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Rolando REVAGLIATTI/ADAMAR

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De: "Eduardo"
Asunto: En el 50 aniversario de la muerte de Pío Baroja



LAS LLAMAS DE LA LIBERTAD
© Eduardo de Benito


El próximo 30 de este mes se cumple el 50 aniversario de la muerte de Pío Baroja, uno de los novelistas más importantes de nuestra lengua. Allá en su juventud simpatizó con las doctrinas sociales del anarquismo, especialmente explícito en su novela "Aurora roja", aunque no llegara a militar en ningún movimiento organizado. Con motivo de ese aniversario os envío estas líneas sobre Baroja, y otros escritores de la Generación del 98 Las postrimerías del siglo XIX y las primeras luces del XX ven nacer  en España la figura del bohemio, son escritores de alharaca,  vestimentas estrafalaria y noctámbula afición al exceso de libaciones. Tiene la bohemia sus raíces en Francia, donde fue inicialmente retratada por el novelista Henri Mürger en sus "Escenas de la vida bohemia", que serviría a Giacomo Puccini y a Ruggiero Leoncavallo para componer sus respectivas óperas que comparten título: "La boheme". Las novelas de Teophile Gautier, el BarrioLatino, Verlaine y los versos de Victor Hugo son los modelos a imitar.

Socialmente el bohemio es un intelectual o un artista,  individualista, anárquico, que simpatiza con las ideas ácratas que se expanden por Europa a partir del pensamiento de Bakunin y trata de organizarse frente a una sociedad en creciente capitalismo.

Alejandro Sawa y Emilio Carrere son los escritores españoles paradigma de la bohemia, pero también los hermanos Baroja (Ricardo y Pío), Valle-Inclán o Azorín se situaron en sus años mozos dentro de este abigarro grupo de vividores. Un novelista de curiosa obra, santón del anarquismo literario en España, fue Ernesto Bark, nacido en Rusia en 1858. Perseguido por la policía zarista se exilia a España, donde llegar a dominar el castellano, y entabla amistad con Valle-Inclán, los Baroja y Azorín. En el drama "Luces de bohemia" de Valle-Inclán aparece con el nombre de Basilio Soulinake. Bark es autor de varias novelas folletinescas que aparecieron por entregas en la prensa diaria, como "Los vencidos", mezcla de novela de aventuras, ensayo filosófico y panfleto anarquista, pero su obra más popular es "La santa Bohemia" de 1910. La ideología de Bark era conocida por los escritores del 98 a través de la revista "Germinal" (1887-1903), de la que fue fundador junto a un notable novelista, Eduardo Zamacois. Era un hombre alto, rubio y con aire de alucinado, en evocación de Pío Baroja y rebelde de melena encendida, roja como un penacho de fuego en la de Sawa. Podemos intuir a un prototipo del místico revolucionario que abundó en Europa en ese periodo entre siglos. Bark fue, en definitiva, un gran difusor del poder de la literatura y el arte como instrumentos de cambio social. Rubén Darío dedicó uno de sus poemas a ensalzar a estos "proletarios intelectuales", como les gustaba apodarse:


Porque cantáis la eterna Marsellesa
que maldice el poder de los tiranos;
porque alzáis ardorosos en las manos
el pendón de la cruz con entereza;
porque deseáis que caiga la cabeza
de la hidra aristocrática, y ufanos
dais al pueblo principios soberanos,
que destruyen del mal la niebla espesa;
porque gritáis que es libre el pensamiento;
que no tiene cadenas la conciencia,
y proclamáis con fuerza y ardimiento
que hoy impera nomás la inteligencia;
la muchedumbre criminal y necia,
os escupe, y os odia, y os desprecia.

Y porque sois soldados de la idea;
porque rompéis la tiara y la corona,
y vuestra voz la libertad pregona;
la libertad que irradia y centellea;
porque deseáis que el Universo vea
cómo una catedral se desmorona
al son del himno que la voz entona
del genio de la luz que vida crea;
porque las tablas de la ley del hombre
mostráis al mundo llenas de verdades,
y de la democracia el sacro nombre
escribís en la faz de estas edades,
tendréis mil bendiciones en la historia
y una palma en el templo de la gloria.


Vemos que la literatura española se puebla de escritores inadaptados, hombres rebeldes, entregados a una verbalización destructiva antes que a una praxis revolucionaria. Dos ejemplos muy claros son Pío Baroja y Azorín, con su rechazo hostil de una realidad nacional en la que no logran integrarse. Los primeros personajes de estos novelistas son hombres sin meta, sin ideales, muchas veces dominados por el cinismo, como Quintín en "La Feria de los discretos", de Baroja, que "solía defender, ante la estupefacción de sus compañeros, que él no tenía ningún entusiasmo por la religión ni por la patria; que no sólo no sacrificaría por ellas su vida, sino que ni siquiera daría un ochavo para salvarlas" Quizá esté en ese desencanto por la vida social y cultural del país el germen del interés que suscitó en algún momento a estos escritores la figura de revolucionarios como Mateo Morral.

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Recordemos a este personaje. Cuando el 31 de mayo de 1906 contrae matrimonio Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Batterberg el público madrileño les aclama a su paso por la calle mayor. Desde un balcón del número 88 Mateo Morral arrojó una bomba oculta en un ramo de rosas. Los monarcas resultaron ilesos pero la explosión ocasionó numerosos muertos entre el séquito y la guardia.

Pío Baroja quedó conmocionado por el atentado y mostró interés por su autor. Mateo Morral pertenecía a la burguesía industrial catalana, había recibido una esmerada educación, completada con su estancia en Alemania, y hablaba varios idiomas, por lo que su relación con escritores e intelectuales simpatizantes con el anarquismo fue natural. Había traducido al español la obra del médico anarquista francés Paul Robin, defensor del malthusianismo, una suerte de suicidio social que consistía en fomentar la "huelga de vientres" en las mujeres, para lograr que el proletariado dejase de proporcionar trabajadores, soldados y prostitutas a la burguesía. Morral editó a sus expensas y repartió gratis entre las obreras unos textos que contenían ideas y métodos abortivos y de control de la natalidad.

Baroja se inspiró en el atentado para pergeñar su novela "La dama errante" y así lo expresa en el prólogo a la misma:

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"La dama errante está inspirada en el atentado de la calle Mayor, contra los reyes de España. Este atentado produjo una enorme sensación. En mí la hizo grande, porque conocía a varios de los que intervinieron en él. Mateo Morral, el autor del atentado, solía ir a un café de la calle de Alcalá, donde nos reuníamos varios escritores. Le solían acompañar un periodista, un empleado del tranvía, llamado Ibarra, que luego estuvo preso después del crimen y un polaco".

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El tal Ibarra es Francisco Ibarra, de oficio tranviario, que escribía cuentos bajo el seudónimo de Copperfield. La trama de la novela es la vida de un médico que tiene que exiliarse a Londres tras la persecución por la policía de intelectuales acusados de haber contribuido en alguna medida al intento de magnicidio.

En junio de 1907, tiene lugar el proceso contra los cómplices del magnicidio por el que fueron juzgados, entre otros, los intelectuales Francisco Ferrer y José Nakens, por supuesta complicidad con Mateo Morral. La defensa de Ferrer, creador de la"Escuela Moderna", un proyecto de aprendizaje racional en libertad que tuvo una notable influencia en los medios pedagógicos de su tiempo, contó con el apoyo de Luis Simarro Lacabra, el fundador de la psiquiatría en España, quien puso los cimientos sobre la relación entre psiquiatría y derecho penal en nuestro ámbito jurídico. Dentro de los numerosos testigos que fueron llamados a declarar se encontraba otro curioso personaje, el escritor gallego Julio Camba, amigo íntimo de Morral. Anarquista en su juventud, había sido expulsado de Argentina por incitar desde la prensa a la huelga revolucionaria, en 1936 apoyó el levantamiento sedicioso del general Francisco Franco y terminó sus días en una lujosa habitación del hotel Palace pagada por el millonario Juan March, el mismo que con su dinero contribuyó al levantamiento militar. Camba no compareció en el juicio; sí se leyó su declaración sumarial en la tercera sesión de la vista. Luego apareció publicada en la revista "España Nueva". Decía: "En dicha diligencia manifestó el testigo citado que profesaba ideas anarquistas, habiendo sido procesado por delitos de imprenta. También manifestó que, siendo director de "El Rebelde", recibió en la redacción, en la calle de Fomento, hace dos años, á Mateo Morral, que le expuso proyectos de viajes comerciales. Examinó el cadáver del anarquista en el Hospital del Buen Suceso, reconociendo á su visitante. Declaró Camba á continuación varios extremos acerca de sus relaciones periodísticas con Francisco Ferrer y con el autor del atentado en las que también intervino Antonio Apolo, amigo de Julio Camba"


En un artículo publicado en julio de 1907 Camba nos describe el rostro de Mateo Morral tras la muerte:

"Yo había conocido á Morral con una barba larga y cuidada, y allí estaba como si no se hubiese afeitado en quince días. Me acerqué y contemplé detenidamente el rostro. Los ojos muy abiertos y como soñando, y en los labios la sonrisa de siempre, pero mucho más acentuada".

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Pío Baroja también retrata al anarquista:

"El hombre era oscuro y silencioso; formaba parte del corro de oyentes que, todavía hace años, tenían las mesas de los cafés donde charlaban los literatos. Después de cometido el atentado y encontrado a Morral muerto cerca de Torrejón de Ardoz, quise ir al hospital del Buen Suceso a ver su cadáver; pero no me dejaron pasar. En cambio, mi hermano Ricardo pasó e hizo un dibujo y luego un aguafuerte del anarquista en la cripta del Buen Suceso. Mi hermano se había acercado al médico militar que estaba de guardia a solicitar el paso, y le vio leyendo una novela mía, también de anarquistas, Aurora Roja. Hablaron los dos con este motivo, y el médico le acompañó a ver a Mateo Morral muerto."

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Y Valle-Inclán, en un prólogo a otra novela del vasco, "El pedigree", nos narra esa misma visita al cadáver del Morral en el hospital del Buen Suceso de Madrid:

"¡Grotescas horas españolas en que todo suena a moneda fullera! Todos los valores tienen hoja -la Historia, la Política, las Armas, las Academias-. Nunca había sido tan mercantilista la que entonces comenzó a llamarse Gran Prensa -G.P.-. ¡Maleante sugestión tiene el anagrama!. En aquellas ramplonas postrimerías, trabé conocimiento con Ricardo Baroja. Treinta años hace que somos amigos. Juntos y fraternos, conversando todas las noches en el rincón de un café, hemos pasado de jóvenes a viejos. Juntos y diletantes asistimos al barnizaje de las exposiciones y a los teatros, a las revueltas populares y a las verbenas: Par a par, hemos sido mirones en bodas reales y fusilamientos. Mateo Morral, pasajero hacia su fin, estuvo en nuestra tertulia la última noche. Le conocimos juntos, y juntos fuimos a verle muerto. Ricardo Baroja hizo entonces una bella aguafuerte: Yo guardo la primera prueba. Ajenos a la vida española, sin una sola atadura por donde recibir provecho, hemos visto con una mirada de buen humor treinta años de Historia."

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Valle Inclán dedicó a Mateo Morral su poema "Rosa en Llamas" y le hizo personaje de su pieza teatral «Luces de Bohemia».


ROSA DE LLAMAS
Ramón María del Valle-Inclán


Versión primera (1918)

Claras lejanías...dunas escampadas...
La luz y la sombra gladiando en el monte.
Tragedia divina de rojas espadas
y alados mancebos, sobre el horizonte.

El camino blanco, el herrén barroso
la sombra lejana de uno que camina,
y en medio del yermo, el perro rabioso,
terrible el gañido de su sed canina

¡No muerdan los canes de la duna ascética
la sombra sombría del que va sin bienes,
el alma en combate, la expresión frenética,
y el ramo de venas saltante en las sienes!

En mi senda estabas, mendigo escotero,
con tu torbellino de acciones y ciencias:
las rojas blasfemias por pan justiciero,
y las utopías de nuevas conciencias.

¡Tú fuiste en mi vida una llamarada
por tu negro verbo de Mateo Morral!
¡Por su dolor negro! ¡Por su alma enconada,
Que estalló en las ruedas del Carro Real!... ROSA DE LLAMAS
Ramón María del Valle-Inclán


Versión corregida (1930)


Ráfagas de ocaso, dunas escampadas.
La luz y la sombra gladiando en el monte:
tragedia de rojas espadas
y alados mancebos, sobre el horizonte.

La culebra de un sendero tenebroso,
la sombra lejana de uno que camina,
en medio del yermo el perro rabioso,
terrible el gañido de su sed canina.

¡Venteaban los canes de la duna ascética
la sombra sombría del que va sin bienes,
alma en combate, la expresión frenética,
un ramo de venas saltante en las sienes!

Lóbrega su estrella le alumbra el sendero
con un torbellino de acciones y ciencias:
las torvas blasfemias por pan justiciero,
y las utopías de nuevas conciencias.

Ráfagas de ocaso, dunas escampadas,
la luz y la sombra gladiando en el monte:
mítica tragedia de rojas espadas
y alados mancebos, sobre el horizonte.



La redacción original de "Luces de bohemia" es de 1920, cuatro años más tarde, en 1924, Valle Inclán le añadió la escena sexta para dar cabida a un anarquista catalán de nombre Mateo (en recuerdo de Mateo Morral), hombre tan comprometido con el futuro tecnológico que propone instalar en la Puerta del Sol una GILLOTINA ELÉCTRICA, y no manual como la usada por los franceses. 

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ESCENA SEXTA

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El calabozo. Sótano mal alumbrado por una candileja. En la sombra se mueve el bulto de un hombre. Blusa, tapabocas y alpargatas. Pasea hablando solo. Repentinamente se abre la puerta. MAX ESTRELLA, empujado y trompicando, rueda al fondo del calabozo. Se cierra de golpe la puerta.

MAX: ¡Canallas! ¡Asalariados! ¡Cobardes!
VOZ FUERA: ¡Aún vas a llevar mancuerna!
MAX: ¡Esbirro!

Sale de la tiniebla el bulto del hombre morador del calabozo. Bajo la luz se le ve esposado, con la cara llena de sangre.

EL PRESO: ¡Buenas noches!
MAX: ¿No estoy solo?
EL PRESO: Así parece.
MAX: ¿Quién eres, compañero?
EL PRESO: Un paria.
MAX: ¿Catalán?
EL PRESO: De todas partes.
MAX: ¡Paria!... Solamente los obreros catalanes aguijan su rebeldía con ese denigrante epíteto. Paria, en bocas como la tuya, es una espuela. Pronto llegará vuestra hora.
EL PRESO: Tiene usted luces que
no todos tienen. Barcelona alimenta una hoguera de odio, soy obrero
barcelonés, y a orgullo lo tengo.
MAX: ¿Eres anarquista?
EL PRESO: Soy lo que me han hecho las Leyes.
MAX: Pertenecemos a la misma Iglesia.
EL PRESO: Usted lleva chalina.
MAX: ¡El dogal de la más horrible servidumbre! Me lo arrancaré, para que hablemos.
EL PRESO: Usted no es proletario.
MAX: Yo soy el dolor de un mal sueño.
EL PRESO: Parece usted hombre de luces. Su hablar es como de otros tiempos.
MAX: Yo soy un poeta ciego.
EL PRESO: ¡No es pequeña desgracia!... En España el trabajo y la inteligencia siempre se han visto menospreciados. Aquí todo lo manda el dinero.
MAX: Hay que establecer la guillotina eléctrica en la Puerta del Sol.
EL PRESO: No basta. El ideal revolucionario tiene que ser la destrucción de la riqueza, como en Rusia. No es suficiente la degollación de todos los ricos. Siempre aparecerá un heredero, y aun cuando se suprima la herencia, no podrá evitarse que los despojados conspiren para recobrarla. Hay que hacer imposible el orden anterior,
y eso sólo se consigue destruyendo la riqueza. Barcelona industrial tiene que hundirse para renacer de sus escombros con otro concepto de la propiedad y del trabajo. En Europa, el patrono de más negra entraña es el catalán, y no digo del mundo porque existen las Colonias Españolas de América. ¡Barcelona solamente se salva pereciendo!
MAX: ¡Barcelona es cara a mi corazón!
EL PRESO: ¡Yo también la recuerdo!
MAX: Yo le debo los únicos goces en la lobreguez de mi ceguera. Todos los días, un patrono muerto, algunas veces, dos... Eso consuela.
EL PRESO: No cuenta usted los obreros que caen...
MAX: Los obreros se reproducen populosamente, de un modo comparable a las moscas. En cambio, los patronos, como los elefantes, como todas las bestias poderosas y prehistóricas, procrean lentamente. Saulo, hay que difundir por el mundo la religión nueva.
EL PRESO: Mi nombre es Mateo.
MAX: Yo te bautizo Saulo. Soy poeta y tengo el derecho al alfabeto. Escucha para cuando seas libre, Saulo. Una buena cacería puede encarecer la piel de patrono catalán por encima del marfil de Calcuta.
EL PRESO: En ello laboramos.
MAX: Y en último consuelo, aun cabe pensar que exterminando al proletario también se extermina al patrón.
EL PRESO: Acabando con la ciudad, acabaremos con el judaísmo barcelonés.
MAX: No me opongo. Barcelona semita sea destruida, como Cartago y Jerusalén. Alea jacta est! Dame la mano.
EL PRESO: Estoy esposado.
MAX: ¿Eres joven? No puedo verte.
EL PRESO: Soy joven. Treinta años.
MAX: ¿De qué te acusan?
EL PRESO: Es cuento largo. Soy tachado de rebelde... No quise dejar el telar por ir a la guerra y levanté un motín en la fábrica. Me denunció el patrón, cumplí condena, recorrí el mundo buscando trabajo, y ahora voy por tránsitos, reclamado de no sé qué jueces. Conozco la suerte que me espera: Cuatro tiros por intento de fuga.
Bueno. Si no es más que eso...
MAX: ¿Pues qué temes?
EL PRESO: Que se diviertan dándome tormento.
MAX: ¡Bárbaros!
EL PRESO: Hay que conocerlos.
MAX: Canallas. ¡Y ésos son los que protestan de la leyenda negra!
EL PRESO: Por siete pesetas, al cruzar un lugar solitario, me sacarán la vida los que tienen a su cargo la defensa del pueblo. ¡Y a esto llaman justicia los ricos canallas!
MAX: Los ricos y los pobres, la barbarie ibérica es unánime.
EL PRESO: ¡Todos!
MAX: ¡Todos! ¿Mateo, dónde está la bomba que destripe el terrón maldito de España?
EL PRESO: Señor poeta que tanto adivina, ¿no ha visto usted una mano levantada?

Se abre la puerta del calabozo, y EL LLAVERO, con jactancia de rufo,
ordena al preso maniatado que le acompañe.

EL LLAVERO: Tú, catalán, ¡disponte!
EL PRESO: Estoy dispuesto.
EL LLAVERO: Pues andando. Gachó, vas a salir en viaje de recreo.

El esposado, con resignada entereza, se acerca al ciego y le toca el hombro con la barba. Se despide hablando a media voz.
EL PRESO: Llegó la mía... Creo que no volveremos a vernos...
MAX: ¡Es horrible!
EL PRESO: Van a matarme... ¿Qué dirá mañana esa Prensa canalla?
MAX: Lo que le manden.
EL PRESO: ¿Está usted llorando?
MAX: De impotencia y de rabia. Abracémonos, hermano.

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Se abrazan. EL CARCELERO y el esposado salen. Vuelve a cerrarse la puerta. MAX ESTRELLA tantea buscando la pared, y se sienta con las piernas cruzadas, en una actitud religiosa, de meditación asiática. Exprime un gran dolor taciturno el bulto del poeta ciego. Llega de fuera tumulto de voces y galopar de caballos.

Para conocer la muerte de Morral vamos a recurrir al testimonio de otro novelista, muy popular y leído en su época y hoy sólo frecuentado por aquellos que hurgamos en el cajón de la literatura añeja, me refiero a Alberto Insúa. Encuadrado entre los escritores novecentistas, también llamados Generación del 14, un grupo muy interesante que ha quedado oculto por el lastre de la importancia cultural de la generación anterior (los del 98) y la posterior (los del 27) pero que introdujo en el arte español los "ismos" europeos: vanguardismo, futurismo, deshumanización del arte y que contó con cabezas tan bien amuebladas como las de Ernesto Gimenez Caballero, Rafael Cansinos Sáenz, Ramón Pérez de Ayala, Benjamín Jarnés o Corpus Barga. Escribe Insúa en sus memorias:


"Pasaron dos o tres días al cabo de los cuales se supo que el autor del regicidio frustrado se llamaba Mateo Morral, que había sido profesor en la escuela del revolucionario Francisco Ferrer, en Barcelona, y que después de refugiarse durante unas horas en la redacción de El Motín, el periódico anarquista de Nakens, anduvo errante por el campo hasta que hambriento entro en un ventorrillo de los alrededores de Torrejón de Ardoz y pidió de comer. Infundió allí sospechas y algunos de los presentes fue a buscar al guardia jurado Francisco Vega. Interrogó este al sospechoso y lo intimó a seguirle. Obedeció Morral, pero a corta distancia del ventorro sacó un revolver, disparó sobre Vega, matándole en el acto y después, con la propia arma, se quitó la vida. Se dijo que cierta mujer había sido la causante indirecta del crimen. Era la amiga íntima del ácrata Ferrer, de la cual se había enamorado Morral. Como ésta lo recharaza el anarquista amenazó "con hacer una locura". Mataría a los reyes. ¿Qué hubo de cierto en esta "novela" que parece urdida por la imaginación de Stendhal? (Años mas tarde personas que trataron a Soledad Villafranca, en París, después del fusilamiento de Ferrer, me dijeron que ella insistía en esta explicación de la tragedia., que habría de constituir en cierto modo, con variantes de lugar y de tiempo, el asunto de una novela corta mía titulada "La hiel"

Resulta doloroso leer el sufrimiento que contienen los primeros escritos de nuestros novelistas del 98, son testimonios de desgarro, consternación, dolor. Exclama Pío Baroja refiriéndose a las vidas tristes: "¡Cuánta hay! ¡Cuántas! Más de las que nos figuramos nosotros. Hay vidas aplazadas por la miseria, vidas turbadas por el dolor, vidas de amargura, vidas de vergüenza, pero ninguna de ellas me da tanta lástima como las perturbadas por la desesperación y el análisis". La capacidad de análisis, es decir, la inteligencia, perturba la vida del hombre, los sume en la desesperación, solo con la imbecilidad se puede ser feliz en la España de 1898. "Si nos fijamos en la fisonomía del hombre que sufre, es parecida a la del hombre que piensa", había escrito Baroja en otra ocasión.


 

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