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Revista Literaria AZUL@RTE

CUBA

Rafael ROJAS/Edel MORALES

Rafael ROJAS/Edel MORALES

A propósito de Tumbas sin sosiego, de Rafael Rojas

Examen de memoria 

Edel Morales • La Habana 

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Rafael Rojas ha escrito un libro que interesa. Ambicioso, en su proyecto de reconversión de la memoria nacional. Bien documentado, al modo agotador de los nuevos letrados. Actual, porque revela mejor que ningún otro la crisis intelectual en que se debaten el autor y varios de sus colegas. Y aunque no logró que los jurados lo asumieran como modélico, el libro fue bendecido con el Premio Anagrama de Ensayo, y eso cuenta.

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Estructurado en una introducción y tres grandes momentos, Tumbas sin sosiego nos propone una lectura de la memoria cultural cubana desde un principio interesado: el pensamiento liberal de la República, no decantado sino cancelado por la Revolución de 1959 y superior en si mismo a otras tradiciones (sean comunistas o católicas o en cualquiera de sus variantes nacionalistas) es visto aquí como la piedra angular de la reconstrucción intelectual poscomunista. Previamente se nos ha hecho ver (académicamente, se nos ha demostrado) que en la República todos los debates eran posibles (superiores) y se realizaban con total respeto por el otro y en pie de igualdad para su legitimación pública.

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Esa tesis de partida hace fallar a Rojas, en tanto lo sitúa en dos perspectivas equivocas: una de origen y otra de destino. Y lo lleva a cometer gazapos conceptuales en profundidad, intentando fundamentar su punto de vista.

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Un ejemplo, puntual y extremo: sus perfiles intermedios son más favorables a autores de importancia bastante relativa como Raúl Rivero, que a pensadores de significación indiscutida para Cuba (pero culpables, ante los ojos del autor, de mantenerse e incluso liderar intelectualmente el campo político opuesto), como Cintio Vitier o Roberto Fernández Retamar.

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Otro ejemplo, más en el entorno generacional del autor: pretende erigir en paradigma de nueva civilidad poética a recién llegados a trompicones del tipo de Pablo de Cuba Soria, desconociendo (¿por pecado de lesa ignorancia?) autores como Reinaldo García Blanco, Pedro Llanes, León Estrada o Rigoberto Rodríguez Entenza, por señalar solo algunos de los muchos nombres que los ochenta y noventa del pasado siglo aportaron a la poesía cubana en materia de conciencia ciudadana. O se esfuerza en consagrar desde su autoridad (poder) a refinados vocales entusiastas del parricidio intelectual, como Duanel Díaz. Porque el pecado original de Rafael Rojas, que en Tumbas sin sosiego adquiere categoría de escándalo (Kundera dixit) es derrochar su indudable capacidad de análisis y el alto nivel de información que siempre nos muestra, en sustentar una idea política preestablecida: la Revolución fracasó hace tiempo (finalmente en los noventa) y para Cuba no hay alternativa viable fuera de la transición al modélico pasado, tantas veces anunciada.

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Rojas escamotea hábilmente la presencia y peso específico de la política norteamericana en los proyectos de esa transición (por ejercicio del mando o por imposibilidad de contención a las fuerzas imperiales), el modo en que históricamente esa presencia se hizo injerencia, intervención y ocupación del espacio público cubano siempre que fue necesario y el hecho de que si algo tiene tradición intelectual y popular en Cuba es el rechazo mayoritario a la política intervencionista del gran vecino.

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Quizá ningún libro desarrolla mejor, en lo específico, la idea última que la revista Encuentro de la Cultura Cubana viene proponiendo desde hace diez años: la construcción intelectual de una memoria otra para Cuba, distinta y opuesta a la que las mayorías del país han percibido como su memoria desde el triunfo mismo de la Revolución de 1959, pero muy peligrosamente deslindada también de valores patrios arraigados en la memoria nacional previa a ese proceso histórico y que en mucho lo fundamentaron en sus orígenes y lo sostienen en su devenir actual.

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Más allá de esos improcedentes puntos de partida, el libro revela el engarce apresurado de ideas y textos quizá pensados o escritos en momentos cronológicamente cercanos, pero diferentes en su esencia. De modo que ciertos síntomas de la creación artística o de la realidad social, que podían ser manifestación de algo en un tiempo, ya no lo son, o no lo son exactamente como el autor los maneja, y utiliza largamente a su favor. Errata o gazapo menor, pensando en la distancia desde la cual escribe, pero que revela también que algunos otros de sus argumentos son traídos a empellones hasta las páginas que aquí se nos presentan con el gozoso lustre de academia.

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Hay, sin dudas, zonas bien interesantes en este libro, como en otros del autor. Pero una vez más peca Rafael Rojas en el análisis y valoración de lo esencial en un proceso histórico de largo alcance. Y es que no se puede pretender un análisis influyente del siglo XX cubano (y es a lo que aquí se aspira), pasando intelectualmente la mano a la frustración y descomposición republicana y al así llamado “gobierno autoritario” de Fulgencio Batista para unas cuantas páginas después emprenderla sin contemplaciones contra “la dictadura de Fidel Castro”. Ningún clásico de las libertades ni estudio social contemporáneo alguno, por más legítimos o prestigiosos que sean sus autores (y Rojas se extiende en citas que prueban su manejo de fuentes muy pertinentes en el análisis de otras realidades) puede servir de sustento teórico a un dislate conceptual de ese tipo, pues en Cuba está demasiado vivo aún el recuerdo de lo real en la memoria sangrante de la nación.

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Articulo: http://www.lajiribilla.cu/2006/n285_10/285_03.html

Ilustración : Siegfried Woldhek

http://www.woldhek.nl/

Rafael ROJAS/ María Teresa CÁRDENAS

Rafael ROJAS/ María Teresa CÁRDENAS

   

Entrevista a Rafael ROJAS
Letras vivas de Cuba

Por María Teresa CÁRDENAS  

En "Tumbas sin sosiego", Premio Anagrama 2006, el ensayista revisa el siglo veinte cubano desde el punto de vista de sus intelectuales, insertándolos en la compleja historia que les ha tocado vivir.  

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A Buenos Aires viajó para participar en un Congreso de Intelectuales de América Latina para el siglo XXI. A Chile, en cambio, vino por motivos personales. En ambos países, sin embargo, aterrizó con una excelente carta de presentación: su libro Tumbas sin sosiego (Revolución, disidencia y exilio del intelectual cubano).
Nacido en Santa Clara, en 1965, Rafael Rojas es uno de los nombres ineludibles de la nueva intelectualidad cubana en el exilio, la que se ha formado en parte en su país y en parte en universidades extranjeras. En su caso, se graduó en Filosofía en 1990 y al año siguiente viajó a hacer un doctorado en Historia en el Colegio de México, recomendado por el influyente pensador Manuel Moreno Fraginals, a quien dedica - junto a Jesús Díaz- este libro. Su padre era rector de la Universidad de La Habana y él visitaba periódicamente a su familia. Hasta 1995. "En el momento en que me gradúo, Jesús Díaz crea en Madrid la revista Encuentro de la cultura cubana, comienzan a salir las novelas de Eliseo Alberto y de Zoé Valdés, y yo me involucro naturalmente en esa generación de la diáspora, igual que Iván de la Nuez. Encuentro pone a circular ideas muy críticas no sólo sobre la política cultural del gobierno cubano, sino sobre el propio régimen. Una vez que uno articula ese tipo de discurso ya sabe que la apuesta es vivir afuera". Curiosamente, su hermano mayor tiene un cargo en el Ministerio de Cultura. "Somos una familia muy politizada", reconoce. "Pero nos llevamos muy bien".


Como investigador, su trabajo académico se ha centrado en la historia de América Latina, y particularmente de México en el siglo XIX. Sobre Cuba, en cambio, ha escrito varios libros que escapan a ese perfil académico. En Tumbas... dice haber combinado ambas cosas, dejándose llevar por una corriente que le atrae: "La disciplina de la historia intelectual se está volviendo una avenida muy transitada de la historiografía latinoamericana contemporánea; no se trata sólo de hacer la historia de las ideas o de los intelectuales, sino de articularla con la de los sujetos, las formas de representación de los problemas sociales, reconstruir las polémicas y los debates de un campo intelectual, rastrear los momentos de mayor o menor autonomía de los intelectuales frente a los poderes públicos". Uno de sus principales referentes es Pierre Bordieu: "Él estudiaba a través de los casos de Flaubert, de Zola, de Baudelaire, cómo por medio del mercado estos autores lograban una autorización que les permitía intervenir en otros aspectos de la esfera pública. Es el caso de Zola, que tiene un papel protagónico en el caso Dreyfus. Yo quise trasladar un poco esa problemática a Cuba y estudiar cómo se construyó el campo intelectual en la época republicana, que va de 1900 a 1959, y la manera en que la Revolución moderniza y al mismo tiempo altera el campo intelectual".
 

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- De esa corta historia surge lo que tú llamas la "ansiedad del mito" en los escritores. ¿Por qué es la Revolución la que asume esta necesidad?
- La epopeya de la independencia, con sus batallas, sus héroes, sus mártires, el culto a José Martí, era la reserva mitológica que tenía el nacionalismo cubano moderno. Sin embargo, yo creo que eso no logró institucionalizarse plenamente; justo en el momento en que comenzaba a permear las instituciones culturales y educativas es que se produce la Revolución y se presenta como una refundación nacional. Sin negar la mitología independentista, la Revolución crea una nueva mitología en torno a otra epopeya con sus héroes y el culto a Fidel, al Che. Yo trato de explorar esa necesidad de poseer mitos que se ve en la literatura, que lo mismo impulsa a los escritores a restituir mitos como a lamentar su ausencia.

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- Los cívicos y los nihilistas.
- Claro. Yo veo esas dos corrientes: la nihilista, el caso de Virgilio Piñera, que es decir aquí no hay nada, es un país muy pobre, no hay tradición, no hay una cultura clásica, no somos nada. Y está la otra, que es la que restituye esta ausencia de mitos con una nueva mitología, lo que Lezama Lima llamaba la "teleología insular", la idea de que los cubanos están llamados por la providencia a hacer grandes cosas. En la esfera política, la Revolución se coloca justo en el centro de esa tensión. Y llega para decir ahora sí vamos a ser una gran nación, vamos a ser plenamente soberanos, plenamente justos. Los revolucionarios tienen un acento de restauración republicana, pero yo creo que ellos reflejan y representan un malestar mayor, que es esa sensación de levedad, de frustración, y de esa sensación es que sale esta voluntad refundacional.

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- Tú propones una integración de la literatura del exilio con la que se hace en la isla, pese a sus diferencias.
- Ése es el tema fundamental de la última parte del libro, el adentro y el afuera de la cultura cubana, y es un problema contra el cual yo trato de reaccionar. A mí me parece artificial esta fractura, porque una cultura nacional es la misma, aunque esté desterritorializada. En cualquier país que ha vivido una guerra civil o un régimen autoritario más o menos prolongado, se producen exilios, diásporas, emigraciones. Durante un tiempo las narrativas y las poéticas de adentro y de afuera se diferenciaron mucho, pero en los últimos años la incorporación de muchos escritores residentes en la isla a un mercado editorial que capta buena parte de la producción literaria de la diáspora y del exilio ha ido reintegrando los discursos; incluso los temas son muy parecidos. La liberación narrativa de la que yo hablo no sólo se experimenta en la diáspora, también dentro de Cuba, en autores como Pedro Juan Gutiérrez, Leonardo Padura, Arturo Arango, Wendy Guerra...

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- ¿Pero esos autores están en las librerías de Cuba?
- Hay muchos que tienen ediciones nacionales de los libros que se publican afuera. Por ejemplo, Abel Prieto: El vuelo del gato es una novela editada afuera y dentro; o las novelas de Leonardo Padura. Hay otras que no. De Pedro Juan Gutiérrez creo que son dos las que se han editado allí, y la de Wendy (Todos se van, Premio Bruguera 2006), claro, no. Muerte de nadie, la novela de Arturo Arango, que es una parábola sobre la muerte de un caudillo, creo que tampoco se ha editado en Cuba. De todas formas, aunque no se edite, la literatura circula. Las novelas de Zoé Valdés, de Eliseo Alberto, de Jesús Díaz, de Antonio Benítez Rojo o de Carlos Victoria, que son cinco nombres que yo creo imprescindibles de la narrativa cubana de la diáspora de los últimos quince años, circulan.

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- El título de tu libro alude a la muerte de los escritores clásicos cubanos. ¿Qué representan ellos para los escritores de hoy?
- En los últimos diez o quince años han muerto los autores clásicos, los últimos que quedaban; después de la muerte de Carpentier y Guillén en los ochenta viene la muerte de Eliseo Diego, Gastón Baquero, Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Severo Sarduy, Antonio Benítez Rojo, Jesús Díaz, Heberto Padilla. Eso, naturalmente, nos habla de un fin de época, pero también de una literatura que tiene que producirse sobre una experiencia de duelo, de procesamiento de esa pérdida a través de la memoria. Y eso yo lo veo en toda la literatura cubana actual. Uno recorre las novelas de Abilio Estévez, de Antonio José Ponce o de Leonardo Padura o de Eliseo Alberto, y lo que encuentra siempre son inscripciones de legado, mediciones de la herencia literaria, ajustes de cuentas, también. Una búsqueda de los grandes muertos de una literatura nacional a través de la literatura del sobreviviente. El que queda escribiendo es el sobreviviente que se relaciona con esos legados.

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- ¿El sobreviviente de afuera o de adentro?
- Otro elemento de esa sensación de cementerio, de esa literatura que se hace en diálogo con los muertos célebres, son las guerras de la memoria, porque así como existe un adentro y un afuera, aunque nos parezca artificial, los actores intelectuales de cada uno de esos campos desarrollan una serie de estrategias para preservar o recuperar el legado de los muertos. Entonces son las disputas, las guerras por el legado, de quién son los muertos. Ha habido intentos muy serios de recuperación de los muertos del exilio.

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- Pero tú dices que es una recuperación parcial.
- Sí, existe la idea en los sectores más oficialistas de la cultura cubana de que la producción más valiosa de los exiliados es la que se hizo en Cuba antes de salir. Esa idea se transmite también en la recuperación del exiliado; el exiliado, mientras vive, es invisible en el campo intelectual de la isla. En cuanto se muere, hay una ceremonia de rescate, una recuperación. Pero la recuperación del autor es como letrado puro, como un representante de las bellas letras y se oculta todo su intervencionismo público de crítica al gobierno.

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- ¿Están tus libros en Cuba?
- Yo creo que con mis libros sucederá igual que con los de Iván de la Nuez, que publicó un trabajo muy interesante que se llama La fantasía roja, donde explora la fascinación de los intelectuales de la izquierda latinoamericana con Cuba en los años sesenta. Ese tipo de literatura de ensayo, lo mío, lo de Iván o lo de Antonio José Ponte, que vive en La Habana, no se edita, no existimos, no hay reseñas, no se dan noticias de los premios, no hay una presencia, pero los libros yo creo que sí circulan, y hay alguna infiltración secreta en el debate.

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- Llama la atención el aspecto trágico de los cubanos, aparentemente tan gozadores de la vida.
- Tiene que ver con la intervención de los Estados Unidos en 1898, que aborta la guerra de independencia; la traición de Batista; la revolución del 33, el desencanto por la revolución. La historia siempre es representada como un lugar de tragedia. Y es muy hamletiano, además de edípico, con esa idea de la orfandad. Los intelectuales y políticos del pasado siempre se ven como espectros. Martí es un muerto que está gravitando sobre los vivos en todo el siglo XX y la Revolución lo convierte en el gran espectro. Lo que estamos viendo en estos días es cómo nace un nuevo espectro. No creo que los cubanos se vayan a deshacer de la presencia de Fidel, él va a estar ahí. Puede ser el Martí del siglo XXI.
  

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Articulo: El mercurio.com

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A consultar:

http://www.amigospais-guaracabuya.org/oagcw115.php 

http://www.rebelion.org/cuba/030731arcia.htm

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Edel MORALES

Edel MORALES

Edel Morales edelmorales@loynaz.cult.cu  

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Centro Cultural Dulce María Loynaz 

presentacion de : 

«El Epistolario de José María Heredia»

de Ángel Augier  

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Martes 05 septiembre

Hora :04.30 p.m.

Calle 19 esq. E. El vedade  

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Leer sobre Dulce María Loynaz y su Centro Cultural:

http://www.cervantesvirtual.com/bib_autor/Loynaz/cronologia.shtml http://www.trabajadores.cubaweb.cu/proposiciones/cuba%20por%20dentro/jrb-loynaz.htm   

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Fugaz presencia en la vida

Por Enrique Gay-Galbó 

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Algo menos de treinta y seis años tenía Heredia al morir. En ese corto espacio, en que muchos hombres apenas si han comenzado la vida, fue "abogado, soldado, viajero, profesor de lenguas, diplomático, periodista, magistrado, historiador, y poeta", además de conspirador, tribuno, diputado, tipógrafo, y escribió, numerosas poesías, obras de teatro, de historia, informes jurídicos, redactó periódicos, y por sobre todo eso sirvió siempre con dignidad y con sacrificio.

Heredia nació en Santiago de Cuba el 31 de diciembre de 1803, de donde salió a los dos años con su familia hacia Penzacola, por haber sido nombrado su padre Asesor de la Intendencia de la Florida Occidental, que era aún posesión de España. En Panzacola fue iniciado en las primeras letras por su padre y aprendió con tal interés que a los tres años sabía leer y escribir. A los siete ya era "apto para estudiar facultades mayores". El padre, doctor en ambos derechos, hombre ilustrado, latinista profundo, le había enseñado con sus lecciones y con su ejemplo a ser honrado y a vivir con austeridad. El hogar fue su única escuela, de costumbres y de saber.


Nombrado el padre Oidor (magistrado) de la Audiencia de Caracas estuvo el niño seis meses en La Habana y dos años en Santo Domingo hasta que la familia pudo reunirse toda en Venezuela. Fue en los años de 1812 a 1817, de los más terribles de la guerra de independencia americana. Pasaron, en derrotas y triunfos, Francisco de Miranda y Simón Bolívar, y entre los realistas, Boves, Miyares, Morillo, Monteverde.


Las luchas de Caracas lanzaron al Oidor Heredia hasta México en cuya Audiencia ocupó el cargo de Alcalde del Crimen (juez de instrucción). Por intrigas y delaciones de sus enemigos, que eran los sanguinarios militares de la reconquista, sufrió ese descenso en su carrera judicial, que al fin lo llevó a la muerte joven y en plena producción literaria. Dejó inéditas la "Historia del descubrimiento y conquista de la América" en cuatro tomos, "Del gobierno de la España ultramarina" en dos tomos, y la "Historia filosófica de la revolución de Venezuela". Esta última, publicada mucho después, a fines del siglo, prueba sin quererlo la justicia de los rebeldes americanos.


La familia Heredia se trasladó a Cuba, ya desaparecido el padre. El año 1821 se recibió de bachiller en leyes y en 1823 fue admitido como abogado en la Audiencia de Camagüey. Ese mismo año intervino, como miembro de los Caballeros Racionales, en la Conspiración de los Soles y Rayos de Bolívar.


Este es el inicio de su gloria, de su inmortalidad. Huyó de los servidores del capitán general Vives y llegó a los Estados Unidos a disfrutar por primera vez de la democracia y a contraer la tuberculosis que destruyó su vida diez y seis años después.

En el exilio escribió la oda al Niágara, junto a la enorme y rugiente catarata, y allí supo algún tiempo más tarde que había sido condenado a destierro, lo que impedía su regreso a Cuba. Entonces, ya publicada en Nueva York la primera edición de sus poesías que le había dado fama continental, aceptó la oferta del Presidente mexicano Guadalupe Victoria y volvió a México, para ser allí, como dijo él, juez, magistrado, periodista, político, tribuno, guerrero, tipógrafo, maestro, historiador, jurisperito, y morir en aquella tierra, después de una corta permanencia en Cuba al lado de su madre. La tuberculosis lo venció el 7 de mayo de 1839.
   

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Leer sobre José Maria Heredia:

http://www.cubaliteraria.com/autor/jose_maria_heredia/notas_biograficas.htm

http://www.rumbos.net/ocja/jaoc_ep2.html 

http://www.rumbos.net/ocja/jaoc_ep1.html 

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Ángel AUGIER

Ángel AUGIER

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Ángel Augier, poeta, ensayista, periodista, investigador literario y crítico cubano nacido en Holguín en 1910.
Doctor en Ciencias Filológicas por la Universidad de La Habana, con estudios posteriores enel Instituto de Literatura Mundial Máximo Gorki de la Academia de Ciencias de Moscú, es una de las grandes figuras de la literatura cubana contemporánea.

Es miembro de Número de la Academia Cubana de la Lengua, miembro del Consejo Asesor del Centro de Estudios Martianos, miembro fundador de la Unión de Periodistas  y de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba,  y presidente  de la Fundación Nicolás Guillén.  Ha sido, además, coeditor de revistas literarias cubanas y colaborador de varias publicaciones periódicas de otros países.Como conferencista invitado y como becario de la Unesco, ha viajado por numerosos países de América, Europa y Asia central. Fue condecorado con la Orden Nacional Félix Varela, de Primer Grado y obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1991.

Su obra poética se encuentra reunida en una antología publicada en 1980 y en «Todo el mar en la ola» en 1989.   

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A LA LUZ DE TU SOMBRA CONMOVIDA...

A la luz de tu sombra conmovida
deja de escuchar a tantas voces tuyas,
me quedaré desnudo de silencio
cuando me des tu intimidad desnuda.

Los recuerdos que corren por tu sangre
Te han dejado fragante de ternura,
Fuerte eternidad estremecida
Y el color secular que te circunda.

La nostalgia se sube a tus arcadas
Para soñar el sol su ansia madura;
Mientras las ramas verdes te acarician
En el temblor henchido por la lluvia.

Para las sombras de tus corredores
Son mis palabras como sombras mudas
Que quieren saturarse de tus ecos
Y saturan tu paz de albas futuras.

Soneto al patio del Palacio Municipal de La Habana, 1937  

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CUBA

Cuba, flotante línea suspendida
en la punta del agua sin sosiego;
llama en el centro de su propio fuego,
roja al viento la túnica encendida.

Cuba, de amor extiendes tu medida
y la sombra sepulta su astro ciego:
tu sangre, ardiente luz, es dulce riego
para alzar el tamaño de la vida.

Marítima y frutal, solar y sola,
las olas que establecen tu corola
forman, Cuba, coraza a tu alegría.

Y en tu carrera de canción y espuma
deslumbra a la mirada entre la bruma
el fulgor con que en ti florece el día.
   

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EL MAR

Se ha caído al suelo el Mar. Difícil
recogerlo, alzarlo, ayudarle.
La masa espesa se mece y se deshace en espuma,
en olas; se contrae y distiende, se agita y calma,
se enfurece y desborda como en inútil esfuerzo por levantarse.
La espesa masa no descansa: moja, hunde, ahoga;
su corrosivo hálito de salitre, esa onda salada y húmeda,
está ahí siempre incansable, y el espumoso oleaje de gelatina,
azogue, agua. Se ha caído al suelo el Mar.
Y es difícil asirlo, levantarlo.
Quizás sea preferible dejarlo donde está,
hasta que pueda alzarse por sí solo.
O hasta cuando lentamente se deseque por cansancio.
O por aburrimiento.
  

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A leer sobre Ángel Augier:

http://www.cubaliteraria.com/autor/angel_augier/index.html

http://www.trabajadores.cubaweb.cu/2006/enero/30/cultura/homenaje.htm 

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Edel MORALES

Edel MORALES

Edel Morales

Director Centro Cultural

«Dulce María Loynaz»

19 y E. El Vedado

Ciudad de La Habana

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E-mail :edelmorales@loynaz.cult.cu   

«La Letra del Escriba número 51»   

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Le hacemos una atenta invitación a visitar el sitio: http://www.cubaliteraria.cu/revista/laletradelescriba/n51/index.html    

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En “Poesía.cu”:

http://www.cubaliteraria.cu/revista/laletradelescriba/n51/articulo-2.html 

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Leyla Leyva

Leyla Leyva (Cienfuegos, 1964). En el 2000 Letras Cubanas publicó su poemario Piélagos, premio Lourdes Casal, convocado por la UNEAC en la primera edición internacional. Tiene inédito el cuaderno «Viendo peces».   

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Mujer de alguien


No era la mujer de alguien, era la tuya
con el aspecto de cenefa tupida.
Echada sobre el butacón de la sala,
parezco bastante confortable.
De hecho, creo que me encuentras así,
o te has dado por vencido.
La mujer de las hipótesis o las prevenciones,
mujer de otro que pudo ser de otros
y de hecho lo fue y que hoy es toda tuya,
te hace creer cosas con algunos sagaces
ajetreos de estilo.
Sentada viendo televisión,
viéndote en el canal extremo,
luego de engañarte y perseguir seriales violentos
como una existencia desastrosa.
Sentada, porque se lo merece,
fantasea con el tipo de las exfoliaciones
que en casa apenas se convierte,
y de esa experiencia colige reservados deleites.
(Yo pretendía que otros pensaran que era adorable,
pretendía no decir grandes mentiras, por lo menos
no igual a esa de transmutarme en la fascinación
trágica de una adulta-rubia-rebajada,
que emplea a granel óxido fuerte y percibe
los riesgos de la fusión,
de la resistencia del objeto.
O como la rusa de Kiev que va sola en la tarde
camino del Tsárskoie Seló con una imbatible felicidad).
Ibas a contarme lo de la tangente variable
que ciñe el plan de la pareja,
poniendo las cuentas en cero, pero me lo sé.
Conozco al dedillo el cuento de Andreévna Górenko,
sobre todo si arrimo el aliento a la bocina
y oyes de mi voz la revelación cansada.
Tú me miras a los dos ojos y ves
el blanco punto que mueve el brillo.
Yo miro a uno solo de los tuyos, y me asusto
del reflejo que hace en él una estría varada.
Ibas a contarme, a modo de habitual coqueteo,
lo bien que me conservo
cuando me encontraste dentro de la luna del cristal,
desnuda, consumiendo plata viva,
y tuve ganas de pedírtelo ahí,
ahora que nada vale devolver el golpe sin su virtual fijeza.
Muchas horas en lo mismo,
deduciendo la tarea textual del cirujano;
cosas que conoces, que compartimos
como buenos actores.
 

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*Ilustración : Siegfried Woldhek - http://www.woldhek.nl/

    

Edel MORALES

Edel MORALES

Edel Morales

Director Centro Cultural

«Dulce María Loynaz»

19 y E. El Vedado

Ciudad de La Habana

*

E-mail : edelmorales@loynaz.cult.cu   

«La Letra del Escriba número 51»   

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Le hacemos una atenta invitación a visitar el sitio: http://www.cubaliteraria.cu/revista/laletradelescriba/n51/index.html   

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En “Aire Fuerte”: http://www.cubaliteraria.cu/revista/laletradelescriba/n51/articulo-4.html   

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LA MUERTE  DEL AUTOR

Roland Barthes (Francia,1915-1980)

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Balzac, en su novela Sarrasine, hablando de un castrado disfrazado de mujer, escribe lo siguiente: “Era la mujer, con sus miedos repentinos, sus caprichos irracionales, sus instintivas turbaciones, sus audacias sin causa, sus bravatas y su exquisita delicadeza de sentimientos”. ¿Quién está hablando así? ¿El héroe de la novela, interesado en ignorar al castrado que se esconde bajo la mujer? ¿El individuo Balzac, al que la experiencia personal ha provisto de una filosofía sobre la mujer? ¿El autor Balzac, haciendo profesión de ciertas ideas “literarias” sobre la feminidad? ¿La sabiduría universal? ¿La psicología romántica? Jamás será posible averiguarlo, por la sencilla razón de que la escritura es la destrucción de toda voz, de todo origen. La escritura es ese lugar neutro, compuesto, oblicuo, al que va a parar nuestro sujeto, el blanco-y-negro en donde acaba por perderse toda identidad, comenzando por la propia identidad del cuerpo que escribe.

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Siempre ha sido así, sin duda: en cuanto un hecho pasa a ser relatado, con fines intransitivos y no con la finalidad de actuar directamente sobre lo real, es decir, en definitiva, sin más función que el propio ejercicio del símbolo, se produce esa ruptura, la voz pierde su origen, el autor entra en su propia muerte, comienza la escritura. No obstante, el sentimiento sobre este fenómeno ha sido variable; en las sociedades etnográficas, el relato jamás ha estado a cargo de una persona, sino de un mediador, chamán o recitador, del que se puede, en rigor, admirar la “performance” (es decir, el dominio del código narrativo), pero nunca el “genio”. El autor es un personaje moderno, producido indudablemente por nuestra sociedad, en la medida que esta, al salir de la Edad Media y gracias al empirismo inglés, el racionalismo francés y la fe personal de la Reforma, descubre el prestigio del individuo o dicho de manera más noble, de la “persona humana”. Es lógico, por lo tanto, que en materia de la literatura sea el positivismo, resumen y resultado de la ideología capitalista, el que haya concedido la máxima importancia a la “persona” del autor. Aún impera el autor en los manuales de historia literaria, las bibliografías de escritores, las entrevistas en revistas, y hasta en la conciencia misma de los literatos, que tienen buen cuidado de reunir su persona con su obra gracias a su diario íntimo; la imagen de la literatura que es posible encontrar en la cultura común tiene su centro, tiránicamente, en el autor, su persona, su historia, sus gustos, sus pasiones; la crítica aún consiste, la mayoría de las veces, en decir que la obra de Baudelaire es el fracaso de Baudelaire como hombre; la de Van Gogh, su locura; la de Tchaikovsky, su vicio: la explicación de la obra se busca siempre en el que la ha producido, como si, a través de la alegoría más o menos transparente de la ficción, fuera, en definitiva, siempre, la voz de una sola y misma persona, el autor, la que estaría entregando sus “confidencias”.

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Aunque todavía sea muy poderoso el imperio del Autor (la nueva crítica lo único que ha hecho es consolidarlo), es obvio que algunos escritores hace ya algún tiempo que se han sentido tentados por su derrumbamiento. En Francia ha sido, sin duda, Mallarmé el primero en ver y prever en toda su amplitud la necesidad de sustituir por el propio lenguaje al que hasta entonces se suponía que era su propietario; para él, igual que para nosotros, es el lenguaje, y no el autor, el que habla; escribir consiste en alcanzar, a través de una previa impersonalidad –que no se debería confundir en ningún momento con la objetividad castradora del novelista realista– ese punto en el cual sólo el lenguaje actúa “performa”, 1 y no “yo”: toda la poética de Mallarmé consiste en suprimir al autor en beneficio de la escritura (lo cual, como se verá, es devolver su sitio al lector). Valéry, completamente enmarañado en una psicología del Yo, edulcoró mucho la teoría de Mallarmé, pero al remitir, por amor al clasicismo, a las lecciones de la retórica, no dejó de someter al Autor a la duda y la irrisión, acentuó la naturaleza lingüística y como “azarosa” de su actividad, y reivindicó a lo largo de sus libros en prosa la condición esencialmente verbal de la literatura, frente a la cual cualquier recurso a la interioridad del escritor le parecía pura superstición. El mismo Proust, a pesar del carácter aparentemente psicológico de lo que se suele llamar su análisis, se impuso de modo claro como tarea el emborronar inexorablemente, gracias a una extremada sutilización, la relación entre el escritor y sus personales: al convertir al narrador no en el que ha visto y sentido, ni siquiera en el que está escribiendo, sino en el que va a escribir (el joven de la novela –pero, por cierto, ¿qué edad tiene y quién es ese joven?– quiere escribir, pero no puede, y la novela acaba cuando por fin se hace posible la escritura), Proust ha hecho entrega de su epopeya a la escritura moderna: realizando una inversión radical, en lugar de introducir su vida en su novela, como tan a menudo se ha dicho, hizo de su propia vida una obra cuyo modelo fue su propio libro, de tal modo que nos resultara evidente que no es Charlus el que imita a Montesquieu, sino que Montesquieu, en su realidad anecdótica, histórica, no es sino un fragmento secundario, derivado, de Charlus. Por último, el Surrealismo, ya que seguimos con la prehistoria de la modernidad, indudablemente, no podía atribuir al lenguaje una posición soberana, en la medida que el lenguaje es un sistema, y que lo que este movimiento postulaba, románticamente, era una subversión directa de los códigos –ilusoria, por otra parte, ya que un código no puede ser destruido, tan sólo es posible “burlarlo”–; pero al recomendar de modo incesante que se frustraran bruscamente lo sentidos esperados (el famoso “sobresalto” surrealista), al confiar a la mano la tarea de escribir lo más aprisa posible lo que la mente misma ignoraba (eso era la famosa escritura automática), al aceptar el principio y la experiencia de una escritura colectiva, el Surrealismo contribuyó a desacralizar la imagen del Autor. Por último fuera de la literatura en sí (a decir verdad, estas distinciones están quedándose caducas), la lingüística acaba de proporcionar a la destrucción del Autor un instrumento analítico precioso, al mostrar que la enunciación en su totalidad es un proceso vacío que funciona a la perfección sin que sea necesario rellenarlo con las personas de sus interlocutores: lingüísticamente, el autor nunca es nada más que el que escribe, del mismo modo que yo no es otra cosa sino el que dice yo: el lenguaje conoce un “sujeto”, no una “persona”, y ese sujeto, vacío excepto en la propia enunciación, que es la que lo define, es suficiente para conseguir que el lenguaje se “mantenga en pie”, o sea, para llegar a agotarlo por completo.

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El alejamiento del Autor (se podría hablar, siguiendo a Brecht, de un auténtico “distanciamiento”, en el que el Autor se empequeñece como una estatuilla al fondo de la escena literaria) no es tan sólo un hecho histórico o un acto de escritura: transforma de cabo a rabo el texto moderno (o –lo que viene a ser lo mismo– que el autor se ausenta de él a todos los niveles). Para empezar, el tiempo ya no es el mismo. Cuando se cree en el Autor, este se concibe siempre como el pasado de su propio libro: el libro y el autor se sitúan por sí solos en una misma línea, distribuida en un antes y un después: se supone que el Autor es el que nutre al libro, o sea, que existe antes que él, que piensa, sufre y vive para él; mantiene con su obra la misma relación de antecedente que un padre respecto a su hijo. Por el contrario, el escritor moderno nace a la vez que su texto; no está provisto en absoluto de un ser que preceda o exceda su escritura, no es en absoluto el sujeto cuyo predicado sería el libro; no existe otro tiempo que el de la enunciación, y todo texto está escrito eternamente aquí y ahora. Es que (o se sigue que) escribir ya no puede seguir designando una operación de registro, de constatación, de representación, de “pintura” (como decían los Clásicos), sino que más bien es lo que los lingüistas, siguiendo la filosofía oxfordiana, llaman un performativo, forma verbal extraña (que se da exclusivamente en primera persona y presente) en la que la enunciación no tiene más contenido (más enunciado) que el acto por el cual ella misma se profiere: algo así como el Yo declaro de los reyes o el Yo canto de los más antiguos poetas; el moderno, después de enterrar al Autor, no puede ya creer, según la patética visión de sus predecesores, que su mano es demasiado lenta para su pensamiento o su pasión, y que, en consecuencia, convirtiendo la necesidad en ley, debe acentuar ese retraso y “trabajar” indefinidamente la forma; para él, por el contrario, la mano, alejada de toda voz, arrastrada por un mero gesto de inscripción (y no de expresión), traza un campo de origen, o que, al menos, no tiene más origen que el mismo lenguaje, es decir, exactamente eso que no cesa de poner en duda todos los orígenes.

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Hoy en día sabemos que un texto no está constituido por una fila de palabras, de las que se desprende un único sentido, teológico, en cierto modo (pues sería el mensaje del Autor-Dios), sino por un espacio de múltiples dimensiones en el que se concuerdan y se contrastan diversas escrituras, ninguna de las cuales es la original: el texto es un tejido de citas provenientes de los mil focos de la cultura. Semejante a Bouvard y Pécuchet, eternos copistas, sublimes y cómicos a la vez, cuya profunda ridiculez designa precisamente la verdad de la escritura, el escritor se limita a imitar un gesto siempre anterior, nunca original; el único poder que tiene es el de mezclar las escrituras, llevar la contraria a unas con otras, de manera que nunca se pueda uno apoyar en una de ellas; aunque quiera expresarse, al menos debería saber que la “cosa” interior que tiene la intención de “traducir” no es en sí misma más que un diccionario ya compuesto, en el que las palabras no pueden explicarse sino a través de otras palabras, y así indefinidamente: aventura que le sucedió de manera ejemplar a Thomas de Quincey cuando joven, que iba tan bien en griego que para traducir a esa lengua ideas e imágenes absolutamente modernas, según nos cuenta Baudelaire, “había creado para sí mismo un diccionario siempre a punto y de muy distinta complejidad y extensión del que resulta de la vulgar paciencia de los temas puramente literarios” (Los paraísos artificiales); como sucesor del Autor, el escritor ya no tiene pasiones, humores, sentimientos, impresiones, sino ese inmenso diccionario del que extrae una escritura que no puede pararse jamás: la vida nunca hace otra cosa que imitar al libro, y ese libro mismo no es más que un tejido de signos, una imitación perdida, que retrocede infinitamente.

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Una vez alejado del Autor, se vuelve inútil la pretensión de “descifrar” un texto. Darle a un texto un Autor es imponerle un seguro, proveerlo de un significado último, cerrar la escritura. Esta concepción le viene muy bien a la crítica, que entonces pretende dedicarse a la importante tarea de descubrir al Autor (o a sus hipóstasis: la sociedad, la historia, la psique, la libertad) bajo la obra: una vez hallado el Autor, el texto se “explica”, el crítico ha alcanzado la victoria; así pues, no hay nada asombroso en el hecho de que, históricamente, el imperio del Autor haya sido también el del Crítico, ni tampoco el hecho de que la crítica (por nueva que sea) caiga desmantelada a la vez que el Autor. En la escritura múltiple, efectivamente, todo está por desenredar pero nada por descifrar; puede seguirse la estructura, se la puede reseguir (como un punto de media que se corre) en todos sus nudos y todos sus niveles, pero no hay un fondo; el espacio de la escritura ha de recorrerse, no puede atravesarse; la escritura instaura sentido sin cesar, pero siempre acaba por evaporarlo: precede a una exención sistemática del sentido. Por eso mismo, la literatura (sería mejor decir la escritura, de ahora en adelante), al rehusar la asignación al texto (y al mundo como texto) de un “secreto”, es decir, un sentido último, se entrega a una actividad que se podría llamar contrateología, revolucionaria en sentido propio, pues rehusar la detención del sentido, es, en definitiva, rechazar a Dios y a sus hipóstasis, la razón, la ciencia, la ley.

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Volvamos a la frase de Balzac. Nadie (es decir, ninguna “persona”) la está diciendo: su fuente, su voz, no es el auténtico lugar de la escritura, sino la lectura. Otro ejemplo, muy preciso, puede ayudar a comprenderlo: recientes investigaciones (J. P. Vernant) han sacado a la luz la naturaleza constitutivamente ambigua de la tragedia griega; en esta, el texto está tejido con palabras de doble sentido, que cada individuo comprende de manera unilateral (precisamente este perpetuo malentendido constituye lo “trágico”); no obstante, existe alguien que entiende cada una de las palabras por su duplicidad, y además entiende, por decirlo así, incluso la sordera de los personajes que están hablando ante él: ese alguien es, precisamente, el lector (en este caso el oyente). De esta manera se desvela el sentido total de la escritura: un texto está formado por escrituras múltiples, procedentes de varias culturas y que, unas con otras, establecen un diálogo, una parodia, un cuestionamiento; pero existe un lugar en el que se recoge toda esa multiplicidad, y ese lugar no es el autor, como hasta hoy se ha dicho, sino el lector: el lector es el espacio mismo en que se inscriben, sin que se pierda ni una, todas las citas que constituyen una escritura; la unidad del texto no está en su origen, sino en su destino, pero este destino ya no puede seguir siendo personal: el lector es un hombre sin historia, sin biografía, sin psicología; él es tan sólo ese alguien que mantiene reunidas en un mismo campo todas las huellas que constituyen el escrito. Y esta es la razón por la cual nos resulta risible oír cómo se condena la nueva escritura en nombre de un humanismo que se erige, hipócritamente, en campeón de los derechos del lector. La crítica clásica no se ha ocupado del lector; para ella no hay en la literatura otro hombre que el que la escribe. Hoy en día estamos empezando a no caer en la trampa de esa especie de antífrasis gracias a la que la buena sociedad recrimina soberbiamente a favor de lo que precisamente ella misma está apartando, ignorando, sofocando o destruyendo; sabemos que para devolverle su porvenir a la escritura hay que darle la vuelta al mito: el nacimiento del lector se paga con la muerte del Autor.

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Manteia, 1968

1_ Es un anglicismo. Lo conservo como tal, entrecomillado, ya que parece aludir a la “performance” de la gramática chomskyana, que suele traducirse por “actuación”. [N. del T.]


Traducción: C. Fernández Medrano

Ilustración : Elliott Banfield - http://www.elliottbanfield.com/index.html

Jorge BOUSOÑO GONZÁLEZ

Jorge BOUSOÑO GONZÁLEZ

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Jorge BOUSOÑO GONZÁLEZ nació en 1957 y reside en Guanabacoa, Ciudad de La Habana, Cuba. Graduado de Licenciatura en Cibernética Matemática en la Universidad de La Habana (1990). Sus textos poéticos aparecen en las antologías colectivas: “Letras Derramadas“, Bianchi Editores / Uruguay - Ediciones Pilar / Brasil bajo el sello aBrace (2001); “Maestros Desconocidos de la Poesía Contemporánea Hispanoamericana - volumen I“, The Refined Savage Editions / USA (2002); “Sensibilidades otoño-invierno“, Alternativa Editorial / España (2002); “Anaconda“, Editorial Poetas de América / Canadá (2003); “Como ángeles en llama“, Editorial Maribelina bajo el sello de la Casa del Poeta Peruano / Perú (2004); “La cósmica vereda de un poema“, Asociación Latinoamericana de Poetas - ASOLAPO / Ecuador (2004); “1ra antología histórica de poesía de la Academia Virtual Brasileira de las Letras“, AVBL / Brasil (2004); “Letras del Desamor“, Bianchi Editores / Uruguay - Ediciones Pilar / Brasil bajo el sello aBrace (2005); “Letras en Movimiento aBrace“, Bianchi Editores / Uruguay - Ediciones Pilar / Brasil bajo el sello aBrace (2005). Además, varias de sus obras han sido publicadas en diversas revistas y sitios web de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Cuba, Ecuador, El Salvador, España, Honduras, Italia, México, Puerto Rico, República Dominicana, Uruguay, USA y Venezuela.

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Correos electrónicos:

jorbocu@yahoo.com  O abrace@cmatriz.ausa.cu

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Paginas Web : 
http://poiesologia.com/poesia.php
http://www.artepoetica.net/jorge_b.htm
http://www.ecognosco.com/ArteyLit/literatura.htm

http://www.poetasdelmundo.com/verInfo.asp?ID=773
http://poetas.com/poetas/bousono.shtml?category=19

http://www.granma.cubaweb.cu/cartas/articulo451.html 
http://www.salvemosalateneo.com/web/artista2.php?ida=17
http://freeweb.supereva.com/archivocubano/bausono_01.html

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PALABRAS SUELTAS  

01 

entre la rutina y la inercia

cotidiano bojea el camino

tras idas y vueltas 

solo el amor pauta la diferencia 

abre el libro del tiempo en cada nuevo día

y nos dice que es una página por leer

ahora 

teje con aliento la continuidad

de estar vivo

   

02 

silencio 

refugio necesario y certero

cuando la avalancha nos retiene

irresistibles 

un halo de nombre tristeza

se nos viene encima 

no quedes ahí tendido

a más de reiteraciones 

amor

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 Ilustración : Bozorgmehr Hosseinpour

http://www.irancartoon.com/hosseinpour/index.htm

Jorge BOUSOÑO GONZÁLEZ

Jorge BOUSOÑO GONZÁLEZ

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Jorge Bousoño González jorbocu@yahoo.com

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Fuente: REBELLION

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=34082 

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Trafico de la Cultura

Cultura del Tráfico

 

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Fernando Buen Abad Domínguez

Rebelión/ Fundación Federico Engels  

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Claro que hay más de una manera de traficar con la Cultura, por ejemplo, el “sistema” de prestamos, responsivas, comodatossustituciones de obra patrimonial que termina (o comienza) sus tránsitos (acas sin retorno) como pieza decorativa en las casas (algunas mansiones) de políticos con “buen gusto” y amigos por todas partes1.

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Sería un placer abrir los inventarios, por ejemplo, del Museo Nacional de Antropología e Historia de México2. Claro que hay más de una manera de traficar con la Cultura, por ejemplo, el tráfico de influencias entre señores, señoras, señoritas y señorones, dedicados a posar sus inteligencias ante las cámaras del snobismo burocrático mientras levantan sus copas de vinos importados entre colecciones prestadas por museos de todo tipo. Gente “culta”, pues, “gente bien”, gente “bonita”. A pesar de las leyes, los reglamentos, las policías y las vigilancias uno puede encontrar, no pocas, colecciones privadas con alfarería, cerámica, escultura, estatuaria, pintura… provenientes de las civilizaciones Olmeca, Maya, Azteca, Tarasca… Purepecha… piezas acomodadas en casas de familias acomodadas y acomodaticias que saben encontrarle el modo a ese estilo decorativo tan nice propio del detalle étnico, de la curiosidad indigenista, de la delicadeza de los primitivos que tan bien se lleva con el mobiliario Chippendale, barroco, y por qué no, el austero posmoderno minimalista Clean & Light View tan neoyorquino como limeño… tan cosmopolita como el que más3.

Claro que el “buen gusto” alcanza para la obra pictórica virreinal, las tallas en maderas de Italia, los detalles en mármoles importados que “quedan tan lindos” en las mesitas de noche… hay un mundo de artículos para escoger, todo es cosa de que el marido y su señora necesiten decorar su “nido de amor” y tengan, desde luego, un amigo que les firme el traslado4. No muy caro.

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En el tercer día de actividades del Encuentro Internacional para el Combate al Tráfico Ilícito de Bienes Culturales, se hizo patente la falta de especialización y la carencia de una estructura adecuada en las instituciones mexicanas responsables de detectar y sancionar los delitos contra el patrimonio cultural.5

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Uno para ti, dos para mi… frase celebre de algunos investigadores arqueológicos en zonas tan desprotegidas como la región Huasteca en México. Una pieza para el gobierno, dos para mi colección o mi negocio. ¿Cuántas redes de compradores de piezas arqueológicas existirán? ¿Desde cuándo? ¿Cuándo se enteraron los Jefes de las oficinas Culturales?... ¿Qué se hace?. Un nombramiento para ti, dos para mi pandilla. Yo jefe, tu jefe, ellos jefes. A cobrar de lo lindo.

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“…los destinatarios finales de las obras de arte y objetos arqueológicos robados suelen ser los coleccionistas y algunas instituciones, pero aclaró que no en todos los casos éstos saben de la procedencia ilegal de sus adquisiciones. La funcionaria de la FBI relató el caso de una falda de oro perteneciente a la cultura moche y sustraída ilegalmente de Sipam (Perú). Primero fue llevada a Panamá y de ahí fue trasladada a Estados Unidos en valija diplomática por el cónsul general panameño Francisco Humberto Iglesias, quien en su momento contaba con inmunidad diplomática y actualmente se encuentra prófugo6.

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No se investiga porque falten razones ni por que falten pocas piezas… lo que frena, con más fuerza, las investigaciones son los nombres de los implicados. Su poder y sus influencias, su capacidad para mover relaciones publicas y para movilizar represiones privadas. El saqueo tiene proporciones incalculables, desde Irak hasta Perú, desde México hasta Japón… ¿quién compra? ¿Quién vende? ¿Quién tiene dinero suficiente en este planeta para adquirir piezas valuadas en millones de dólares o euros? ¿Quién tiene el control de las redes de tránsito, los circuitos de exhibición, los aviones, los empaques, los seguros, los valuadores especializados7? Quien pueda, sólo puede moverse entre el 20 % de la población. No hace falta Sherlock Holmes. Ver: “ La lista de “Forbes” de los 12 robos de arte mas importantes … interesantísima recopilación de hurtos de arte…8

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Ningún saqueo termina (o comienza) con la sustracción de piezas. Hay mucho más en la feria de las desapariciones. Por ejemplo: funcionarios cómodos, instalaciones accesibles, mercados propicios, mercaderes confiables… no importa el costo si se puede pagar con el dinero del pueblo, versión fiscal o versión plusvalía… no importa el costo si al final se acumula la ganancia, se incrementa el precio, se cotiza por las nubes. Negocio redondo. Hay especialistas9.

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Basta decir que, durante el saqueo del Museo Arqueológico de Bagdad, en 2003, se perdieron 15 000 objetos que siguen desaparecidos…Como si fuera poco, sobrevino el pillaje de los asentamientos arqueológicos, lo que se mantiene todavía. Más de 150.000 objetos se sustrajeron de los asentamientos sólo en 2004. Lo peor es que en este robo participan soldados norteamericanos, británicos e italianos. Y los polacos acaban de devastar las ruinas de Babilonia. Ha sido una catástrofe terrible10.

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El saqueo es un crimen no pocas veces consecuentado por las burocracias, contra el patrimonio histórico y cultural de los pueblos. Suele ser consecuencia de las invasiones la ocupación para saquear las materias primas y la mano de obra con fuerzas armadas de índole diversa. Tiene el fin de comerciar con la historia y la identidad para lograr una fragmentación rentable que incluso sirve para someter a toda cultura al dominio imperial. El saqueo del patrimonio cultural no es un asunto aislado, no es una fatalidad de época, no es un designio de maldades ultratumba… es un negocio de ricos que sólo pueden mantener los millonarios. El producto del hurto, la compraventa de piezas costosas no está al alcance del salario común de las personas comunes…

El saqueo de los patrimonios culturales no responde a episodios fortuitos, es también prueba de la expansión imperialista del capitalismo.Los bienes culturales son, por ejemplo, los museos y su contenido, las bibliotecas, los archivos, los sitios arqueológicos y los monumentos, el arte y la historia, o lo que es lo mismo todo aquello que da testimonio del desarrollo, desigual y combinado, científico, filosófico, artístico, tecnológico de un pueblo. Esos bienes convertidos en fetiches mercancía adquieren valores extraordinarios y precios extraterrestres, su destino no es el mercado mundano ni la casa de los obreros… no es tan difícil imaginar quién compra.

Lo difícil es decirlo porque puede ser peligroso. En más de un sentido. Algunos sueñan con privatizar los patrimonios culturales11. En guardia todos.   

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1En 1970, la "Convención sobre las medidas que deben adoptarse para prohibir e impedir la importación, la exportación y la transferencia de propiedad ilícitas de bienes culturales" respondía a la necesidad urgente de frenar los robos en museos y sitios que son patrimonios culturales. Los robos generalmente eran en los países del sur, mientras que quienes compraban de forma ilegal estos bienes culturales eran coleccionistas privados e, incluso, instituciones oficiales.”http://www.cinu.org.mx/eventos/cultura2002/unesco.htm

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2Por su parte, el procurador Daniel Francisco Cabeza de Vaca dijo que la reunión bajo un mismo marco de expertos en este problema internacional, permitirá conocer las acciones que actualmente se desarrollan en Chile, Colombia, Ecuador, Venezuela y Estados Unidos. Expresó que en los años recientes se efectuaron 88 averiguaciones previas sobre el robo de bienes culturales, además de coordinarse con aduanas y establecer lazos jurídicos con gobiernos extranjeros. “Estas acciones han arrojado, entre otros resultados, la recuperación de obras de arte como el retablo San Francisco recibiendo los estigmas, robado hace cinco y trasladado a los Estados Unidos”. http://www.conaculta.gob.mx/saladeprensa/index.php?indice=1&fecha=2006-06-28

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3 En lo que va del año, la Interpol ha localizado alrededor de 20 piezas de arte sacro y prehispánico mexicano que se encontraban principalmente en países como Estados Unidos, España y Francia, informó aquí Ricardo Gutiérrez Vargas, director de esa organización internacional en este país. Por: Notimex, Miércoles 28 de Junio de 2006 http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=248513

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4 "Falta relacionar delitos de un estado con las ventas en otros y falta un flujo de investigación a través de redes internacionales, de ahí la necesidad de contar con una policía especializada que pueda concentrar los datos", aseguró Cedillo. En el caso de México, señaló, desde junio de 1999 hasta hoy se perpetraron 305 robos en los que se sustrajeron 964 piezas, de las cuales han sido recuperadas hasta el momento sólo 190. Recordó que en la última década se ha visto un incremento del robo de arte en museos, galerías y colecciones, de lo que se recupera menos del 10 por ciento. El Financiero en línea. México, 27 de junio. http://www.elfinanciero.com.mx/ElFinanciero/Portal/

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5Tercera jornada del encuentro internacional en defensa de ese patrimonio México, sin especialización ni infraestructura para sancionar delitos contra la riqueza artística Viernes 30 de junio de 2006(http://www.jornada.unam.mx/2006/06/30/a13n2cul.php) información de Arturo García Hernández  

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6 http://www.jornada.unam.mx/2006/06/30/a13n2cul.php

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7 “De una casa particular Roban piezas arqueológicas Dos desconocidos, tras amagar a punta de pistola a una mujer, se robaron la mañana de ayer martes dos piezas arqueológicas, al parecer de jade, que se encontraban en custodia en una casa particular, propiedad del señor Aquilino Sánchez Prieto, en la comunidad de La Gloria, municipio de Hueyapan de Ocampo. Acayucan, Ver. Carlos Delgado 23 de Mayo del 2006” http://msn-list.te.verweg.com/2006-May/005258.html

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8 http://www.restaura.net/?p=229

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9 http://www.terra.com.mx/ArteyCultura/formato.asp?articuloid=179160&paginaid=1&formatoId=1

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10 Romper el silencio sobre genocidio cultural, 25-06-2006 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=33569

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11 http://www.toltecayotl.org/articulos/rentable.html