana_llano@hotmail.com

http://www.marianallano.com  

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Mariana Llano, seudónimo de Geovana Rosa Yaipén Rodriguez Poeta, narradora, cantautora. Editora y promotora cultural, nacida el 17 de enero de 1959 en Chiclayo (Perú).Miembro de la APLIJ - Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil Directora-fundadora del Centro de Desarrollo Cultural Para El Joven y la Mujer "Umbral".Editora de las revistas "Solsticio", "Lundú" y "Taller" y de la serie de publicaciones "Algarrobo - Autores Norperuanos".Desde el año 2001, tras su matrimonio con el informático catalán Ismael Fanlo, reside en la ciudad de Barcelona (España), donde prosigue con su actividad literaria. 

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"Soñar no cuesta ¿nada?" por Mariana Llano 

Escrito por Ismael Fanlo  

"Imposible llamarla,
su gran obra de amor
era dejarme solo"

Pedro Salinas 

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De algo hay que vivir. Desde muy niño tuve miedo de mis sueños, siempre lo tuve. Recuerdo mi pequeño cuerpo tendido en el petate, buscando la posición correcta: manos entre piernas, pecho de costado, para no propiciar sueños innobles. ¡Pobre de mi alma si el cansancio de trajinar la tierra me vencía y, cara al cielo, fijado en las estrellas más lejanas, juntaba mis ojitos! ¡la noche era más larga, tan larga como aquella que velaron a Juaneco Mute y no pude conciliarme con el sueño! Horas de pesadilla me pateaban las entrañas, frío sudor corría por mi cuerpo y entonces, de seguro que meaba el petate ¡berrinche y paliza del abuelo! ¡puteada de la noche! y amanecer llorando mis presagios. Y lo peor era que nadie me creía, aunque jurara que sabía quién se había robado a mi hermana Jobita. 

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Los años no pasan de balde por los hombres del campo. Nos enseñan las mil caras de la soledad, la maña de cada estación y cada lluvia. Así fui aprendiendo a sacarle provecho al infortunio de soñar cosas prohibidas, malos presagios, augurios que yo no necesitaba para moverme como un cristiano más. Y cada corazonada, cada pesadilla fue templando mi carácter y mi forma de mirar al mundo de los vivos sin esquivar el mundo de los muertos. Un día de mi primera juventud, hasta los güevos de tanta mariconada, decidí desafiar al instinto del miedo, a mis entrañas explotando tibias en la noche, a la muerte que asomaba entre la quincha madura. Poco a poco fui tendiéndome en la estera, esperando por la sierpe pesadilla, la granputa mala hora y los sueños más terribles. Para domarlos luego como a las bestias alzadas del monte, como a la china chúcara para robarle un beso.  

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Y un día de cualquier día, supe que aquellos condenados sueños atravesados querían decirme del futuro, de las gentes, de las voces y los recuerdos. Así aprendí a distraer mi tiempo, acomodarme en la meada estera, a deletrear las líneas de la noche y dibujar mensajes y presagios. Fui guardando cada revelación en las alforjas de mi pecho receloso y taimado, hasta encontrar la ruta del encanto y la confianza, hasta el primer amigo que fuera revelado. Desde entonces me hice el más famoso soñador de aquellos pueblos cortados por caminos de herradura. El sabio de la estera, chamán de la verdad. La suerte me acogió bajo su amparo y no faltaron, desde entonces, sueños que ofrecer a las gentes del pueblo y de los pueblos viejos, esparcidos como retazos rotos de una vestido usado muchas veces. Regados por un río patizambo que no encontraba el mar. Todo marchaba de perlas divinas, el tiempo despacito me llevaba con la juventud airada y los bolsillos llenos. Era un principal en la comarca, casi un doctor o un cura, más que un maestro de escuela o el carnicero del mercado.

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Hasta la tarde de agosto que vino a vivir al pueblo la Luzdina Huatay. La carroza del martes me trajo cascabeles y quebrantos ¡mal haya el sol de agosto y la puta espina que me clavó en el pecho con sus ojazos negros! Su familia se instaló en mi pueblo y desde entonces mi vida cambió. Acostumbrado, cholo vanidoso, a recibir tributo y buenos días de viejos y señoras, serranos y mulatos, la indiferencia de esas nuevas gentes me maltrató el buen nombre que ostentaba. En aquellas pobladas areniscas, sólo ellos supieron ignorarme ¡Tonterías de cholos! ¡Cojudeces! ¡Creeencias de ignorantes! y un bien nutrido etcétera que amenazaba terminar con mi fama de buen soñador. Luzdina despiadada, se me negaba a dar una mirada, la miel de su sonrisa. En vano los regalos y los versos que compré para ella al poeta del pueblo. Mi pecho se inclinaba a su paso descuidando la estera de presagios. Clientes apurados desesperaban cada anochecer, mientras mi corazón rondaba sus esquinas de viento y polvareda. De nada me valía tanta hembrita regalada, olvidada. Luzdina era mi dulce amapola, mi rosa de los vientos, luz divina. Pero la muy malvada desdeñaba mis horas al acecho de su paso, mis lágrimas caídas en su puerta. Mas, aún en mi desdicha, pude sacar partido de la situación. El desdén de mi chola consentida, me trajo la mayor clarividencia en cada sueño. El tiempo consumía mis esperas y un día de arrebatos y cañazo, no pude resistirme a la punzada del despecho y salí de mi casa a robar su encuentro. Me prendí de su talle, me trepé por su trenza, me arropé con su aliento y la hice mía. Difícil no me fue. Se resistió lo propio, pero al fin se dejó y fuimos tan felices esa noche, como nunca jamás. La muy ladina supo del jolgorio de mi cuerpo contra el suyo, se apretó con sus carnes redonditas a mi pecho y comenzó a quererme de pura compasión por tanto amor que le ofrecía yo. Iniciamos la vida hembra y varón, mi Luzdina golosa se tendía en la estera de querernos, a esperarme lueguito de los sueños bien pagados, para soñar conmigo un tiempo a solas. 

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Dicen que soñar no cuesta nada. Y desde entonces fue abandonándome la luz de los presagios, la forma de sentir antes del miedo, la voz alta y segura. Ensayé tantas mañas y lugares. La posición correcta, cara al cielo de los besos de Luzdina, quien con sus ojos de torcaza hechicera consumía mi tiempo de soñar un rito antiguo como mis manos averiguando todos los secretos de su cuerpo en cada noche que fui perdiendo el sueño. Así y como quien quiere no rendirse, pues tuve que inventarme los presagios por no romper con una clientela asegurada que cada noche, insaciable, pedía siempre más, consumiéndome todo, ardiendo en el infierno del cuerpo de mi china. Mi fama de soñador de pueblo creció con las mentiras de cada noche a ciegas y nunca fui más sabio en el consejo, y más afortunado con el billete que durante ese tiempo de sequia. Pero como en la vida nadita es eterno, la pasión de Luzdina fue menguando. Ya no eran sus manos hurgando los bolsillos de mis ansias, descosiendo los forros de mi latir desaforado, haciéndome olvidar cada presagio que la vida me gritaba al oído. Ni su trenza partida de reflejos retintos, la cadena invencible de mi tiempo. Se fue volviendo fría y silenciosa, tristísima y distante. Al volver de los ritos de fingir un llamado de los sueños, la encontraba dormida, o fingiendo dormir. Yo notaba sus cambios de calores y matices, sus sollozos a solas, sus instintos dormidos, sus ganas de volar. 

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Tan sólo se llevó su larga trenza, húmeda de lágrimas. Me dejó, en un adiós sin pañuelos, la casa desolada, la estera arrinconada contra el frío, sus vestiditos viejos, sus zapatitos rojos, el infierno de amanecer sin ella envuelto en el tufo del cañazo. Cuando la llamo a gritos y la busco en toditos los caminos que al infierno se irán un día cualquiera. Pregunto por su huella a cada piedra, a cada caminante, a cada hechicero, a las vírgenes locas, a los viejos mendigos con sus llagas abiertas yo les muestro mi pecho y mi llagas más hondas. A todo el mundo perro le pregunté por ella. Nadie me supo dar una respuesta. Lo único que regresó a mi estera podrida de llorarle a solas, fue la virtud sin luces del presagio. Pero ya nadie quiso acreditarme luego, un borracho de pena y de guarapo, perdido entre las calles, abandonado y loco, nada puede decir a los demás.

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Y la sigo buscando. Sé que se fue con otro, me lo dijo un presagio y no quise creerle a mi verdad. Tengo el puñal cebado y duermo a la intemperie con los ojos abiertos, repletitos de estrellas. El dolor de la ofensa me lleva a flor de piel y a su sombra de guarango tardío, tiendo mi estera para recordar, con dolor y con rabia. Aún pregunto por ella. ¡La mataré! ¡Lo juro por la noche maldita! Poco importa si olvido los presagios, si el río encuentra al mar, al fin y al cabo ¡de algo hay que morir!  

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Mariana Llano, 7-May-1999

Modificado el sábado, 02 de septiembre de 2006

 

Ilustración : DESSON

http://www.webstergalleries.com/chiasson.htm

 

Federico GARCÍA LORCA

Federico GARCÍA LORCA

  

Federico García Lorca
(España, 1898-1936)
 

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Poeta y dramaturgo español; es el escritor de esta nacionalidad más famoso del siglo XX y uno de sus artistas supremos. Su asesinato durante los primeros días de la Guerra Civil española hizo de él una víctima especialmente notable del franquismo, lo que contribuyó a que se conociera su obra. Sin embargo, sesenta años después del crimen, su valoración y su prestigio universal permanecen inalterados. Nació en Fuente Vaqueros (Granada), en el seno de una familia de posición económica desahogada. Estudió bachillerato y música en su ciudad natal y, entre 1919 y 1928, vivió en la Residencia de Estudiantes, de Madrid, un centro importante de intercambios culturales donde se hizo amigo del pintor Salvador Dalí, el cineasta Luis Buñuel y el también poeta Rafael Alberti, entre otros, a quienes cautivó con sus múltiples talentos. Viajó a Nueva York y Cuba en 1929-30. Volvió a España y escribió obras teatrales que le hicieron muy famoso. Fue director del teatro universitario La Barraca, conferenciante, compositor de canciones y tuvo mucho éxito en Argentina y Uruguay, países a los que viajó en 1933-34.   

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DANZA DE LA MUERTE

«Un pájaro de papel en el pecho dice que el tiempo de los besos no ha llegado.» VICENTE ALEIXANDRE 

El Mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo viene del África a New York!

Se fueron los árboles de la pimienta,
los pequeños botones de fósforo.
Se fueron los camellos de carne desgarrada
y los valles de luz que el cisne levantaba con el pico.

Era el momento de las cosas secas,
de la espiga en el ojo y el gato laminado,
del óxido de hierro de los grandes puentes
y el definitivo silencio del corcho.

Era la gran reunión de los animales muertos,
traspasados por las espadas de la luz;
la alegría eterna del hipopótamo con las pezuñas de ceniza
y de la gacela con una siempreviva en la garganta.

En la marchita soledad sin honda
el abollado mascarón danzaba.
Medio lado del mundo era de arena,
mercurio y sol dormido el otro medio.

El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Arena, caimán y miedo sobre Nueva York!

***

Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío
donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano.
Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo,
con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles,

acabó con los más leves tallitos del canto
y se fue al diluvio empaquetado de la savia,
a través del descanso de los últimos desfiles,
levantando con el rabo pedazos de espejo.

Cuando el chino lloraba en el tejado
sin encontrar el desnudo de su mujer
y el director del banco observaba el manómetro
que mide el cruel silencio de la moneda,
el mascarón llegaba al Wall Street.

No es extraño para la danza
este columbario que pone los ojos amarillos.
De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que atraviesa el corazón de todos los niños pobres.
El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico,
ignorantes en su frenesí de la luz original.

Porque si la rueda olvida su fórmula,
ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos;
y si una llama quema los helados proyectos,
el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas.
No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo.

El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,
entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados
que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces,
¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje,
tendida en la frontera de la nieve!

El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York! 
 

***

Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.

La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro
para fingir una muerta semilla de manzana.
El aire de la llanura, empujado por los pastores,
temblaba con un miedo de molusco sin concha.

Pero no son los muertos los que bailan,
estoy seguro.
Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos.
Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;
son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,
los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,
los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta
o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.

¡Que no baile el Papa!
¡No, que no baile el Papa!
Ni el Rey,
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni construcciones, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo este mascarón,
este mascarón de vieja escarlatina,
¡sólo este mascarón!

Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!

El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!
  

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Libro de F.G. LORCA

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CASIDA DE LA MUCHACHA DORADA

La muchacha dorada
se bañaba en el agua
y el agua se doraba.

Las algas y las ramas
en sombra la asombraban
y el ruiseñor cantaba
por la muchacha blanca.

Vino la noche clara,
turbia de plata mata,
con peladas montañas
bajo la brisa parda.

La muchacha mojada
era blanca en el agua,
y el agua, llamarada.

Vino el alba sin mancha,
con mil caras de vaca,
yerta y amortajada
con heladas guirnaldas.

La muchacha de lágrimas
se bañaba entre llamas,
y el ruiseñor lloraba
con las alas quemadas.

La muchacha dorada
era una blanca garza
y el agua la doraba.
 

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Imagen de Lorca en Italia

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SEVILLA

Sevilla es una torre
llena de arqueros finos.

Sevilla para herir.
Córdoba para morir.

Una ciudad que acecha
largos ritmos,
y los enrosca
como laberintos.
Como tallos de parra
encendidos.

¡Sevilla para herir! Bajo el arco del cielo,
sobre su llano limpio,
dispara la constante
saeta de su río.

¡Córdoba para morir! Y loca de horizonte,
mezcla en su vino
lo amargo de Don Juan
y lo perfecto de Dioniso.

Sevilla para herir.
¡Siempre Sevilla para herir!
 

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CRUCIFIXIÓN

La luna pudo detenerse al fin por la curva blanquísima de los caballos.
Un rayo de luz violenta que se escapaba de la herida
proyectó en el cielo el instante de la circuncisión de un niño muerto.

La sangre bajaba por el monte y los ángeles la buscaban,
pero los cálices eran de viento y al fin llenaba los zapatos.
Cojos perros fumaban sus pipas y un olor de cuero caliente
ponía grises los labios redondos de los que vomitaban en las esquinas.
Y llegaban largos alaridos por el Sur de la noche seca.
Era que la luna quemaba con sus bujías el falo de los caballos.
Un sastre especialista en púrpura
había encerrado a tres santas mujeres
y les enseñaba una calavera por los vidrios de la ventana.
Las tres en el arrabal rodeaban a un camello blanco,
que lloraba porque al alba
tenía que pasar sin remedio por el ojo de una aguja.
¡Oh cruz! ¡Oh clavos! ¡Oh espina!
¡Oh espina clavada en el hueso hasta que se oxíden los planetas!
Como nadie volvía la cabeza, el cielo pudo desnudarse.
Entonces se oyó la gran voz y los fariseos dijeron:
Esa maldita vaca tiene las tetas llenas de leche.
La muchedumbre cerraba las puertas
y la lluvia bajaba por las calles decidida a mojar el corazón
mientras la tarde se puso turbia de latidos y leñadores
y la oscura ciudad agonizaba bajo el martillo de los carpinteros.

Esa maldita vaca
tiene las tetas llenas de perdigones,
dijeron los fariseos.
Pero la sangre mojó sus pies y los espíritus inmundos
estrellaban ampollas de laguna sobre las paredes del templo.
Se supo el momento preciso de la salvación de nuestra vida.
Porque la luna lavó con agua
las quemaduras de los caballos
y no la niña viva que callaron en la arena.
Entonces salieron los fríos cantando sus canciones
y las ranas encendieron sus lumbres en la doble orilla del rio.
Esa maldita vaca, maldita, maldita, maldita
no nos dejará dormir, dijeron los fariseos,
y se alejaron a sus casas por el tumulto de la calle
dando empujones a los borrachos y escupiendo sal de los sacrificios
mientras la sangre los seguía con un balido de cordero.

Fue entonces
y la tierra despertó arrojando temblorosos ríos de polilla.
  

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Leer más :

http://home.tiscali.be/ericlaermans/cultural/fglorca.html

http://www.garcia-lorca.org/http://jaserrano.com/glorca/

http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1953

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Museo de Bellas Artes de BILBAO/Casimir MALEVICH

Museo de Bellas Artes de BILBAO/Casimir MALEVICH

     

Incursión en el mundo de la pintura…

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Casimir MALEVICH pintor y teórico ruso Kiev, 1878 - Leningrado, 1935. Nace en una familia polaca deportada a Rusia y estudia en Moscú, a donde llega en 1906. Allí tiene la oportunidad de contemplar la obra de los postimpresionistas y de los fauvistas en las colecciones Shchukin y Morosov. Amigo de Larionov y Gontcharova, sus pinturas en esta época tienen un marcado acento social, siendo el tema central el campesinado, expresado de forma primitiva. Figuras tubulares que recuerdan a Léger en paisajes de formas simplificadas y contrastes de color, le conducen en 1911 a la investigación del cubismo analítico y al desarrollo de un estilo personal que denomina cubo-futurismo. La influencia de Picasso y Braque deriva en la utilización del "collage"; así mismo es atraído por el cubismo sintético, como se aprecia en Un inglés en Moscú (1914). En contacto con los poetas futuristas rusos, realiza los diseños para la escenografía de la opera Victoria sobre el sol (1913), de Kruchenyk, y es ahí donde inicia la liberación de la realidad objetiva. Dos años de intenso trabajo culminan en la "Última Exposición Futurista 0.10" en Petrogrado (1915). En ella presenta Cuadro negro sobre fondo blanco, obra clave que explica su experiencia: "...en 1913, a lo largo de mis esfuerzos desesperados para liberar el arte del lastre de la objetividad me refugié en la forma del cuadrado...". Califica en sus escritos este arte como "no objetivo" y define como suprematismo "la supremacía de la sensibilidad pura en las artes figurativas". Formas geométricas simples y colores planos construyen cuadros que carecen de sentido utilitario y que no evocan sentimientos, llegando incluso a prescindir del color. La economía máxima de medios culmina en Cuadrado blanco sobre fondo blanco (1918). Posteriormente se dedica a aplicar sus investigaciones a la enseñanza y a la realización de unas maquetas fantásticas que bordean la frontera entre la arquitectura y la escultura abstracta. Precursor del minimalismo, su obra es fuente de inspiración para Moholy – Nagy, Reinhardt Mucha, Newman y Klein.   

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El arte depurado 

Completa exposición de Malevich

en el Museo de Bellas Artes de Bilbao

Del 10 de julio

al 10 de septiembre de 2006     

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Tras su exitoso paso por la sala de exposiciones de La Pedrera, en Barcelona, recalan en el Museo de Bellas Artes de Bilbao más de cien obras de Casimir Malevich, en la que está considerada la mayor y más completa exposición que sobre el artista ruso se haya realizado nunca en España. La selección de trabajos presentes, que comprenden todas las etapas, estilos y movimientos con los que experimentó y maduró el artista, ha sido realizada por tres de los mayores expertos en la obra de Malevich: Jean-Claude Marcadé, Jean-Hubert Martin y Evgenia Petrova. Varios museos internacionales como el Hermitage de San Petersburgo, la Galería Tretiakov de Moscú y el Centre Pompidou de París, además de otros de carácter provincial y coleccionistas particulares han contribuido para que se pudiera llevar a cabo esta profunda revisión de la obra de uno de los más importantes artistas de las denominadas vanguardias rusas que tan de actualidad han estado en los últimos meses y que han sido objeto de varias exposiciones de interés.

Hablar de sus inicios en el mundo de la pintura supone hablar de algunos primeros contactos con el impresionismo (1) y el simbolismo (2), a través de las influencias europeas la primera década del siglo XX. A continuación serían el fauvismo (3) -del que Malevich practicó una variante caracterizada por los colores intensos, pincelada suelta y ciertas reminiscencias iconográficas al simbolismo, cuya mejor obra es su Autorretrato (1808-10)- y también el cubo-futurismo (4) los movimientos que llamaron su atención y que tuvieron también su importancia en el desarrollo de la carrera del artista, que se convertía cada vez más en amante del color y las formas puras. El suprematismo (5) fue sin duda el movimiento artístico que más fama reportó a la figura de Malevich, aportando él a su vez a la historia del arte una de las contribuciones más interesantes del siglo XX y dando lugar en 1915 al primer monocromo de la historia de la pintura con Cuadrángulo negro, negro rodeado de blanco en el que el blanco hace las funciones del marco. Sus cuadrados (Cuadrado negro, 1923), cruces (Cruz negra, 1923), triángulos y círculos (Círculo negro, 1923) son la depuración máxima de la obra, eliminando cualquier rastro de superficialidad. Es la apuesta más radical llevada a cabo hasta ese momento a favor de la abstracción más absoluta. Sin embargo, y como bien puede seguirse en esta exposición, unos años más tarde, hacia 1930, se produciría una vuelta a la figuración y a la representación de campesinos, ahora sin rostro y en posiciones estáticas con los que quería denunciar la trágica situación de este colectivo en la Unión Soviética.   

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Pintura de Pablo Picaso

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Museo de Bellas Artes de Bilbao: http://www.masdearte.com/

Guggenheim Museum : http://www.guggenheim.org/

Centre Pompidou : http://www.centrepompidou.fr

L'Hermitage : http://www.hermitagemuseum.org/html_En/index.html

Galería Tretiakov: http://www.tretyakovgallery.ru/english/

La Pedrera: http://www.caixacat.es/caixacat/introflash.htm    

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(1) La historia del movimiento se inicia a comienzos de los años setenta del siglo XIX cuando un grupo de pintores apoyados por algunos marchantes, como Paul Durand Ruel, deciden fundar una "Sociedad Anónima Cooperativa" y realizar su propia exposición en 1874, en París y en casa del fotógrafo Nadar, lejos de la tutela del Estado. El crítico Louis Leroy utiliza el término "impresionismo" para designarlos despectivamente al contemplar la pintura de Monet, Impresión: Sol naciente. Poco después, los críticos Castagnary y Rivière lo utilizan para describir su estilo. Junto con Monet, Renoir, Sisley y Pisarro, que reconocen a Manet como su maestro, pretenden captar los efectos de la luz y de la atmósfera en la realidad objetiva. Su pintura al aire libre tiene como precedente a los artistas de la Escuela de Barbizon; pero los impresionistas abandonan los planteamientos nostálgicos de aquéllos y salen definitivamente del estudio. Esto les obliga a utilizar el color directamente extraído del tubo, en pinceladas cortas y rápidas, con frecuencia empastadas, en detrimento del dibujo. Inciden de este modo en la materialidad de la obra de arte, en la valoración de la pintura en si misma, no como representación. El cuadro deja de ser ventana y mera imitación de la realidad. Su condición de coloristas les lleva a eliminar los negros y los tonos pardos para acentuar así la sensación de luz y color. Por otra parte, el conocimiento de las teorías de Chevreul, les exime de la preocupación por la composición, siendo el ojo del espectador el que debe ordenar el conjunto. Todo esto convierte a este movimiento en pieza clave para la historia de la pintura, ya que posibilita la transición del realismo del siglo XIX al neo-impresionismo y a los movimientos del siglo XX, que afirman la validez de la pintura como tal.   

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(2) Término que se utiliza para designar a la tendencia artística que se vale de símbolos para buscar el conocimiento intelectivo y la expresión conceptual. El simbolismo por antonomasia es un movimiento francés del siglo XIX. Consideran la obra de arte como el equivalente de la emoción que provoca una experiencia y cuyos elementos visuales han sido transformados más que representados. Conciben el arte como un sueño, lo que les relaciona con la revelación freudiana de las leyes de la experiencia psíquica y que tiene como consecuencia la búsqueda de las leyes del arte mismo en el estudio de los objetos producidos por los pueblos primitivos. De esta investigación sale la mayor parte del arte de los últimos años del siglo XIX y crea las premisas del arte del siglo XX. Entre sus precursores Gustave Moreau, Puvis de Chavannes y Odilon Redon; su máximo representante, Paul Gauguin   

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(3) Movimiento que surge de la unión de una serie de amigos en contra del arte académico y de los planteamientos que derivan del impresionismo y conceden más importancia al fenómeno de la visión que a la percepción total. Lo forman tres grupos de artistas que proceden de lugares diferentes: Matisse, Manguin, Camoin y Marquet, discípulos de Gustave Moreau; Dufy, Friesz y Braque, de El Havre, y Derain y Vlaminck, de Chatou. Aunque ya pintaban desde 1902, el grupo toma conciencia de si mismo en el "Salón de Otoño" de 1905, cuando el crítico Louis Vauxcelles les denomina "fauves"(fieras), y en el "Salón de Independientes" de 1906. Admiran la pintura de Van Gogh y de Gauguin y bajo el liderazgo de Matisse optan por la utilización arbitraria del color como elemento estructural y expresivo. Se sitúan así cercanos al expresionismo, pero sus composiciones buscan el equilibrio mediante el color puro y sin mezclas. El dibujo se limita a sugerir los límites de las formas por lo que el fauvismo supone el triunfo del color frente a él. Aunque el movimiento carece de escritos teóricos y manifiestos y su existencia es corta en el tiempo, ya que sus miembros se disgregan a partir de 1908, es la primera de las revoluciones de arte del siglo XX y trasciende su influencia a "Die Brücke" y "Der Blaue Reiter".   

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(4) Término utilizado por Malevitch para describir los temas rurales de carácter primitivista, introducidos por Gontcharova, y tratados al modo de las primeras obras “tubulares” de Léger. Estos lienzos formaban parte de las exposiciones La cola del burro y la Diana (1912 - 1913), y están caracterizados por la presencia de formas cilíndricas iluminadas intensamente que servían para representar miembros y cuerpos; y donde el paisaje queda reducido a secuencias de planos angulares que proporcionan espacio tan sólo para las figuras principales. Al combinar a su vez elementos cubistas y futuristas, el futurismo ruso posee un aspecto distinto respecto al italiano, al otorgar mucha importancia a la expresión de la intensidad de la vida moderna y no solo aceptarlo como mera técnica. El afilador de cuchillos (1912), es ejemplo claro de esta técnica pictórica utilizada por Malevich.   

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(5) Movimiento de arte abstracto ruso lanzado por Malevich en 1915. Sus cuadros suprematistas son las obras abstractas más radicalmente puras creadas hasta esa fecha, pues se limitan a formas geométricas simples, el cuadrado, el triángulo, el círculo, la cruz y el rectángulo, y una reducida gama de colores. Según el artista ruso, todo lo expresivo y anecdótico que se encuentra todavía en la abstracción debe ser extirpado, aplicándose formas puras y absolutas en la plasmación de armonías sencillas. Tras depurar al máximo sus ideas en una serie de cuadros de un cuadrado blanco sobre fondo blanco (hacia 1918), dio por concluido el movimiento. El suprematismo fue el vehículo de las ideas espirituales de Malevich. Aunque sus seguidores directos en Rusia fueron figuras menores, ejerció una gran influencia en el desarrollo del arte y el diseño en Occidente, en concreto en la Bauhaus.   

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Ilustración : Siegfried Woldhek - http://www.woldhek.nl/ 

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VOCALIS/José Ángel VALENTE

VOCALIS/José Ángel VALENTE

  

VOCALIS

Revista de literatura, poesía y arte 

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E-mail: vocalis@poetic.com

Sitio: http://es.geocities.com/revista_vocalis/index.html

  

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José Ángel Valente por Bonitus 

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José Ángel Valente es, sin duda, uno de los escritores españoles más importantes y significativos de la literatura de postguerra, pero, al mismo tiempo, es también una de las personalidades intelectuales más relevantes de la cultura europea del siglo XX.

Nacido en Ourense el 25 de abril de 1929, vivió su infancia y su adolescencia en Galicia, en cuya Universidad comenzó a estudiar Derecho. En los años cuarenta publicó versos en gallego y se relacionó con el galleguismo cultural, actitud lingüística que brotará en los años ochenta con el poemario Sete cántigas de alén (1981), luego ampliado en Cántigas de alén (1989), y con otros escritos en prosa de motivación galaica. Además, Galicia -y, particularmente, su ciudad natal- tiene una importante presencia en su obra en castellano.

La obra en verso de José Ángel Valente, muy personal e independiente, fue insertada con mayor o menor fortuna interpretativa, pero innegable perspectiva cronológica, en el llamado grupo poético de los años cincuenta o generación del medio siglo. Sin embargo, el permanente alejamiento físico e intelectual del poeta, la renovadora originalidad de su obra y la deliberada desconexión de uno y otra con respecto a dicho agrupamiento, hacen de José Ángel Valente un autor único y singular, ajeno a toda escuela y a cualquier tendencia preestablecida. Se trata, en fin, de un poeta diferente, que, como ya se escribió, es lo mejor que se puede decir de un poeta.

Su trayectoria poética castellana es sobradamente conocida por el lugar central que ocupa en la literatura española de postguerra y por su progresiva apertura a la más avanzada modernidad europea. Así lo atestiguan sus libros y opúsculos A modo de esperanza (1955), Poemas a Lázaro (1960), La memoria y los signos (1966), Siete representaciones (1967), Breve son (1968), Presentación y memorial para un monumento (1970), El inocente (1970), Treinta y siete fragmentos (1972), El fin de la edad de plata (1973), Interior con figuras (1976), Material memoria (1978), Tres lecciones de tinieblas (1980), Estancias (1981), Tránsito (1982), Mandorla (1982), El fulgor (1984), Nueve poemas (1986), Al dios del lugar (1989), No amanece el cantor (1992, premio Nacional de Poesía) y Fragmentos de un libro fututo (2000).

Con el título de Punto cero, recogió su poesía en 1972 (incluyendo también Treinta y siete fragmentos, obra no publicada en edición independiente hasta 1989) y en 1980. Fue antologado en Noventa y nueve poemas (1981), por José-Miguel Ullán, y en Entrada en materia (1985), por Jacques Ancet, así como traducido al francés, portugués, italiano, inglés y alemán en libros y revistas editados en Francia, Canadá, Bélgica, Portugal, Italia, Gran Bretaña, Estados Unidos y Alemania. Además, alguno de sus poemas castellanos fue traducido al gallego, mientras que su obra en gallego fue traducida íntegramente al castellano y al catalán. Esporádicamente, escribió también versos en francés, como los contenidos en el pliego A Madame Chi, en remerciement du réveil (1982).

Su conexión con la más granada tradición poética occidental puede apreciarse también en sus traducciones de creadores de tan diversa procedencia lingüística como John Donne, John Keats, Gerard Manley Hopkins, Konstantinos Cavafis, Benjamin Péret, Paul Celan, Eugenio Montale o Edmond Jabés, así como, incluso, en su versión inédita del prólogo griego al Evangelio según San Juan.

En cuanto a su relación con la más fructífera avanzada artística europea, puede recordarse que es autor de libros de arte en colaboración con pintores como Antonio Saura (Emblemas, 1978), Antoni Tàpies (El péndulo inmóvil, 1982), Paul Rebeyrolle (Desaparición Figuras, 1982) o Jürgen Partenheimer (Raíz de lo cantable, 1991), así como con la fotógrafa Jeanne Chevalier (Calas, 1980).

Cultivador de la más rigurosa prosa poética y narrativa, su primera obra de este género, Número trece (1971), fue secuestrada por la censura franquista y le ocasionó un auto de procesamiento, pero pudo ser parcialmente reunida en El fin de la Edad de Plata (1973), ciclo complementado más adelante con Nueve enunciaciones (1982).

Colaboró muy asiduamente en la prensa cultural española de postguerra, a veces en modo polémico, pero siempre esclarecedor. Buena parte de sus ensayos esparcidos por medios diversos fueron reunidos en Las palabras de la tribu (1971) y en La piedra y el centro (1983). A este último volumen incorporó su Ensayo sobre Miguel de Molinos, que había servido de introducción a su edición de la Guía espiritual, seguida de Fragmentos de la «Defensa de la contemplación», de dicho místico heterodoxo (1974), textos sobre los que volvió en prólogo y edición posteriores (1989). Como Lectura en Tenerife (1989) fue publicada una presentación y selección de textos propios leídos en dicha isla.

El reconocimiento crítico de la obra en verso y en prosa de José Ángel Valente fue inmediato y perdurable, aunque no siempre estuvo a la altura de su calidad literaria. Su primer libro, A modo de esperanza, obtuvo el Premio Adonais, mientras que el segundo, Poemas a Lázaro, recibió el Premio de la Crítica. Después de un cierto despego de los medios culturales españoles en beneficio de su independencia moral y creativa, se reanudó su reconocimiento en aquellos al concedérsele de nuevo el Premio de la Crítica por Tres lecciones de tinieblas, el Premio de la Fundación Pablo Iglesias (1984) y el Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1988).

Desde el principio, su obra mereció la atención de los más importantes estudiosos y escritores (desde Emilio Alarcos Llorach a Pere Gimferrer), a veces significativamente relacionados con espacios diversos de Europa (como Oreste Macrí, Gustav Siebenmann o María Zambrano), de Africa (como Juan Goytisolo o Edmond Amran El Maleh) y de América (como José Lezama Lima, Andrew P. Debicki, José Olivio Jiménez o Juan Gelman).

La riqueza de géneros, formas, contenidos y connotaciones multiartísticas de la obra de José Ángel Valente, tan variada como coherente, está fundamentada en la máxima exigencia crítica y creativa que cualquier escritor en castellano haya tenido alguna vez. No en vano supone al tiempo la culminación del ensamblaje de maestría de la tradición renacentísta y barroca castellana (San Juan de la Cruz, Góngora, Quevedo), conexión con el arte de la meditación (metafísicos ingleses, ascéticos y místicos españoles) y asimilación universalista de la tradición de la ruptura que postulaba Octavio Paz (románticos alemanes e ingleses, simbolistas franceses, postsimbolistas europeos y americanos de vanguardia). Manifestación de la verdadera vanguardia y conciencia crítica de la sociedad contemporánea, la obra literaria y la reflexión intelectual de José Ángel Valente constituyen, en suma, una aportación honesta, radical, completa y absolutamente ejemplar a la cultura de la búsqueda y del conocimiento.

Ref. artículo :  http://es.geocities.com/revista_vocalis/valente.html