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Revista Literaria AZUL@RTE

CONGLOMERADO CULTURAL

Nicolás HIDROGO NAVARRO/CONGLOMERADO CULTURAL

Nicolás HIDROGO NAVARRO/CONGLOMERADO CULTURAL

CONGLOMERADO CULTURAL

Promoviendo integración de creadores

Lambayeque-Perú

conglomeradocultural2005@yahoo.es 

Tfno. (074)9607442   - (074)283273  (074) 234363 

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“Noches de cuento y poesía”

El espacio Azul Norte Poético-Narrativo 

Reconocido con Resolución Directoral

Nº 030-2005-INC/DL/25 de noviembre 2005

Dirección: Calle 8 de octubre Nº 930-Lambayeque-Perú 

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LA GENERACION DEL 90 TIENE YA SUCESORES LITERARIOS DE POLENDAS

Por Nicolás Hidrogo Navarro

          Pese al fatalismo y desesperación que se cierne sobre lo raleado y rareza de creadores y lectores, existe una contraparte: están quedando pocos, pero realmente los que toman en serio a la literatura y creen en ella con ferviente pasión y devoción.

         Para bien o para mal; para despecho de perdedores y regocijo de los ganadores, los juegos florales siempre han constituido motores de búsqueda e impulso del acto creador, no sólo por el significado de premios que a veces suele ser sólo un poco de billetes o monedas que no alcanzarían sino para vivir con él un mes, sino fundamentalmente porque representa un prestigio y estar a tono con el deseo que tu nombre crezca como la espuma marina en un día de marejada y que las miradas en la noche sean tu centro de atención o que al día siguiente algún diario reproduzca una foto o poemas tuyos.

         Dentro de este contexto el Conglomerado Cultural no sólo se ha convertido en un referente cultural en el norte del Perú y en toda una catapulta de creadores noveles y de aquellos que quieren seguir en la palestra, sino que bajo su impulso motivador nuevos valores jóvenes se han animado a romper esos círculos viciosos de hacerle fanfarria y autobombo a lo amigotes. Hemos roto con todas las mafias de hacer, promover e impulsar literatura, por encima de las generaciones, círculos, individualidades y hasta somos caja de resonancia más que cualquier diario, afiche, cherry de suplementos, institución, estatal o particular.

         Bajo ese contexto surgen las nuevas voces poéticas y narracionales que se levantan como olas encrespadas para dar su elan vital y su tempestad e impulso, más con propuestas que con pose malcriada, de viejos fantasmas que quieren parecer chiquillos, de seudoirreverencia, pasotería ególatra, nadería esquinera, vaguearía, fumarola,  encapsulamientos dipsómanos.

         Es así como César Boyd y Ronald Calle, reafirman su calidad literaria y se imponen a reñidos y competitivos adversarios y logran obtener las preseas más codiciadas de la literatura de la Región Lambayeque.

          Pese al fatalismo y desesperación que se cierne sobre lo raleado y rareza de creadores y lectores, existe una contraparte: están quedando pocos, pero realmente los que toman en serio a la literatura y creen en ella con ferviente pasión y devoción.

         Para bien o para mal; para despecho de perdedores y regocijo de los ganadores, los juegos florales siempre han constituido motores de búsqueda e impulso del acto creador, no sólo por el significado de premios que a veces suele ser sólo un poco de billetes o monedas que no alcanzarían sino para vivir con él un mes, sino fundamentalmente porque representa un prestigio y estar a tono con el deseo que tu nombre crezca como la espuma marina en un día de marejada y que las miradas en la noche sean tu centro de atención o que al día siguiente algún diario reproduzca una foto o poemas tuyos.

         Dentro de este contexto el Conglomerado Cultural no sólo se ha convertido en un referente cultural en el norte del Perú y en toda una catapulta de creadores noveles y de aquellos que quieren seguir en la palestra, sino que bajo su impulso motivador nuevos valores jóvenes se han animado a romper esos círculos viciosos de hacerle fanfarria y autobombo a lo amigotes. Hemos roto con todas las mafias de hacer, promover e impulsar literatura, por encima de las generaciones, círculos, individualidades y hasta somos caja de resonancia más que cualquier diario, afiche, cherry de suplementos, institución, estatal o particular.

         Bajo ese contexto surgen las nuevas voces poéticas y narracionales que se levantan como olas encrespadas para dar su elan vital y su tempestad e impulso, más con propuestas que con pose malcriada, de viejos fantasmas que quieren parecer chiquillos, de seudoirreverencia, pasotería ególatra, nadería esquinera, vaguearía, fumarola,  encapsulamientos dipsómanos.

         Es así como César Boyd y Ronald Calle, reafirman su calidad literaria y se imponen a reñidos y competitivos adversarios y logran obtener las preseas más codiciadas de la literatura de la Región Lambayeque. 

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TEXTOS GANADORES: EN LOS JUEGOS FLORALES MUNICIPALES- GOBIENRO PROVINCIAL CHICLAYO-PERU - NOVIEMBRE 2006

GÉNERO LÍRICO: Poemario ganador

«AGONÍA COMPARTIDA»  Por  Ronald Calle Còrdova

«Hay cosas que no logra matar el tiempo, por ejemplo, mi palabra  

Agonía compartida

«Soy la única tumba que camina, esperando las palabras que le faltan para completar el epitafio.»

Giuliana Mazzetti. 

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El mundo está sudando su verano en mi frente

y su hijo está sufriendo aquí en mis ojos,

le han clavado una daga en su costado:

me está doliendo el corazón.

¡Anda! Toma mi mano,

cubre tu herida

y ven,

levantemos la antorcha del hambre,

miles de hombres nos contemplan.  

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Acercose a mí… 

Acercose a mí un niño

con responsabilidades de padre

–Señor, mi nombre es Pedro, pero más me gusta Juan,

ayúdeme, debo alimentar a mi madre-.

Pedro, tan pequeño e inversamente grande.

Con sus cinco años de mundo

sonríe como hijo, trabaja como padre, responde como hombre. 

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Tal vez sea Pedro o Carlos, por qué no Juan.

Negocia su nombre y lucha. 

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Juan, igual a decir hijo, a decir padre

o a decir hombre,

puede que no duerma

pero sí sueña como niño

tal vez ya no juega,

pero ríe.  

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Juan, con sus apresurados pasos

toma el trapecio de la vida

con irresoluta voluntad…  

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Al paso y peso de mis horas

He visto pasar mi vida en un sueño,

desfilaban mi alma y su corazón

a solas,

y mis ojos puestos en no sé qué mundos.

Han visto alegrías, desconciertos, despedidas…

Y otra vez la gran pregunta:

¿Qué pasa cuando esta chispa de luz se apaga? 

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Mi vida ya se va en este día,

enclaustrada en el ocaso de un instante,

congelada en el espacio, en el tiempo;

entre un secreto de sarcófago,

entre la odisea creada desde mi ceguera,

entre la luz de un amor que ya se extingue. 

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Mi vida ya se va en esta noche,

sumergida en el crepúsculo de un sueño,

bifurcada entre un adiós y un cigarro;

lejos de todos, entre mi divina comedia. 

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Aún tengo la vana pretensión que ciega al hombre;

la de alcanzar la gran promesa.

Aún escribo. 

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Mi vida ya se va, ya se irá.

Aún respiro. 

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Ausencia comprendida

Me he preguntado por tu ausencia y comprendo

que el sentirse solo no es estar en soledad

y miento cuando digo no soportar

la perfecta clonación del tiempo,

cuando me duelo por el niño

al que acabo de robar un pan,

cuando me duelo por el placer

que se averguenza de su nombre. 

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No me preguntes por el vino y tu copa,

apenas siento la caída de mi cuerpo

hacia un vacío sin edad y sin nombre.

No preguntes por la hora,

que igual es tarde o temprano

cuando se quiere ser o estar

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Crónica de un viajero

Y mientras un ave atravieza el claroscuro

avanzo un paso más hacia mi norte.

Giro a la derecha y choco con grietas y más grietas

en la tierra,

perdóname vida,

las he comparado con las grietas de tu alma. 

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A la izquierda volteo

y muchos avanzamos contra el caudal

apenas

vivo

perdóname vida

cuanta gente para tan poco río. 

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He levantado el rostro

queriendo avisorar mi norte

y otra vez el claroscuro con su ave solitaria

perdóname vida

otra vez miro lo mismo. 

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Hacia atrás (como quien voltea, levanta su mano

y por no llorar, sonríe y dice adiós)

sólo tinieblas,

perdóname vida si he volteado tarde. 

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Del hombre, su sed y su lluvia  

Llueve, llueve y su sed no se moja

nomás del rescoldo contraído de su vientre,

su sed no toca, no alcanza,

menos goza del maná en el desierto humano

de su éxodo. 

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La lluvia sigue y su sed con ella,

su hambre, lleno de atardeceres

camina con su mirada puesta en el trigal y la vid,

con sus pupilas hartas de lluvias;

no se cansa de llover. 

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Ves cómo se levanta el polvo?

las gotas caen y a ellas vuelven,

vuelven siempre unidos: el hombre,

su sed  y su lluvia.

No, nunca vuelven, jamás se van;

nacieron llenos de pecado,

un día de sol ardiente, de gotas

cortantes, amargas. 

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Viajas y sueñas a ojos abiertos,

construyes recuerdos para mañana

mientras tu lluvia sigue de palmo a palmo

quemando tus días, tus horas…     tus pasos. 

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Mal quedaría si otras cosas diría

callo y no otorgo,

callo y no os doy otra estocada

“hermanos”

Callo y guardo… desesperanza.  

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Errante     

«Partiste con la palma dorada sobre tu manto pensando en el amor y el olvido.»  

Pasas dando a las hojas una dulce

apariencia de lluvia, o tal vez

robando a la gaviota y al buitre

una porción de su vuelo.

Por qué  no despides la nube que

abrazada a mi luna goza,

a esa nube que infringe tus miradas fortuitas

y mis momentos de gloria? 

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Vas eclipsando los vestigios de mis pasos

en tu loco desenfreno y arrebato de mis días

vas dejando

en absoluto desamparo a otros hombres,

sin luz a nuevos ojos

y sin norte a viejos cuerpos. 

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Galante y furibundo juegas

con la cubierta y la vejez del hombre

que cual luchador vencido mira

distante ajena  victoria

y levanta en su bandera, la derrota… 

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Vas silente, lascivo, casi humanamente

gimiendo. 

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Y al deshojar frenéticamente la rosa

vas sustrayendo a mis tardes su aroma. 

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Fuego, polvo: Hombre

Aun no estás contrito ante la vida,

suplicando, suplicando;

compungido por haber perdido lo que no conoces.

Dejas caer la piedra y tus labios besan

la noche

queriendo salvar un silencio claro, frío,

fugitivo. 

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Oyes las cenizas caer sobre sus vívidos cuerpos,

oyes cómo su aliento queda convertido al polvo

y sientes como un instante, una lágrima, un gemido

queman tu piel, tu carne, tus huesos. 

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Sueño o realidad, tus besos mojan la lluvia

desprendida cual rayo del sueño gris

de tu agonía.

Vienes gritando fuego hay en el polvo,

polvo hay en el fuego. 

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Y sigues acrecentando tu deuda,

en tu vana búsqueda

de palomas blancas sobre el olivo. 

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La vida se gasta, la deuda es honda,

no sé si eterna.

Vas pensativa, mirando al cielo en tu andar

disfrutando del fuego, del polvo: del hombre   

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La muerte vista y sentida 

«Hoy me gusta la vida mucho menos, pero siempre me gusta vivir: ya lo decía.» César Vallejo 

Desde aquí, desde este recuadro te miro.

Hoy, me he sentado y otra vez he llorado

en el mundo, por el mundo.

¿Quién sabe de nuestro llanto?

Sólo tus cansados ojos de párpados caídos,

de mirar cansino, triste, moribundo.

Ellos si saben del canto triste,

de lluvia a pleno sol, de lluvias

que mojan los labios

y queman el alma. 

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Desde este recuerdo aún te miro

y desde esta gloria te admiro. 

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Ha desaparecido mi hermano ante mi vista;

como Dios, está acá, allá, en todas partes.

¡Dios, has humano al hombre!

¡Has hombre a mi hermano!

¡No te cruces de brazos

cuando tu creación se destruye! 

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De todas las muertes, ésta es más muerte

y mis ojos ya saben del dolor más caro,

ya saben del dolor que tú me causas.  

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Travesía bípeda  

«Pues ya lo sabes, el mundo es así; no siemprecesa el llanto cuando deja de llover.»  

El camino es largo y tu descanso teórico,

has emprendido la carrera de la vida;

corre que no hay tregua,

estás a punto de llegar. 

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Dicen que en verano a veces llueve.

Hermano, aún no llores, aun hay hambre,

aún hay sed, aún hay voluntad,

aún hay ganas de vivir. 

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Extasiado has trabajado en tu sosiego

perturbado te has reído de este mundo

y cuerdamente

has sentido el peso del tiempo

en una lágrima

sentado, parado, qué más da,

si tus ojos ya cansados de la esperase

han posado en el vacío azul, infinito.  

Hermano, ¡detente!

allá también hay soledad

pues pesa, pues dura, pues cansa…

esta hebra llamada andar.  

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Notas:

I

Tomo un café, luego un coñac

como quien toma una palabra

para decir adiós.

Y abrazado a lo constante

reclamo una silueta, un signo

mas solo tropiezo con un trazo de mi olvido

gestados por los pasos de otra sombra. 

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Inocente, busco una ciudad en mi gloria

para lo cual

camino en tu miseria.

Lo que hoy ha muerto nacerá mañana. 

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II

Si me quedé dormido

por favor

despierten a mi cuerpo,

no a mi nombre

pues éste

puede aún no existir

en otros cuerpos.  

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GÉNERO NARRATIVO: CUENTO GANADOR DEL PRIMER PUESTO

«OSCILACIÓN» Por César Boyd Brenis 

Con las lunas del auto abiertas, mi cabello se alborotaba como un mar bravío en verano. Los espejos eran nuevos, también las lunas, los parachoques, y este auto plomo no era mío. Fui dejando en el camino carros lentos. Nunca esperé una detención policial ni una amonestación de mi conciencia. Controlaba el volante con una mano y con la otra sostenía un cigarrillo apagado que no me animaba a encender, pero esperaba fumarlo con ansias. Era una pugna inútil entre ambos argumentos. 

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Rita se enamoró de un belga que la humilló, por eso lo maté.

Me refugié algunos meses lejos de la ciudad para encontrar explicaciones. El arrepentimiento nunca llegó a mí. Estar entre paredes me recordaba a ella. Tenía una ventana cerca para observar si la policía aparecía o rondaba la zona. Siempre existe una oportunidad de fugar en medio de la confusión. Fumaba hasta la mitad de un cigarrillo, era necesario condicionarme a sólo algunas inhalaciones de tabaco con la esperanza de que mi tos cesara. Los nervios sobrevivían en mí y agrandaban mis dificultades. No pertenezco a este sitio, repetía con ira, quiero andar y frecuentar los cines, los parques solitarios de los alrededores, la casa de los padres viejos, pero estuve ahí, abriendo a cada hora latas de comida chatarra para saciar mi hambre.

Necesitaba a Rita dándome las gracias por haber salvado su honor sin importarme el precio. Pero nunca esperé recompensa de ella. Bastaba que él yaciera fuera de este mundo para tratar de encontrar en mi existencia la felicidad esquiva. 

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Me detuve en una esquina cuando ya tenía enfrente la casa a donde iría, bajé del vehículo,  extasiado al cerrar la puerta, al caminar sin prisa y enfrentar la frialdad de las personas que miran de frente, o pisan la misma acera esparcida hasta el horizonte del fondo de la calle. La gente no notaba mis ojos. Y para ese momento ya tenía el arma a la altura de la correa. La agitación de mi cuerpo no me detuvo al traspasar las escalinatas, para tomar aire y seguir subiendo al departamento de la víctima. Pateé al gato del pasillo que desprendió un maullido para perderse escaleras abajo. 

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Lucía, amiga de Rita, trató de detener siempre sus manías, y nunca pudo hacerle cambiar esa idea arraigada de intentar una aventura. Cada vez que se acordaba de su tropiezo ingenuo, se contenía para no maldecir su suerte de amiga irresponsable. Se echaba la culpa y correspondía mis ideas de venganza con el énfasis necesario para darme fuerzas y desagraviar cuanto antes el honor de la burlada. Me acaloraba la mente con su voz corajuda, sin duda concentraba el odio puro de una mujer herida.

Lucía me habló de cómo Rita fue cautivada por el belga. Lo conoció a través de Internet, luego hubo ofrecimientos de viajes y someros lujos que también en un comienzo llegaban a sus oídos como una melodía diferente, seductora. Rita sólo fue sincera con sus impulsos, y partió con el extranjero a un lugar extraño, así fue desencadenándose el afán de llegar a lo alto de no se qué montaña de placeres, que iban cayendo día a día como también el anhelo irreparable de su ilusión. 

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Al forzar el picaporte, una llave alcanzó el suelo, despertó el interés del dueño que al salir súbitamente ya no pudo parpadear. Tenía el revólver en la frente y una sensata súplica llegaba a su boca, luego la desesperación no le hacía articular palabra alguna. Alcanzó a decir ¿por qué? antes del balazo final, después sólo caía su sangre por el piso de madera. En tal silencio, se oían las goteras de algún cuarto de lavado que confundí con la habitación principal de la víctima, pero luego la encontré más adelante mostrando un desorden sospechoso de esconder algo, como un laberinto condicionado a distraer las atenciones. 

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Mi vago recuerdo de Rita estaba en la universidad. Después de las seis de la tarde se dejaba ver por los salones casi vacíos. Era un alma que acumulaba soledad para sentirse intrépida tras esos rasgos tiernos de mozuela. Nos quedábamos a observarla con otros compañeros porque era una necesidad imperativa, y siempre contábamos con algunos soles sobrantes para cambiarlos por cigarrillos o por galletas, de esa forma resistir todo el peso de la tarde, tanto es así que habíamos adelgazado, y tal vez Rita lo había percibido para mala suerte nuestra.

Fue una de las últimas tardes cuando me acerqué a ofrecerle un chocolate, y viéndola de cerca, se notaba emocionada, no sólo porque su atractivo había crecido, sino por su encanto apabullante al tratar de justificar su rostro feliz, pues me decía gracias y me contagiaba el hilo de su alegría. Mis compañeros a lo lejos trataban de reproducir un gesto brutal de satisfacción. Yo entendía porqué sus manos movedizas iban dejando júbilo en sus cuerpos, pues como el mío, sabían de donde venía esa gracia, sabían aferrarse al júbilo cuando era necesario hasta echarse a llorar por amor.Rita nunca me contaba del belga, pero yo suponía que ese individuo era una razón suficiente para expresarse como lo estaba haciendo, y para dejarme colgado de sus labios al articular vocablos comunes, sin razón a veces, sin consistencia, pero con la palabra sola de su boca que tal vez todavía deseo tener para mí. 

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Ya superado el caos del cuarto donde posiblemente llevó alguna vez a Rita, y asumiendo mi imaginación descabellada, en uno de sus cajones, encontré un sobre cerrado y leí la prueba más importante que culpaba al asesinado con el tráfico de mujeres prostitutas. Embolsillé el documento. Necesitaba recolectar indicios que a Rita le serían de valor para sus denuncias, aunque nunca se concretaron.  Sonreí como lo haría un sicario frente al espejo. Tuve tiempo de limpiarme un rastro de sangre, luego caminé. El auto esperaba en una esquina.  

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Rita fue la joven de la fotografía al lado de mi retrato en la cómoda del cuarto, que en ocasiones solía retirar para no hacerla presenciar el amor con mujeres de la noche. Ella a veces se iba reproduciendo en mis pensamientos, su retrato estaba vivo en la luz de una tarde, especulando tristeza furtiva, la cual nunca brotó cuando yo estaba cerca.

Rita era baja de estatura, sin embargo llegaría a besar mi boca sin dificultad, al menos eso intuía por esos tiempos. Mis desenfrenos eran perennes y a Rita le asustaba, eso dejaba entrever cuando se escabullía en la noche para no tener que rechazarme una invitación a algún sitio de moda por ese entonces. Supuse que en el belga ella encontró la docilidad nunca percibida en mí, aunque se equivocaba. A pesar de yo poseer un espíritu rebelde, tenía el impulso de ser frágil en ciertos momentos y podía dejarme llevar por las cuestiones extrañas de los románticos, previa autorización de mi hombría o de mi lucidez. 

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Mi tranquilidad no me duró. Conducía el vehículo con temblores en el cuerpo, tal vez cambié de ánimo cuando pude deducir que el asesinato me alejaría de Rita para siempre. Llegué a la casa de Lucía y toqué el timbre con cierta paciencia. Mis intentos de esperar me traicionaban porque empecé a tocar la puerta con constancia. Lucía asomó la cabeza por el balcón y me miró como si ya supiera todo, pero luego sonrió; bajo enseguida, me dijo. Al conversar con ella me notó nervioso; no es nada, contesté. Le entregué el documento, estaba ajado y presentaba rastros de haber sido muy utilizado. Dale a Rita esto cuanto antes por favor, ella lo necesita; le dije. No contesté sus preguntas curiosas, aunque deseaba hacerla mi cómplice, al fin y al cabo, ella tuvo que ver indirectamente en esta determinación y acondicionó mi valentía para poder imponer la justicia que Rita merecía sin contemplaciones. 

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El belga la golpeaba constantemente sin reparo. Rita soñaba en demasía, por eso creía en los príncipes lejanos de los cuentos o en los poetas de los libros. Ella fue llevada a Europa con sonrisas y fantasía, se regresó con tristeza y humillación. Su partida del país ataviaba los rostros de sus amigas y sus esperanzas. Una vez que pisó el viejo continente la historia cambió, el belga tomó un taxi de un servicio especial, me contó Lucía, atravesó la ciudad y para ese momento su rostro se transformó. Su monstruosidad emergió de súbito en pleno auto, dirigiéndose quién sabe a qué lugar de sordidez y claustro. Una vez en una casa amplia, donde el personal de seguridad se comprendía en gran número, se acercaron dos mujeres que al parecer servirían de guías. Rita asustada le preguntaba al belga a dónde la llevaban, pero él sólo le respondió, con un pésimo español, que acompañara a esas señoritas, amables y risueñas, hacia la habitación correspondiente.

En aquel momento de ese día terrible, sólo por una inclinación de fe, a la mente de Rita llegó el ligero pensamiento de empezar a tratar a una cultura distinta, a pasatiempos europeos, a costumbres marcadas, a rigurosos horarios y distracciones, sin embargo luego se dio cuenta que la posible bondad de esos lugares sólo era un sueño más, una imagen engrandecida de algo ínfimo. Rita maldecía la sombría decisión de haber llegado hasta ese antro, extrañaba cada calle y cada voz de su país. Estaba acorralada, y luego lo único que llegó a maquinar todo el tiempo era la forma cómo escapar. 

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No le di más explicaciones a Lucía. Fue la última vez que la vi. Conduje hacia mi casa para empacar algunos objetos de valor e invalorables. Me permití abrir una botella de licor y pensar en el cuerpo del belga. No me sentía satisfecho. Decidí retornar a su habitación para acomodar sus restos en alguna parte invulnerable. Regresé al vehículo y aceleré, en pos de algo más que ocultar alguna prueba, deseaba no haberlo hecho con mis manos. Y en una esquina ocurrió lo previsto: un policía me detuvo y en el pecho me dio un temblor de culpabilidad y miedo. Está usted muy apurado, me dijo al bajar de su moto. Después de tratar de justificarme, pude meter mi mano al bolsillo y sacar un billete de cincuenta. Me lo aceptó. Avancé para evitar su arrepentimiento y sospecha.

En la misma esquina, bajo las mismas circunstancias, también con el arma lista para una reacción de defensa en un supuesto caos venidero, me dirigí a la habitación del belga. En el pasillo no había felinos entrometidos y las escalinatas estaban más densas. La puerta estaba semiabierta como la había dejado, para buena suerte la sangre no siguió el curso de la salida. Arrastré al muerto hacia lo que fue su habitación para después cerrar la puerta. Limpié la sangre final, las últimas pruebas estaban extintas. Casi a punto de cerrar la puerta principal, un hombre se detuvo frente a mí. ¿Está el belga en su casa?, me preguntó. También lo busco y no está, le respondí. Cerré la puerta fuertemente para que no pudiera entrar. Hasta luego, le dije. Bajé con velocidad las escaleras, tan rápido que no pude notar si ese hombre estaba detrás de mí a punto de detenerme y culparme de todo. 

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Antes de saber que el belga había retornado al país por boca de Lucía, y que lo habían visto con descaro en la misma habitación donde se alojó cuando llegó para encaminar a Rita a Europa, busqué a la desdichada por todos los lugares. Algunos me afirmaban que nunca había retornado del viejo continente, otros sólo me consolaban con decir ha de estar bien, tal vez necesita estar sola. Recorrí sus centros de diversión preferidos con la esperanza de mirar otra vez sus ojos, aunque sabía que su sonrisa podía ya no ser la misma o tal vez ni sus ojos; y ni siquiera su música predilecta (tan conocida por mí) la estaría transportando a donde la noche también la llevaba: la fantasía.

Mis tensiones aumentaron en proporciones escalofriantes, y mi desesperación me condujo a insistirle a Lucía que me revelara el paradero de Rita, sin embargo ella decía ignorarlo, por momentos le creía; y adjuntaba a mis dudas una tranquilidad fingida, necesaria.

Para al menos mantenerme tranquilo, Lucía me confirmó algo: Rita no quería ver a nadie. Ella se había fugado de aquel lugar con la ayuda de un compatriota compasivo que asistía a esas esferas de la noche. Ese hombre le dio dinero y le facilitó las circunstancias para su regreso. Lucía no me dijo nada más, pero no fue una “tumba” después de todo. 

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El cadáver lo encontraron después de algunos días. Leyendo algunos diarios, que comprobaba muy temprano para impedir que me vean, supe de las investigaciones hasta ese momento. Existían dos sospechosos. No me mencionaban, al parecer el belga tuvo muchos enemigos, prestos a reacciones de desquite. En plena mañana de desazón,  la noticia invirtió mis ánimos. Tomé desayuno, acto que había olvidado en todo este tiempo. Leí la noticia una y otra vez para convencerme con más fuerza de las afirmaciones que constaban. Me decidí  salir a caminar sin remordimientos en el rostro. Cómo ansiaba ver a Rita.

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Los vidrios empañados por mi aliento oscurecían el interior de la ventana mientras acercaba mis ojos. Una mano levantada al fondo de aquella sala me demostraba amistad. La originalidad del gesto de cortesía me condicionaba a una juventud de pasatiempos frívolos y dulces. Traté de concebir esa figura difusa sobre la silla, la cual convergía nítidamente con la música. Era una mujer, se dejaba ver las pantorrillas entrecruzadas y su vientre frágil, y fue su forma de vestir lo que me acercó cada vez más a recordarla y lo suficiente para llegar a pronunciar hasta su nombre, que creí perdido en esa tarde musical de rocampop: Rita.

Al reencontrarme con ella también lo hacía con su historia y con su especial desaparición de mi vida. Dio pasos lentos para saludarme. Le mentí cuando le dije que estaba igual de hermosa. Noté que necesitaba esas palabras como nunca, sin embargo no me creyó. Jugaba con sus manos en señal de nerviosismo, pero en el fondo sabía que estaba tranquila, conversándome de los viejos amigos que por alguna parte del mundo andaban, riéndose de lo vacía que es la vida sin ellos y de lo trágicamente necesaria con ellos.

Verla de nuevo me pareció injusto, aunque constituía una dicha siniestra de la vida, y tal vez en ese momento me permitiría confiarle los secretos de todo este tiempo, los más sórdidos y los más fútiles. Entonces cuando le pregunté cómo había llevado sus años y sus trajines, me dijo: me he enamorado de un belga. Me caso el mes próximo.  

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BREVE RESEÑA DEL GRUPO LITERARIO SIGNOS: 

El contexto muchas veces ajeno, insensible, a toda forma de arte, no fue impedimento para que en las aulas de la Universidad Nacional Pedro Ruiz Gallo, un grupo de jóvenes artistas se unieran con un objetivo común: La Literatura.Bajo ese panorama nace SIGNOS, formado en febrero de 2006 con Resolución Nº 282-2006-D-T-FACHSE y los siguientes principios: 

1.- Incentivar el desarrollo del pensamiento literario.

2.- Construcción de una cultura literaria de cambio.

3.- Fomentar la tolerancia y la libre expresión del pensamiento.

4.- Rechazar todo tipo de violencia y toda forma de discriminación. El Grupo Literario SIGNOS consta de cuatro integrantes: 

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RONALD CALLE CÓRDOVA, nació en San Ignacio. Bachiller en Educación (Lengua y Literatura) de la UNPRG. Fue considerado por el Conglomerado Cultural como Poeta Revelación 2005. Ganador del Premio “A Quijotear” – España, en conmemoración a los 400 años de “El Quijote”.  Tiene escrito un poemario inédito titulado Agonía Compartida, con el cual ganó el Primer Puesto en los Juegos Florales Regionales 2006.

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JOSÉ ABAD ASCURRA, nació en Jaén. Estudiante de Educación (Lengua y Literatura) de la UNPRG. Tiene el poemario inédito Absolución de la noche. Ha ganado el Botón de Oro del concurso de poesía realizado por el Círculo de Estudios Lingüísticos y Literarios Luis Hernán Ramírez, en el 2002.

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CROMWELL PIERRE CASTILLO CABREJOS, nació en Motupe, Lambayeque. Artista Plástico, Poeta y Diseñador Gráfico. Tiene estudios de Psicología, Filosofía e Informática. Ganador de varios concursos de dibujo y pintura. En el 2005 escribe su primer poemario inédito Estación desde mi ventana. En el 2006 escribe el poemario Verano reunido  y en la actualidad trabaja en los poemarios Brevedad y Poemas para decapitados.

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CÉSAR BOYD BRENIS, nació en Ferreñafe. Estudiante de Educación (Lengua y Literatura) de la UNPRG. Publica en el 2002 el poemario Mocedades Poéticas. En el 2003 gana el Tercer Puesto en los Juegos Florales de Ferreñafe. En el 2004 gana el Segundo Puesto en los Juegos Florales del Conglomerado Cultural con el poemario Adagios con pedazos de tambor. En el 2005 gana el Primer Puesto en el Concurso Epistolar Regional del Conglomerado Cultural con Carta para Julia. En el mismo año gana el Segundo Puesto en los Juegos Florales Regionales con el poemario Heterónimos Frente al Espejo. Luego, gana el Primer Puesto en los Juegos Florales de Ferreñafe con el poemario Mil Novecientos Noventa y Ocho. En este año, gana el Segundo Puesto en el Concurso de Ensayo de la Escuela de Educación de la UNPRG, con el ensayo titulado Naturaleza social de la educación, y el Primer Puesto en el Concurso Regional de Cuento con el trabajo Oscilación. 

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SIGNOS, ha visitado distintos lugares brindando recitales en cada uno de ellos. El 27 de julio de este año fueron invitados por la Municipalidad de Guadalupe. El 15 de agosto se realizó un recital en Cajamarca, de esa forma se participó en  el Congreso Nacional de Educación hecho en dicha ciudad. El 28 de septiembre fueron invitados por el Grupo Literario Legión de Trujillo para brindar un recital en el Centro Cultural Chaska de esa ciudad.Se tiene en proceso de publicación el libro Signos, poemario que reúne trabajos de los cuatro integrantes.  

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¡¡¡ENTRADA LIBRE!!!

Si Ud. tiene una novela, cuentos, poemario, drama, ensayo o algo que publicar, cuente con nosotros y el auditorio del INC-Lambayeque, estará abierto, todos los viernes desde las 8.00 p.m.   

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Próximamente  presentación de los libros: 

En el marco del Aniversario del INC-Lambayeque

Madrugadas entre brujos y curanderos (Novela) 

de Rosa Berenice Contreras Calderón (24/11/2006) 

(Comentarán)

Escritor: Juan Félix Cortez

Escritora: Carmen Sialer (Presidenta de Escritoras Norteñas-Base Trujillo)

Escritor: Blasco Bazán Vera (Gerente Regional de Desarrollo Social-La Libertad).  

“Canto epico a Micaela Bastidas y el encuentro de dos mundos"

de Maruja Tafur Núñez

(Comentarán)

Escritor     : Juan Félix Cortez

Poeta        : Carlos Bancayàn Llontop 

Participación  musical especial de: Dora Luz Ñïque Alarcón,

Presidente de la Asociación de Mujeres Panamericanas del Perú - Filial Trujillo. 

Audición especial: Los Ángeles También Cantan

CADELPO &  José Guillermo Vargas Rodríguez

CD-MP3   LIBRO

Más de Cien Poemas declamados de autores latinoamericanos seleccionados para esta "Lujosa Colección" de edición limitada.Un estuche con 1 CD en MP3 + Un dossier impreso con los poemas declamados (Interpretación de poemas con fondo musical, incluye dossier impreso con foto, currículo sintetizado y textos poéticos) 

Hasta alcanzar la literatura (Artículería literaria) 

de Nicolás Hidrogo Navarro (24/11/2006)  

Presentación especial de la Revista: Luis Lagos

«Atake lírico» - Revista de ideas y placer

Reseña:
Revista dirigida por Luis Alfonso Lagos. En este número trae, en su sección Sentencia, Doce tesis sobre Estado estamental y sociedad llamada "colonial" de Hugo Neyra; El desafio de la escena contemporánea de Eduardo Arroyo, La naturaleza humana y el renacimiento de Carlos Maza, entre otros. En la sección Plumas y lentejuelas escriben: Javier Garvich, Osmar Gonzales, Pedro Pablo Ccopca y Débora Zambrano. Finalmente en Sala de espera escriben Manuel Cadenas, Rafael Garrido, Victoria Guerrero, Ricardo Virhuez, entre otros. (240)    

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Si Ud. tiene una novela, cuentos, poemario, drama, ensayo o algo que publicar, cuente con nosotros y el auditorio del INC-Lambayeque, estará abierto, todos los viernes desde las 8.00 p.m.Pasión por la literatura   

Enviar trabajos a los correos:

conglomeradocultural2005@yahoo.es

hacedor1968@yahoo.es

marpba@yahoo.es

hacedor1968@hotmail.com

Tfno. (074) 9607442 / (074) 283273  /(074) 284363

Dirección: Calle 8 de octubre Nº 930-Lambayeque-Perú. 

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NICOLÁS HIDROGO NAVARRO

Coordinador General Conglomerado Cultural Lambayeque-Perú 

MARCOANTONIO PAREDES

Coordinador de Noches de cuento & poesía  *

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GALERÍA LITERARIA:

LOS QUE HICIERON Y HACEN HISTORIA EN EL CONGLOMERADO CULTURAL-LAMBAYEQUE-PERU.2004-2006

Todos ellos pasaron dejando una huella imborrable, una experiencia significativa.

Nuestra política la literatura; nuestra pasión, escribidores; nuestra obsesión, hacedores de la palabra. *

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A) NARRADORES Rubén Mesías Cornejo, Joaquín Huamán Rinza, Hugo Rojas Mendoza, Dandy Berrú Cubas, Nicolás Hidrogo Navarro, Marcoantonio Paredes, María Elena Flores Alvitez, Antonio Castro Cruz, William Célis Guerrero, Teresa Menor Alarcón, Abraham Ibáñez Meléndez, Rocío Ríos Arroyo, Juan Montenegro Ordoñez, Roxana Ayasta Seclén, Gerardo Carrillo Burga, Brander Gonzáles López, Juan Carlos Flores Tucto, Marles  Eneque Solano, Paul Muro Losada, Fiorelita Sánchez Lapoint, Mabel Díaz, Alejandro Suyón, Guillermo Figueroa Luna, José Puga  Mendoza, Juan Carlos Briones Dávila, José Antonio Ibáñez, David Huanilo, Carlos Bancayan Llontop, Zoila Gonzáles Rivas, Carlos Muro Yovera, Arturo Bravo Flores, Antonio Serrepe Ascencio, Anders Bocanegra, Antonio Castro Bernal, Luis Alberto Hurtado Ramírez, Manuel Burga Altamirano, Víctor Contreras Arroyo, Javier Villegas Fernández, Rully Falla Failoc, Miguel Garnett Jonson, Willy Edilberto Salcedo Cueva, Dagoberto Ojeda Barturén, Alex Miguel Castillo. 

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B) POETAS Ernesto Zumarán Alvites, Nicolás Hidrogo Navarro, Marcoantonio Paredes, María Elena Alvítez Flores,  Manuel Burga Altamirano, Carlos Bancayán Llontop, Jorge Fernández Espino, Magali López Solórzano, Jonathan Larrea Colchado, Teresa Menor Alarcón, César Limo, Naneska Alarcón Gonzáles, Carlos Abel Araujo Pita, Fernando Odiaga Gonzáles, Rolando Barrios Sandoval, Juan Felipe Chilón, Antonio Castro Bernal, Julio César Porras, Cesar Alexander Limo, Stanley Vega Requejo, Jomara Hidrogo Cabrera, Ana Miranda Salazar, Rocío Ríos Arroyo, Ronald Calle Córdova, Carlos Briones Dávila, Arturo Bravo Flores, Matilde Granados Requejo, Luis Alberto Hurtado Ramírez, CHACO GIL, Nevenka Waterdolsfer, Ronald Calle, Marles Eneque Solano, David Villena Reyes, Henger Capuñay Fenco, Javier Villegas Fernández, Diego Lazarte, Fredy Alcalde, Susy Violeta Morales Coz, César Emiberto Gastelo Guevara, Tomàs Serquèn Montehermoso, Guillermo Ortiz Suàrez,  Carlos Santamaría, Guillermo Fernández, José Ramírez, Enrique Ríos, Néstor Cerna, Percy Espichán, Alberto Zelada, Edgar Palacios, Juan Josè Soto Bacigalupo, Melissa Ramírez Arévalo, David Nùñez Baca, Miguel Otero Zapata.. Elier Tayo Cubas.

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C) COMENTARISTAS Antonio Castro Cruz,  Milton Manayay Tafur, Elmer Llanos Díaz, Fernando Odiaga Gonzáles, Nicolás Hidrogo Navarro, Manuel Patiño López, Jesús Paiba Samamé, Teresa Menor Alarcón, Javier Villegas Fernández, Stanley Vega Requejo, Julio César Díaz Castro, Carlos Bancayán Llontop, Walter Alva Alva, José Wilson Gòmez Cumpa, Guillermo Figueroa Luna, Jorge Fernández Espino, Juan Gamarra Romero, Julio Díaz Merino, Paul Muro Lozada.

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d) Ponentes: Nicolás Hidrogo Navarro, Fernando Odiaga Gonzáles, Carlos Bancayán Llontop, Joaquín Huamán Rinza. Juan Montenegro Ordóñez, Luis Ángel Delgado Flores, Guillermo Figueroa Luna, Bruno Buendía Sialer, Marcoantonio Paredes, Luis Heredia Gonzáles, Julio César Díaz Castro.

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e) círculos invitados PRESENTADOS EN PLENO “Avanzada Cayaltileña”-Cayaltí. , “Legión”-Trujillo.

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f) libros/REVISTAS presentados EN EL ESPACIO Metáfora”- Conglomerado Cultural, “A esa hora del día” de Nicolás Hidrogo Navarro, “Piedra fuerte” de Luis Ángel Yomona Yomona, “Danza ominosa” de  Stanley Vega Requejo, “Dioses, hombres y duendes”, “Coñuma: la pasión por la ternura” de Rully Falla Failoc, “Pizzicato Labio” de Luis Boceli, “A ojo de pájaro” de Miguel Garnett Jonson, “La clavícula de Salomón” de Miguel Lazarte, “Certerni”, de Paul Muro Lozada, “Canto gris” de César Emiberto Gastelo Guevara, “Día de la Luna” de Susy Violeta Morales Coz, “En la puerta del infierno”, de  Willy Salcedo Cueva. “Desde las orillas del Utcubamba” del Círculo Literario Todas las Sangres, “Esa casa que soy yo” de Guillermo Ortiz Suárez, “Palabra sobre los abismos” de Juan José Soto Bacigalupo, “El amor es màs…” de Javier Villegas Fernàndez, “Todavìa el paraíso” de Ernesto Benigno Zumarán Alvitez, “Los cupisniques: antecesores de los mochicas” de David Ayasta Vallejo, “Morir en Puerto Tamborapa” de Nicolás Hidrogo Navarro, “Poliedro” de Carlos Bancayán Llontop,  “Las noches de mi alba”  de Alex Miguel Castillo, “Lima o el largo camino de la desesperación” de Carlos Oliva.

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H) ARTISTAS o grupos INVITADOS PRESENTADOS Onelia Ardiles,  “Vìctimas del vacìo”, “Edgar Dante Saavedra e hijos”, Nelly Lozano Alva. “Trío Los Astros”, “Neper-Perú-  Víctor Contreras” Dagoberto Ojeda Barturén.  

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LA CITA MOTIVACIONAL DE LA SEMANA 

«El escritor original no es aquel que no imita a nadie,

sino aquel a quien nadie puede imitar.»

François René Chateaubriand, Vizconde de Chateaubriand

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Nicolás HIDROGO NAVARRO/CONGLOMERADO CULTURAL

Nicolás HIDROGO NAVARRO/CONGLOMERADO CULTURAL

EL COMENTARIO CRÍTICO

POETA Y LITERATURA:  EN EL UMBRAL DEL SUICIDIO

Por Nicolás Hidrogo Navarro, hacedor1968@hotmail.com 

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No eres poeta porque lo digas y te lo creas; sino porque el espíritu de las palabras de tu poesía, lo confirman o lo niegan.

Entre el revelacionista acto de crear un poema y el escapismo del suicidio, prima una cuarteta fatal: que el poema no guarde correspondencia entre lo que tú quieres decir y lo que tu lector pueda entenderte como intención; y, que, tu autoanquilamienrto sea vea como una cobardía y no como un acto de valentía y decisión encomiable al secarse la marejada de posibilidades innovadoras. 

Existe una gran viga transversal de palabras claves que están atraídas por el imán azul de la literatura: poema, soledad, angustia, elucubración, fracasos, creación, inconstancia, sensibilidad, incomprensión, catarsis, refugio, crisis existencial, convulsión, miedo, dolor, leve alegría, fatalidad y suicidio. El poeta es rasguñado por cada una de estas instancias absolutas y transportadas endeblemente por caminos recurrentes y por derroteros obsecuentes. Hay un determinismo fatal en cada acto creador y en cada actitud resiliente: la poesía y la literatura son los espirales perfectos que, cual agujeros negros de los misterios del universo, se atragantan con las personas. 

La poesía puede ser el último reducto de la  desesperanza, desde donde puedes iracundamente lanzar alaridos silenciosos con todos los lexemas y las discordancias sintácticas encima, sin que nadie te diga nada. O puede ser la armonización entre tus mejores melodías encadenadas que brotan como chorro caliente desde la candidez y sensibilidad de tu humanidad. No es casual que la propia mimesis aristotélica haya dejado abierto la posibilidad que la literatura sea un conglomerado de voces desde tu tierna y cursi historia de enamorado incorrespondido, pasando por tus afanes redentistas de Robin Hood justiciero con tu literatura de compromiso, gran bramador iconoclasta, y hasta un monumento a la egolatría  que busca sólo tomar a la literatura como un éxtasis alucinolírico personal y el mundo hecho trizas afuera te importe nada.

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Los impulsos que determinan el molde o género a utilizar, depende mucho de las inteligencias emocionales y  redactivas que se utilicen: así, alguien inclinado a escribir en prosa con mucho éxito progresivo, le puede ser dificultoso expresarlo con la misma intensidad y fuerza estética líricamente y viceversa.

De todas las regiones literarias del Perú confluyen, voces, artículos y censos desmoralizadores de cada vez menos cultores impertérritos de la literatura que pese a sus frustradas ventas, su escaso público lector –un lleno de la pandilla o el clan familiar en pleno, no necesariamente significa un éxito de captación de potenciales de lectores o compradores del texto en apoteosis- su perfil anatematizado de perfecto ocioso, vago humero, dipsómano errático y locumbeto incorregible. Sin embargo, pese a esta desesperanza, la imagen que proyectan los poetas en el mundo sigue siendo de un filón macizo de creatividad y misticismo arraigadamente telúrico.

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La literatura y poeta no se crea, ni se destruye, sólo se transforma, sería un apotegma lavoiseriano ad doc a las humanidades. El poeta del I siglo de la era cristiana era considerado un ocioso intelectual; en la Edad Media, un juglar libertino; en el renacimiento un cultista musical; en la edad contemporánea un innovador estético y en la posmodernidad un posero infuloso y ególatra. 

Que la literatura vive un vía crucis agónico de lectores y que los poetas y escritores se nieguen a verlo como tal, no extraña. La modernidad se ha comido la fuerza mística y trasncultural que contiene un libro como alma viva de la prolongación de los sueños y todas las derrotas humanas juntas. Esa extraña aura y presencia que tiene un libro a la vista o dormitando en una biblioteca, ha perdido, en los modernos lectores, el impacto psico-emocional como una elongación que trasunta el autor al momento de concebirlo como tal. 

Para un poeta, los libros, sus libros, son el tesoro y el legado más preciado que pueda poseer: los disfruta, los relee, siente que su presencia irradia una fuerte ráfaga de inspiración en cada soledad, en cada acto de preludio a la creación- ¿Acaso los poetas y escritores sean los principales lectores y consumidores de literatura? Indudablemente el binomio de escritor- libro se da en dos vertientes  como actor de elucubración y como acto de enriquecimiento. En cualquiera de los dos tipos el libro es una cosa curiosa rara al inicio, que puede parecernos una cosa inacaba, cosa que difiere cuando se ha cuajado con el tiempo.

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Es posible que el reinado y el tiempo de los poetas agónico dentro de cien años, sea sólo una cosa rara y fósil de colección. Es posible que todo lo creado literariamente hasta hoy tenga ocupado a los críticos y a los raros y exiguos lectores en la próxima centuria tratando de desenmarañar lo que quisieron o no decir. Todo habrá cambiado, el paisaje, personajes, la imprenta, las librerías, el tipo de presentación de los libros en  pantalla líquida, el hipertexto habrá remplazado al apolillable papel y quizá las bibliotecas dejen de llamarse tal para parecerse más a museos de cosas y rarezas.

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Es posible que la reconversión y los apremios sin fin del poeta lo arrinconen a la nada y  lo obligue a quedarse o solitario en su persistente intento de sobrevivirse a todas las tentaciones fracasadas de poder o de búsqueda laboral para sostener su estatus socio-cultural.

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Poeta y poesía, escritor y literatura, en general, quizá sobrevivan a la hecatombe de evasión de lectores, pero serán una rara especie. Se habrán extinguido los que nacieron con el sino del poeta y habrá prosperado la literatura plástica, mediática y de faroleo, habránse afianzado los “Harry Potter”  y quizás nazca una literatura de resurrección: volverán las novelas de caballería, el romance pastoril como una nostálgica evocación, tragedias shakesperianas que te partan la adrenalina en dos y dramas lopezcos que jueguen la fanfarria de fuenteovejunos, poemas enrevesadamente gongorinos, moda retro, por pura emulación.

Puede que la literatura y los poetas se resistan a morir – y lo existan por siempre sin libros ni lectores, librerías ni bibliotecas concurridas-, pero sus formas, inagotables hasta ahora, sufra un colapso social para ser más un acto individual de autocomplacencia que un venablo que hiera o suscite en otro un shock emocional.

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Poesía habrá porque siempre habrá silencio, angustia, desazón, estrés, fobias, fijaciones y súbitos emocionales, frustración y ansias reprimidas. Pero, el poema, como su fruto material, fónico y léxico, retardará, cual crisálida, su metamorfosis y nacimiento. Las novelas y los cuentos se escribirán –y hasta es posible que sus ventas, por el marketing mediático-, se vendan con éxito de Best Seller, pero no será el disfrute y el placer estético, sino el morbo que lo mueva y corroa a ese avieso lector fragmentario. 

Poetas habrán deambulando por las calles, pero nadie los tomará en cuenta como tales, sino como desadactados sociales que no supieron disciplinarse y que quisieron llevar una vida libertina, báquica y autodestructiva. Todo eso evidenciado en su afán contestario, trasgresor, automarginal y quizás como un renegado social que no quiso entrar al convencionalismo de respetarse así mismo ni respetar a los demás. Según los sistemas y los tiempos esto puede ser bueno y malo: sólo los poetas se comportan como espíritus no alineados, pero deben pagar caro su osadía y arrinconarse al olvido, marginación y el estigma de la ignominia antisocial.

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Una fuerza nerviosa de escalofríos lunfardos, de espantos nocturnos y perpetuos misterios recorre todo el acto creador, al creador y lo creado: ¿a quién le importa quién, dónde, por qué, cuándo, qué, para qué y cómo escriba? La poesía yace yerta, contrita, colgada de una viga, … la gran viga de la indiferencia lectora… 

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Lambayeque el 10 de noviembre de 2006

(Bodriado entre una sombría tarde plúmbea, el disfraz añejo de un “Ubicuos Malditos” y el fondo de un Nirvana 13). 

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COMENTARIOS DE LOS TEXTOS LEÍDOS

A) Arturo Bravo Flores (Gen. 2000)

La poesía de Arturo es fundamentalmente metapoética, como lo está siendo una tendencia continental –hablar sobre el acto creador mismo, como experiencia delirante y funesta- porque hace un ejercicio de reflexión sobre su propia percepción de creador: enjuicia, caracteriza y describe al acto creador como una de las actividades más sublimes, pero al mismo tiempo más ignoradas y tenidas por desfachatadas. De estilo antipódico y con granees encabalgamientos, Arturo es sereno, contemplativo, sin mucho snobismo no rimbombismo ni torcido, se ajusta a una tradición y moderación, peor cabalga suave sobre el caballo oropelosos de la poesía.

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B)  Fernando Odiaga Gonzáles (Gen. 90)

En Fernando Odiaga la poesía es confesional, depositaria de sus frustraciones y confidente de sus obcecaciones por la mujer que debió ser, pero no fue. Son poemas de testimonio, de cuitas, de frustraciones, peor de vitrina plañidera y de mensajes subliminales: a este poeta quiere que lo amen, es consciente de sus mil y un decepciones e intentos abortados de la novia y se resigna a verse así mismo como un sin suerte en el amor. Su poesía es reflexiva, pero fundamentalmente es un diario lírico entre líneas, capaz de exorcizar su mala suerte, su inacaba espera de galán acechador en las nocturnas esquinas, con cigarro en ristre, con los deseos concupiscentes desatados y con todo la libido encima. Es un poeta de resignaciones y de interpretaciones. Lo que el amor no le dio, su poesía lo posee. 

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BASE: POEMAS LEIDOS Y COMENTADOS

TEXTO Nº 01 De Arturo Bravo Flores

Entre la piel de un verso 

En esta soledad infinita de mi verso

que no es más que un puñado de letras,

alborotadas por lo que hoy siento

en este espacio que nunca tuve;

donde el viento golpea mi cuerpo

celda inútil de sentimientos y sueños

queriendo cambiar  el mundo al tiempo. 

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Ya a lo lejos se oye el silencio

de esta tarde, bañada de hojas secas

pintada de azules por todos lados,

sobre huellas que nunca acaban de dejarse,

una 

    tras 

        otras 

              como 

ramas caídas del cielo. 

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Quisiera alegrarme un tanto pero como,

si otros lloran sus muertos,

como hacerlo

si el mundo se desangra

sobre soberbias renovables 

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Quisiera escribir como cantan las aves

o pintar quizás un otoño

con frases de amor y emociones

o quizás escribirte algo que te  alegre

hoy que sufres mi desaire. 

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En esta soledad infinita de mi verso

le arrancare los ojos al pasado

para que no me siga 

ni tampoco me halle. 

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Quebraré las piernas al tiempo

para que no me alcance tan pronto

hoy que enrumbo mi inevitable viaje

en esta soledad infinita de mi verso

que no es más que un puñado de letras

alborotadas por lo que hoy siento

en este espacio de presencia inestable  

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RETROCEDIENDO AL MAÑANA 

Ayer pude ver, mucha gente, sí, fue ayer

Como si fuera hoy aun lo recuerdo.  

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Todos conociéndose  en un mismo color

ya sin miedos, ya sin  odios,

caminando abrazados sin silencios

sobre el pasado: ahora polvo del camino

que el viento esparce con ensaño.

Fue mucha gente, muchísima

cantando sonrientes a la vida

y a todo lo aquello que pude ver ayer:

espacio indescriptible, inexplicable

para  este tiempo aun de humanos,

aun lo recuerdo claramente.

Se muy bien que pronto despertare

y que todo será lo mismo

lo se porque el frió de la noche,

de esta noche donde aun duermo me lo dice

entonces será prohibido 

hablar de los sueños como este

que aun recuerdo como si fuera hoy. 

Y que este mundo aun no conoce

y que aun prohíbe que se hable…… 

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TEXTO Nº 02

FRUTO DIVIDIDO

A veces mentías. Indiferente

a mis oídos, impulsados a la felicidad

por tu voz

pero callabas verdades del amor

siempre mirando mi frente oscura. 

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Hoy te vi con aquel muchacho

que en tu vida iba primero por tu puerta,

por tus manos, por tus ojos. 

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Me sentí el hermano taciturno

de su dicha. 

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Algo en mi interior te decía adiós

cuando sentiste mi presencia. 

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Sé que no conoces nada del dolor

ajeno

ni de inocencias corrompidas;

que solo sabes excusas y pretextos. 

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Y me llamaste una vez más

Para darme explicaciones

Que no te había pedido. 

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Hoy caminamos por vías distintas.

Fui un hombre tan sólo

y me pregunto por qué de de morir

por un deseo. 

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Pero tú, mujer en la distancia

cual fruto dividido por un cuchillo

eres la íntima amiga de la mitad

mordida

y  jamás recogerás lo que ya se cayó

al barro feral por donde se enloda mi amargura. 

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TIEMPO

Tal vez por que existe el tiempo

hay lago más que el desaire del minuto

y la inmadurez fatal del año anterior

o la candidez del mes en curso.

Tal vez hay algo de cierto en la música

que se escribe en la sombra

y nos dice algo el reloj

después que le demos cuerda en la mañana.

Es que todos los siguiente días y años

Son para cambiar de tema

a esta poesía

al fraude de esta vida

y a la mujer cruelo el hermano hipócrita.

Es que a veces es mejor el año

que sigue y el siguiente

después de un divertido fin de año

para engrandecer minúsculas pasiones

para voltear la última página

de fuego del infierno. 

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SOLITARIO 

Solitario contemplo el fin del día

la cabeza sumergida en la luz

las manos las manos las manos

Cerradas como las paredes.

solo viajo a un poema

por el territorio blanco del papel. 

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Está mi vaso de agua

en la muerte de las estrellas

ante mi ventana. 

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Persona sin asombros sin deleiteslas

emociones nulas de la sombra

las mentiras en mi alma

sin sacerdotes ni titos de paso. 

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Me asiste sin embriaguez el hijo

del viento alado, de la superficie

azul de todo misterio.

¿Me duermo sin pánico por un día nuevo? 

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Pero mis ojos abiertos

llaman a las horas largas

y el sol disgusta sin palabras

cuando acaba las noches

y las hermanas de los sueños  

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AMOR, DE DEJO POR OTR@ … LA POESÍA

Por Nicolás Hidrogo Navarro 

Que qué tiempo toma escribir un poema y transformarlo en libro. Hay dos tiempos que toma hacerlo: uno mental, para elucubrarlo, producirlo, pulirlo y ponerlo a tono al público. Al inicio nace endeble, añoso, lleno de farragosidades, incongruencias, reiteraciones, enclenque, con una debilidad estética a la que hay que rediseñar y levantar con todas las ayudas, condimentos y soportes estructurales. El otro tiempo, es el cronológico, el de la espera del auspicio, imprenta y librería o el de caminar con la poesía bajo el brazo con mil y un puertas que en vez de abrirse, se cierran.

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Un trozo de buena poesía, de aquella calibrada, pensada, profunda y que haya pasado un riguroso control de calidad estética, puede ser tan refundida que puede perder su primigenia concepción original, hasta quedar como el crisol aurífero: apenas una chispa refulgente y que todo lo demás se haya evaporado en humo fatuo y negro.

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Cuando uno se acuesta con una mujer, al inicio y al final pueden parecer gloriosos; pero el grueso del tiempo intermedio, tedioso; cuando uno se encama con la poesía al inicio es doloroso comprenderla y nos duele dejarla al final; pero los intermedios son angelicales, de espasmos a espasmos incontenibles y a borbotones, la sientes multiorgásmica, incontinente.

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En tiempos de velocidad, materialismo visual – y no intrafusión espiritual- estrés, apremio fugaz, exigencia y presión laboral, es difícil sostener una encerrona con la poesía y dejar a todo el mundo esperándonos afuera hasta después de haber quedado más que satisfechos, extasiados, adentro. Para la poesía sola hay el tiempo ocioso – tanto en concebirla como en regodearse con ella- o lóbregas noches donde la martirización o el deseo de expulsar puede más que  el sueño o la pensión de mañana a las 7.30 a.m. Y como la poesía requiere de tiempo, es necesario que alguiens e sacrifique ¿o ell@s o la poesía? 

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LA CITA MOTIVACIONAL DE LA SEMANA

«La escritura es ese lugar neutro, compuesto, oblicuo, el blanco y negro en donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe.»

Roland Barthes 

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Ilustración: MUGS

http://www.writersmugs.com/

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Nicolás HIDROGO NAVARRO/CONGLOMERADO CULTURAL

Nicolás HIDROGO NAVARRO/CONGLOMERADO CULTURAL

 

EL COMENTARIO CRÍTICO 

POETAS O LOS ESPÍRITUS ATORMENTADOS

Por Nicolás Hidrogo Navarro   @: hacedor1968@hotmail.com  

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La condición de poeta se gana, se perfila, se construye verso a verso, locura a locura, decepción a  decepción, en soledad y angustia existencial. Dirías que la suma de las adversidades es lo que hace que se amalgame y se cueza un poeta. Que un poema no cuaje ni se celebre la primera vez; que un renuente colega de la generación anterior te diga que como poeta eres buen cocinero; que un libro demore diez o más años para salir; que vendas sólo un ejemplar el mismo día de la presentación; que encuentres sólo incomprensiones entre los críticos; que la prensa no te dedique ni un centímetro cuadrado al día siguiente de tu primera parición literaria; que al día siguiente de la noche en que te hicieron sentir dios, los perversos y falsos aplausos, sientas ser un pobre diablo que camina muy temprano por las calles de tu ciudad y nadie te reconozca; que tu musa inspiradora ni siquiera se dé por enterada que escribes en nombre de ella, todo eso, todo, todo, es la suma indicadora que algo va bien para ti, poeta. Al poeta no le puede ir bien, pues eso sería su fatalidad y acabose; debe irte mal en todo: amor, dinero, salud, comida, familia; siempre te debe faltar todo o casi todo, porque cuando lo tengas en demasía ese día debe empezar a apagarse tu inspiración y el torrente tórrido de tus versos se trocarán en témpanos de hielo. 

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En esta atmósfera de fatalismo, de sinos antagónicos, se macera un poeta, a la sombra aciaga de los infortunios, donde cada guadañazo le rasga el alma y le arrebata un poema tristísimo o una rapsodia de amor fatal. Es que los mejores poemas han salido sin pujos, ni rompederos de cabezas, ni diccionarios, ni bibliotecas inspiradoras, ni borroneados anagrámicos, han brotado raudos después de la millonésima reiterada frustración, después de darte cuenta que eres un pobre insecto que a nadie importa nada; después de comprobarse que eres un mísero mendigo de amor, dinero, comida, trabajo y una reclamada atención a tu oficio, al vecino de enfrente o a la vecina del costado, que de seguro no sabe que escribes. 

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Dices en tus poemas sentir/dar amor; pero sólo recibes indiferencia y decepción de tu invisible, platónic@ amad@ y nunca por ti tocad@; te esfuerzas en cantar la belleza aurífera de la mañana, y sólo te refugias en la penumbra triste de la noche; construyes edificios líricos de cristal y sólo vives en un cuchitril desolado; demuestras riqueza lexical y sólo posees bolsillo vacíos que bailan una tristeza tropical. Tus poemas huelen a campanas multicolores; pero tus días son noches y tus noches pesadillas y tus pesadillas tragedias griegas de nunca acabar; dices ser erótico y sensual, pero sólo eres un reprimido que alcanzas el orgasmo sexual en soledad y con ausencia de todos. 

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Todos los adjetivos briosos que viertes en tus versos retornan en un negativo bumerang y si dices belleza eres esperpento; laboriosidad, eres el ocio perfecto; ternura, eres defección; felicidad, eres amargura; amar, eres llanto triste; muchedumbre, eres soledad en la esquina baldía con tu pucho y tu dolor arrastrando. 

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Poeta del silencio y del cuarto vacío, poeta de los intentos y fracasos, poeta de la melancolía y de las causas perdidas, poeta de la frustración, poeta de la hoguera, poeta de la tristeza, poeta de la soledad y de la angustia, poeta de la rebeldía y de la nada, así quizá debas de epitafiarte, poeta, poeta, poeta, piedra rodante que saliste del anonimato por las palabras y sólo heredaste ellas y serás recordado por ellas.  

Lambayeque, octubre 16 de 2006        

Nicolás Hidrogo Navarro

Coordinador General Conglomerado Cultural –Lambayeque-Perú   

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COMENTARIOS DE LOS TEXTOS LEÌDOS 

A) Alex Miguel Castillo (Gen. 2000) 

La prosa de Castillo es sosegadamente trágica, melancólica y de diálogos. Conjuga el espacio físico exterior, natural, con el espacio emocional del hombre, su destino y su adiós. En “Hasta el fin” se cuece una historia con trágico rumor, con un declive que va acompañando del detrimento de la salud con el suave evocar de los momentos felices. Hay una devoción por el acaso y una clara redención del que en vida quiso hacer todo y a la hora nona todo queda olvidado. La muerte, el olvido y el arrepentir, fusionan en este cuento un melodrama que nos recuerda a la vida misma. Cierto fatalismo existencial ronda el escenario literario del cuento y hace más tenebroso el drama de al dicotomía vida/muerte, del que todos nos corremos y más cerca de nosotros está.   

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B)  Nicolás Hidrogo Navarro (Gen. 90) 

En “Morir en Puerto Tamboropa” se fusiona el recuerdo melancólico de una realidad contrastada antes  34 años después. Una gran pictografismo descriptivo presentan a los personajes casi fantasmales de una ciudad que junto a sus habitantes ofrecen feroz resistencia contra el tiempo, el olvido y la propia muerte. Tamborapa es descrita como una paria náufraga en la que bulle un enrarecido ambiente de monotonía, abandono y soledad. En él caben los recuerdos y los olvidos, el rito suicida y el amor a la añoranza y el pueblo se enerva chúcaramente como una selva virgen que no alcanzó a civilizarse y no disfrutó del desarrollo de los pueblos vecinos. Se entremezcla en una sutil denuncia social y un viejo sentimiento humano al regresar al lugar añorado. En el cuento se fusiona técnicas narrativas usadas con la intención de crear atmósferas subterfugios y hacer que la propia realidad supere la ficción.   

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COMENTARIO  DEL LIBRO 

“LIMA O EL LARGO CAMINO DE LA DESESPERACIÓN”

Por: Nicolás Hidrogo 

Carlos Oliva es un poeta gris de mirada y actuar torvo, de verso firme y pintura negra. Por su obra, representa y sintetiza al poeta marginal y la poesía rimbaudina de los acobardados y amariconados años 90.  

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En un país sudamericano, descompuesto políticamente, y, anómico socialmente; de una Lima, putrefacta, atiborrada de bares, pintas, botaderos, moscas y fumaderos, trocaderos y combis piratas, es obvio que un toreador tozudo –como lo fue él´- debió plantarle el banderillazo de su estigma final, enumerando todos sus vicios y problemas epocales. 

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Oliva, se configura como un poeta urbano, de snobismo estrófico y de experimentalista estilo, que construye a través de sus poemas, cuadros mal olientes del seudodesarrollo. Adormilados e incapaces de encender el grito en la hoguera, la gente literaria de los 90, se refugió en la autodestrucción y en el rito permanente de llamar la atención con escandalosas actitudes; un malditismo casi tan benigno como insultarse asimismo, porque no puede hacerlo hacia los demás.         

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En Lima o el largo camino de la desesperación fluyen las aguas servidas para mezclarse con la luz del fácil lupanar de la esquina. El poder visual de los poemas radica en la alucinada vida de su autor, desparatarrada, irreverente, rebelde, donde se conjugan todos los vicios personales y colectivos, sumados a su carácter de impotencia y evasión. Carlos Oliva, tiene la peregrina virtud de lanzar alaridos poéticos con un desenfado muy propio de los guerreros que van a la guerra sabiendo que no regresarán más, pero que, por su actos, vuelven cada día entre su gente a estar.         

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Quizá la vida de Carlos Oliva no sea de aceptación pedagógica –díscola, subvertida, soliviantada, licenciosa-; pero, su poesía representa una crónica a tajo abierto de los 90 –diría un grafitti o un brochazo radicaloide en una polvorienta pared de la universidad de la vida-, que delinea perfectamente la idiosincrasia y la continuidad de poeta y poesía transgresora. En un país y época de los grandes desencantos, en una sociedad en permanente putrefacción social-educativa y urbanística, es lógico que Oliva no le iba a cantar a las florecillas y pajarillos multicolores inexistentes en la Vía Expresa, en una ciudad del smock, bullicio, orín,  vértigo, basurales, lumpen, pirañitas y la pandilla: él fue su cantor enunciador y –garcilasamente- su noble cronista urbano.  

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BASE: CUENTOS COMENTADOS

TEXTO Nº 01

De «LAS NOCHES DE MI ALBA» de Alex Miguel Castillo 

Hasta el fin

El cielo estaba nublado, era una noche triste, el reloj de la iglesia daba nueve campanadas; a esta hora sólo algunas personas paseaban por las calles principales de Muchán. A dos cuadras y media de la placita, se ubicaba una casa construida con ladrillo. Éste era el hogar de don Juan, amable anciano de cincuenta años; hace días que estaba muy enfermo. Esta noche se encontraba solo en su cama abrigado con una frazada, muchos recuerdos venían a su mente, recuerdos de sus años mozos, recuerdos que le traen alegría y nostalgia.  

-¿hay alguien en casa? – se oye una voz de mujer llamando a la puerta 

-adelante está sin cerrojo – se oyen los pasos acercándose al cuarto del viejo 

-hola Juan ¿cómo te sientes? 

-¿María? ¿María Luz? ¿En verdad eres tú? 

-sí Juan, he venido a verte 

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María Luz había sido la novia del viejo hace muchos años, siempre paseaban juntos por las calles de Muchán. Era tan común verlos juntos que parecían tórtolos enamorados en medio de la plaza. 

Pero cierto día, Juan se embriagó en compañía de unos amigos como nunca antes lo había hecho y como producto de la borrachera entró en una casa que no era la suya he hizo destrozos. A consecuencia de esto lo detuvieron y obligaron a prestar servicio militar. Después de dos años de servicio en la sierra Juan regresó a Muchán; pero una gran decepción apagó su alegría: María Luz, la mujer que amaba, se había comprometido hace tres meses y había dejado el pueblo.  

Ahora ella estaba ahí, se había enterado por medio de una prima sobre la enfermedad de Juan.  

-bueno pues ya me ves aquí estoy – dijo Juan – bebiendo de a pocos el trago amargo de la muerte…pero no tengo miedo, al contrario, por fin saldré de esta soledad. 

El viejo no había vuelto a enamorarse y nunca se casó; en su corazón sólo existía el recuerdo de María Luz. 

-no digas eso, tú siempre has sido fuerte; te recuperarás 

-¿y para qué? Si hace ya muchos años que perdí las ganas de vivir, desde tu ausencia – dijo el viejo. 

-creo que será mejor que me vaya 

-¡no! por favor no te vayas, disculpa si te incomodo con mis palabras…pero dime tú ¿acaso nunca volviste a pensar en mí? 

-claro que sí, yo nunca te olvidé, pero no quiero hablar de eso. Ahora debo irme – dijo María Luz.  

Dos lágrimas bajaron por las mejillas del viejo y en ese preciso momento un fuerte dolor le oprimió el pecho. 

-¿qué te sucede Juan? – preguntó María Luz desesperada 

-no es nada, no es nada; pero quédate, quédate por favor mi amor; si voy a morir quiero tenerte en mis ojos, con tu calor a mi lado 

María Luz al escuchar esto, cogió de las manos a Juan y lloró; lloró también. 

-siempre fuiste mi chiquita linda, te llevaré en mi corazón a donde vaya – María Luz lo abrazó y después de darle un beso en los labios; Juan murió.  

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TEXTO Nº 02

«MORIR EN PUERTO TAMBORAPA» de/y por Nicolás Hidrogo Navarro  

El Chinchipe esta mañana se ha desbordado hasta el pescuezo del pueblo de Tamborapa, aruñándole sus desdentadas estructuras solariegas y arrastrándole como a párvulo unas treinta y tres brazas en zig-zag río abajo. El agua achocolatada y aterida, embravecida, casi humana y sádica, llegó hasta el centenario árbol de la única calle triste, enana y silenciada por el olvido del tiempo. Dos niños náufragos y solitarios, ensimismados y enmudecidos, inermes de todo temor, inconscientes de su realidad, juegan haciendo puntería con una cerbatana chipiba, sobre el añoso tronco de la única, diminuta  placita solitaria y triste de la selva peruana.

Se mire desde lo alto del cerro de los Cartagena o desde la banda de los Chamaya, la impresión que el Chinchipe se ha atragantado con medio pueblo es evidente, pero eso no lo saben ellos, ni se han dado cuenta desde hace tres décadas en que la pista llegó, impredecible como las lluvias matutinas, y se creyó que todo cambiaría. Ni Radio Marañón ni Radioprogramas ni emisora ni señal alguna se asoma al éter tamborapeño: la presencia aurífera de las aguas, anula toda recepción por el espectro electromagnético.

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Tamborapa es una isla  paria y errante en medio de la selva, pero conectada umbilicalmente por una pista y civilización alrededor. Cuando se mata una vaca su carne disecada abastece al pueblo durante un año. La gente consume el tiempo mirando los carros fugaces y veloces pasar, las olas del río y ver salir uno a uno los ciento un  cocos que produce la única cocotera a ochocientos kilómetros a  la redonda. La única bodega que existe es la de la octogenaria Doña Rosita Chamaya, alojada tercamente en medio del cerro, abastecida de dos tongos de chancaca, una cabeza rala de guineo, dos paquetes de sal yodada, cuatro kilos de manteca de marrano viejo media fanega de café tostado, dos bollos colorinches de lana de ovejo merino y temerariamente aún se ofertan dos botellas de gaseosa Pepsi de 1976.

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Tamborapa no tiene aeropuerto, ni supermercados, ni peluquerías, ni pollerías, ni municipalidad, ni televisión, teléfono, ni correo donde depositar o recibir una carta,  librería, escuelas,  energía eléctrica, radio o libro alguno, sólo un río gruñón, un puente caduco, una cocotera barbada, una ruinosa iglesia sin párroco desde hace una década en que el agua se lo llevó con todo hábito, cruz y Biblia y gente,  gente que vive sonámbula y extraviada en el tiempo. El único diario que llegó por última vez hace treinta y siete años atrás, fue por puro accidente de un pasajero distraído que iba a San Ignacio: sólo allí se dieron cuenta que la civilización existía y que Tamborapa era más que su río, su cerro, su puente y su placita.

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Allí el tiempo ha soltado su ancla ciclópea, herrumbrosa y hasta las mismas piedras, papeles, residuos de plátano, no se han movido durante más de treinta y siete años seguidos, siguen inermes, ¡cloc-cloc!, pasa rauda y asustadiza una gallina colorada hasta de los huesos, que debe ser casi vigesenaria por lo oxidado de sus alas y el color destronchado de sus plumas, pico mocho, cabeza rapada: debe haber soportado las descargas de lluvias de mayo a julio de más de trece primaveras, estoica, impertérrita. Siete casas antiguas, las primeras de ese pueblo casual, de adobe gigante, se resisten a caer de cuajo por el tiempo: la iglesia no soportó los embates de la ventisca vespertina de casi cien años sin parar y se vino abajo como mazamorra recién esta mañana, justo ante mis narices de capturador de nostalgias, reminiscencias y melancolías.

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La plaza es rectángula, polvorienta, famélica y da la vuelta en L para perderse en el infinito aserpentado de la carrera a San Ignacio. Dos asbestos más vetustos que el propio pueblo, la sostienen con sus infinitas e intrincadas raíces para no dejarse mordisquear corriente abajo. Dos pavos huérfanos de infinita tristeza rascan por millonésima vez y ciernen el polvo de la plaza buscando algo de comida.

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De Norte a Sur se ve una plaza desnuda de ochenta y dos pasos, silente con siete casas solariegas pendientes de un hilo, dos árboles coposos donde dormitan las ardillas, hurones, moscardones y un sinfín de insectos rastreros, una bajada accidentada conecta y proyecta al río saturado de chopes, cadillos, pajarobobos, caña brava y tunas espinosas. A un costado, de la única esquina triangular del pueblo, una miríada de moscas famélicas, apenas se sostienen en vuelo, revolotean emocionadas ante un grillo agónico que se ha quedado muerto en su sueño.

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De Sur a Norte un cocotero centenario y barbudo, probablemente caiga esta misma tarde, se balancea achacosamente, lanza alaridos silenciosos. Hay un casi acostumbrado retumbar de hojas que hace que las tripas crujan como en una batalla de serpientes. Un viento caliente empuja a esta hora de la tarde los pensamientos hacia el barranco del azar que hace crispar las puertas de la mente.

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De Este a Oeste, se ve un ángulo muerto, dos ramas caídas, techos de calamina oxidada, dos cerdos agringados con piel pulposa y estructura huesuda osan y amantequillan los adobes secos de la fachada azul del pueblo.

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De Oeste a Este, fotográficamente, las casas siguen acochambrándose, doña Jomara, la casi bicentenaria que inició la fundación de Tambopara, camina renga renga juntando leños para el fogón de su cena de esa noche oscura, larga e inmensa, su rostro enjuto revela sus vivaces ojos de vívido gris de juventud: dos lágrimas caen en cámara lenta, ella se quedó varada entre su indiferencia y resignación de abuela regañona.De arriba abajo se ve un jardín en miniatura, microscópico, garabateado de chinescas, abandonado y petrificado con arbustos devorados por una gigantesca anaconda con fauces espumosas: es Tamborapa, aéreamente, una calvicie de selva en medio del barranco de la vida, de la nada, acaso un jardín sin jardinero, acaso una selva fantasmal que no tuvo quien la descubriera.

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A no menos de cincuenta metros se siente el rumrum metálico de las aguas del Chinchipe que acosa día y noche a su viejo puente carcomiendo sus despostilladas estructuras encementadas.Todos los que iniciaron la fatal e ingenua aventura de afincarse en este pueblo han muerto físicamente o espiritualmente, se han quedado petrificados y deambulan sonámbulos, idos, quedos entre el marasmo de la tarde y el polvo atragantador del tiempo.

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Childre, el último y único hijo de los suicidas,  había llegado en un ritual místico, de promesa, a bañarse en las mismas aguas subversivas y cobrizas del Chinchipe, por el famoso oro de los peñascos gigantescos río arriba, setenta y cuatro años atrás donde muriera el dueño de Peluquería Okey y su propio padre. Llegó con Merymey, la pelito corto y nariz aleonada, estudiante de Ingeniería Química de la UNPRG. Tamborapa era para ellos un pueblo fantasma y por su calle fácilmente uno podía andar desnudo en pleno día y nadie se percataría de ello.

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Miraron al río que les hablaba con un tronar de piedras embravecidas y vieron nítidamente la figura del padre y el abuelo muertos allí por pura decisión propia, por puro placer de morir arrastrados por las aguas hasta el mismísimo Amazonas.

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Está atardeciendo lentamente y apagándose el incendio heliográfico y estoy escribiendo atropelladamente estas impresiones y últimas cosas porque más tarde me toca morir, debo cumplir un rito, mi padre murió hace treinta y siete años, en este mismo día, en este mismo lugar y a esta misma hora: es quince de junio, son las cinco y cuarenta y tres de la tarde y a lo lejos se ven los últimos rayos sangrientos del sol tachonando las peñas junto al puente y las piedras amarmoladas del río. Tiento con el pie izquierdo la temperatura fresca y nerviosa, el agua me da sobre el hombro, ingreso con todo ropa, la corriente inteligentemente trepa por entre mis pómulos, las olas mordisquean embravecidas por entre mis orejas, mis pulmones están obturándose de esa agua ferrosa que suele haber aquí en el Chinchipe, siento que el cielo azul se va derritiendo y despintando hasta tornarse en un puño marrón, la corriente tramonta por entre mis sentidos hasta producirme una sorda conmoción somnífera, el peso de mi cuerpo es superior a la gravedad terrestre y a la densidad y bravura de las aguas, tres peñones a la vista, dos más elude mi cuerpo, pero en el tercero mi cráneo recibe un feroz golpe de lucha libre…..el agua cubre mi retina y la invalida, contracciones espasmódicas, río abajo se ven ramas y árboles multicolores que toman feroz huída, dos gallinazos patrullan la zona con sus ojos oblicuos … mi cuerpo laxo…todo es negro y caótico… desoxigenado… quietud, se acaba la lucha…un cuerpo, mi cuerpo va flácido…sube y baja, se atraca entre matorrales ribereños y troncos muertos, marrones, da vuelta de campana, raudamente tramonta al Recodo del Diablo, nadie lo ve en las aguas amarillentas y nocturnas y sigue hasta el infinito… 

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Nicolás HIDROGO NAVARRO

Nicolás HIDROGO NAVARRO

 

CONGLOMERADO CULTURAL

Promoviendo integración de creadores

Lambayeque-Perú

conglomeradocultural2005@yahoo.es

Tfnos. (074) 283273  /  (074)9607442

Dirección: 8 de Octubre Nº 930-Lambayeque-Perú 

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“Noches de cuento y poesía”

El espacio Azul Norte Poético-Narrativo

Reconocido con Resolución Directoral

Nº 030-2005-INC/DL/25 de noviembre 2005

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Cuento:

LA DEL QUINCE

Por Nicolás Hidrogo Navarro

Al fondo se ven desparpajados unos cuerpos caricaturescos y borroneados en mi lente carnosígeno sobre una lluvia de faroles intermitentes y una muchedumbre escrutadora, como que juzga ganado. Es una covacha primitiva alumbrada por  rostros defec-tuosos,  empolvados y aceitosos, “los turistas” de esa jungla tropical pasan  husmeando carne perfumada y maquillada, ¡está buena! o ¡está raca!, es la resolución empírica, no es necesario haber ido a la universidad para ser buenos catadores y juzgadores y ni estar con el título de burdo fiscal o juez, eso se aprende allí con el apelativo de ficho o putero. Se confunden los olores de ruda nauseabundos, pichi y perfumes en el disparate más extravagante por atraer a más gente. Muchos ombligos y glúteos aparecen exhibiéndose, contor-neándose,  rumbeando en el dintel de las puertas, dibujando una sonrisa coqueta que quiere convencer y no convence, cara  que se deja hacer y hace de  todo, facilita, buenita,  atrayéndote, ¡ven papacito, marido mío!, te espero, entra hacemos de todo ¿te acuerdas?, te atiendo como mi rey, vanamente unas con el semblante más triste del mundo, que no excita sino da compasión; otras, seguras que el lenguaje de su juventud hable por ellas y ahorren desaires; siempre una sonrisa, las más baratas,  siempre puestas con la misma máscara de  alegría complaciente y contagiante, ora tristes las que lejanamente cantaron victoria y ahora quieren ocultarse de sus antiguos clientes a los que no convencen, ora desafiantes en mirada y precios las más- más del putanar.

Un motor asmático se atragantaba en su agonía traqueteante, estando habilitado para atender a una veintena de focos  le han puesto abusivamente en las ancas de sus caballos rocinantes  un medio centenar de focos psicodélicos para alegrar y transformar la lugubridad pestilente en  una noche sabatina, de lujuria y sordidez satisfecha.

Todas quieren ser charapitas, todas inventan su llegada de Iquitos, Tarapoto o Moyobamba, todas quieren ensayar el dejo sel-váa-ti-co  para convencer bacán, sólo así se asegurarían sus veinte pases esa noche, todas quieren ser unas locomotoras de amor para  arrastrar los vagones más inmundos y esperpénticos de la noche, olfateando el tufo de unos sobacos indomables y pezuñas rebeldes, con la mirada perdida en el techo y con el apuro eterno y salvador del “ya-ya-ya” perturbador que te baja los resortes a cero.

Es una noche más, pero el recorrido siempre es bueno para encontrar sorpresas – he allí la razón de ir aunque uno encuentre lo de siempre-  y salir de la monotonía de esa ruleta viciosa de ver siempre lo mismo. Empezamos por las Orquídeas majestuoso otrora, hoy nido del silencio fetal y mierda, saltamos a la Colonial acaso con nombre identificatorio y aleatorio a sus ocupantes, ingresamos a la Tropical llena de jovialidad y de reñida competencia, jovencitas con poca experiencia y mucha ingenuidad, como las prefieren los cochos y nos adentramos a las del Túnel sin nombre, de más bajo calibre, donde tu poder adquisitivo de un Sol vale por dos y hasta tres doblado por la mitad, luces rojas, violáceas que resaltan la blancura de tu ropa transformando los harapos en pasables, jadeos y grititos posiblemente fingidos, sacan la cabeza para llamar en un momento desesperado en que no ha caído nada desde la mañana, un bikini fucsia resalta, pero al acercarse es una cuarentona con varios lunares de fantasía y un cuerpo que se resiste a la gravedad del tiempo para hincarle la carne,  apagada ofrece unas caricias sensación y la pose multiespasmos, pero nadie se la cree, dicen que todo es pura finta, su rostro no la ayuda efectivamente, pasan, caen los novatos, el marketing falla por la mercadería misma no por la promoción. La novedad fue en El Túnel donde la luz de cada bombilla compite y pierde frente a la de un cerillo. Allí se ha formado una cola como para recibir donaciones, donaciones de amor robótico en raciones de a 10 minutos. El que va saliendo con sus recomendaciones y su sonrisa de oreja a oreja enciende y aviva la espera justificada e interminable, quién y cómo será, sólo sé que es la del cuarto asignado con el  quince, la nueva de la cuadra, al decir de mi compañero Gonzalo F.

La anémica e indecisa luz no permite sino divisar el rojo bermellón de su atuendo de torera incansable que aparece y luego desaparece arremetiendo muletazos a los energúmenos de irrefrenables deseos, antigalanes de putanar.

Eran las tres y cuarenta y dos minutos de la mañana del domingo y la cola se estaba agotando. Oteaba con el interés picado de espera de un cazador, un cuerpecillo frágil de gacela, una sonrisa, sonrisa ..., dentadura, creí conocida, pero no, esas son huevadas cuando uno está templado como que todas se nos figura en la amada, sí era una conocida manera de torcer los ojos y los labios, será posible que lo escrito pueda expresar mi emoción... ¡Tere...sa, Teresita Barboza!, no, no, imposible, ella no me reconocería en mi nueva facha,  me he dejado crecer las patillas a lo John Lennon, ¡mi corazón está que se me sale por la boca!, tengo en el estómago una lluvia de rayos que lo han endurecido, ingresa el penúltimo cliente, un jorobado de Notre Dame chiclayano, carajo me tiemblan las piernas y  estoy corriendo al baño, uf casi me saco la m antes de tiempo, con verrugas de Aniceto en la nariz, frotándose las manos en señal de “lo logré”, me comeré el mejor bocado, qué pasa: otra vez los celos enfermizos de antes, no puede ser, y él hay que sacarle filo a la herramienta, tú ¿y?,  yo, no esta parece que ya se fue la semana pasada, me gustaba remontarme siempre como el salmón en el basural de mis recuerdos y creó encontrar cosas interesantes idesechables por mí, sólo por el tiempo. Mientras tanto, pienso en las ruinas circulares de mi memoria y la de ese viejito pendejo y copetón Borges y en mi irrenunciable enfermedad de noctámbulo, buscador de una vida alegre, cuando para otros el día acababa para mí se encendía la gran lámpara de la noche cargada de emocionante soledad y quietud de las calles, manchado por el chocolate espeso de la noche, que brota como apéndice displicente y el ruido melancólico, silencioso del tic-tac de mi interminable Olma, de la misma edad de mi abuelo: viejo siempre viejo de mi vida.

¿Quién era Teresa para mí  y para toda mi promoción escolar? Mi trofeo, el trofeo más preciado en el colegio “Alonso de Alvarado” en Bagua Grande, el que era lubricado por el Utcubamba, gran mole serpenteante de agua, acaso el lugar con una gran jungla de estudiantes rebeldes, del que nunca llegué a serlo a pesar de mis vanos intentos hasta ahora. Tenía  lo que tienen todas las mujeres: no sé si el mismo tamaño, cantidad, proporción, casi lo mismo pero siempre jamás igual, pero todas las mujeres no tenían lo que ella tenía: el encanto de hechizar y abobar a cuanto cojudo se enamoraba de ella, el descollante don de despachar a todos sin herir  explicitándolo. No sería para nadie, moriría así, como una manzana silvestre detrás de un cristal prohibido: sabrosa y apetitosa para comerla, y todos nos contentábamos con verla invicta, sin mácula. Era su encanto y delicadeza de mujer intérprete, símbolo de las emanaciones féminas, su irrefutable don de saber decir las cosas exactas, pero sobre todo las ganas de hacer con ella una práctica de autopsia sexual sin pensarlo dos segundos. Su piel de peluche erotizador, sus desenfrenados y fieros labios de capullo abierto esta mañana con dos gotas diáfanas de rocío incólume, los desfiladeros perpetuos de sus pechos y su intangible, inimaginable e impronunciable secreto rosáceo. Qué no hubiéramos dado, en qué nos hubiéramos convertido por el tan sólo hecho de estar con ella. Escuchaba la persuasión y el halago más convincente, intentaba el más piedrón del colegio insinuarle sólo estar con ella, pero no y no, no había forma, tiempo ni nadie. No logré ni logramos estar con ella en todos los años desde que desapareció de mi vigilancia contumaz y mi atención irresoluta, aunque siempre en el velatorio de mi corazón  seguía prendida la vela del recuerdo de su imagen: Teresa Barboza, la Techi que nadie conquistó y a nadie quiso entregar el repujado inapreciable de su amor y cuanto pueda ser  tocado y alucinógeno.

La puerta se abrió, un destello violáceo encharcó mi rostro, el tipo que salía estaba sonriente como si hubiera cortado todas las orejas y los rabos en su noche taurolujuriosina.

¡!Techi Barboza!, grité para mis adentros y para mis recuerdos, ¿eres tú?”. Ella me recibió como a su príncipe (no me hago muchas ilusiones ahora después de saber que a todos los recibía así). Para probar, sin esperanza de recibir la verdad sino un seudónimo artístico, le pregunté por su nombre,¡imagínense su nombre artístico y su nombre real coincidían, era Techi Barboza!, para todos y para mí, pasajero anónimo y a mucha honra y me estaba contando haber decidido esa vida que siempre quiso ocultamente, esa misma noche después de 19 años de darse cuenta que nadie la amaba, después de un frustrado intento de decirle a un tal Nicolás que sentía un oculto e inobjetable amor, amor en silencio.

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Ilustración: The Alcorn Gallery

http://www.alcorngallery.com/CelebratedAuthors/CA.php

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