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Revista Literaria AZUL@RTE

Manuel LOZANO

Manuel LOZANO

Manuel Lozano nació en Córdoba, Argentina. Es escritor (poeta, narrador, crítico literario y ensayista). Ha cursado estudios de literatura y lingüística en Europa. Es “Master en Historia de la Cultura Argentina” (Escuela de Administración Cultural -E.D.A.C-, Bs. As.), habiendo recibido la máxima calificación (10) y la medalla “Victoria Ocampo”, por su tesis “El enigma Silvina Ocampo. La Paradoja y lo Sublime”. Concluyó, en 1998, el “Master en Comunicación”, en la Fundación de Altos Estudios en Arte y Comunicación (F.A.C.U)…

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E-mail : manuel_lozano@arnet.com.ar 

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*

FABULA SOBRE LA MUERTE NOCTURNA DE FAY WRAY  

¡Cómo pude nacer para encantar las ceremonias

ofreciendo mi sangre de musgo, tan oscura y tan joven!

Fui revelada a las piadosas visitaciones de la luz

con un sello de alacrán entre los dientes.

Tan bien me imitaba un desvalido

que creí perderme en su misericordia

por los siglos de los siglos y aún después.

¿Y qué es el después para una bienaventurada

surgiendo entre las rosas calientes pero heridas

de una crucifixión en celuloide?

Ves satin, pero la tela enluta un cráneo de esfinge.

La caverna mortifica espejos negros

donde vuelve la infancia con abuelas bendecidas

alcanzándome un pan gimiente de palabras:

túnel de sangre.

Un corazón envuelto en satin muestra sus lenguas.

Vamos, áncora de desahuciados,

enamórame tras la umbría paciencia.

¿Con qué tigras me arrojaste a este reino?

Si llevo corona de espinas y me escupen con saña,

si retengo ahora un saco de huesos perdido en el planeta,

¿a qué alargar el simulacro de la noche?

Siento un fuego fatal que no me alivia.

¿Qué heráldica distante precede al primer grito? 

Entro en la jungla.  

De su libro "La noche desnuda de rostro ciego"          

*

TIGRIS O EL INCENDIO DE UNA PUESTA DE SOL  

a Edith Sitwell, por el oro de sangre  

Y entonces vuelven los oscuros en el alba del grito.

La boca se cierra para guardar esta pepita ígnea del misterio,

la pequeña caldera que raspo y lamo

con la sangre desnuda nacida en el final

tan sólo por celebración de mis dioses. 

¿Y el álgebra de pestes crujiendo en la memoria?

Ulises anhela desiertos que no puede soñar.

La sombra eléctrica de Artaud

vaga por inmensos pabellones de un hospital de huérfanos.

Apenas empuja el biombo de la vigilia más cruel,

Billie Holiday bendice la vida con su boca de magnolia negra.

¿Lo sabían los pájaros?

Chet Baker -un arcángel- vuelve a caer sobre cráteres

para robar el éxtasis cautivo de estos corazones.

Aquí caer es sumergirse en su vuelo.

-Ellos se mueven-, dirá.

¿Son maniquíes patinando entre las hebras de la carnicería?

Detrás de los huesos oyes el río, oyes la falsa tempestad

porque el recuerdo será siempre tu hijo asesino,

saqueador sin piedad de la escritura.

Aguas de lo imposible, crematorio del fuego,

aguárdenme para entender el voraz alumbramiento.

Un solo rostro vacío ha nacido en la tribu.

El viento arrastra aromas del Paraíso.

¿Lo sabía tu nombre desde el fulgor de cenizas

ardiendo entre los charcos del cofre monstruoso?

Hay que decir los pétalos llagados:

el grito reluce con el oro de su profanación.

Detrás del vaho hay oráculos perdidos, hay cavidades,

un Narciso enlazado a un anciano que es Modigliani,

el desierto suntuoso que musica o estraga.

Tal vez un último sol caiga sobre ellos

como el ciclón de langostas en el viejo castigo.

Se abre la jaula.

Este era el oro que nos prometían.

¿No ves cómo sube la mancha por el cuerpo?

Sube al acecho.¡Sube hasta los ojos que vieron el brillo y la sed!

Sube y me da a luz.

Y entonces vuelven los oscuros en el alba del grito.   

Buenos Aires, julio de 2006      

*

MUSICA PARA CUERDA, PERCUSION Y CELESTA  

El hermoso cadáver, como un crujido desbocado,

-apenas enhiesto-,

flamea en el fulgor tan alto de la noche.

Es inmenso este párpado

queriendo decir la trampa y sus repeticiones.

¿Volvía el sacrilegio de esta efigie,

la desobediencia larguísima de los reflejos

ahondándose en fisuras,

en canaletas de sangre sin repliegues,

en bocas de piedra,

tal vez en ojos mínimos para encarnar

la primera memoria,

en séquito abisal sobre las aguas de un manicomio,

en la letárgica vergüenza de la estirpe?

Ya trizaron tu sumersión

hasta el roto invierno de la desmesura.

Sí, asciende, abrasa por fin

el amparo con que anuncio

la lujosa transparencia.   

New York, 27-IX-2000    __._,_._  

*

TIGRE QUE VUELA   

Sorbida es la muerte en victoria. 1 Corintios, 15:54  

Hay una reina que nace en los combates del día.

El rey aguarda entre las brasas brevisímas

la imantación de una criatura al viento.

Ahora los dos sepultan realidades que sangran

en la vasta pantomima del mundo.

Mudanzas del vuelo (fisuras que te engendran),

esta luz sumerge en carne escalofriante

de arañas y de altares.

¿Y cómo entrarían las garras a tu conciencia:

hacha de jade, hacha de hueso, diente ritual?

La piel estalla por los escalones.

En risas subes el Templo de las Dos Cabezas

tajeando el iris con mi cerbatana de narcisos.

Animal de las tumbas, profáname.

Diuturnidad en los portales de Comizahualt.

Corónate con antifaces de escarnio:

así verás brillante la vasta pantomina.

En la semilla labro el fuego, el alabancioso liquen

y las caras de otro insomnio.

¿Y este alarido? ¿Y estas crías llagadas?

Un vuelo nupcial es mi sobreviviente.  

Buenos Aires, junio de 2006  

*

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