Lucía CÁNOBRA POMPEI
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Lucía Cánobra Pompei nació hace veintisiete años en Algeciras, España. Tras un breve paso por Argentina y Uruguay, actualmente vive en La Serena, Chile. Es Intérprete superior en Piano, y en sus clases, de universidad y privadas, mezcla su afición a Brahms y Schubert, con porciones delicadas de música concreta y electrónica académica. Es participante activa de la comunidad católica serenense, y, como tal, lee con devoción las Sagradas Escrituras (incluidos los Evangelios apócrifos), así como también a Artaud, a Bataille, a John Cage (al que también disfruta en sus silencios), a Alejandra Pizarnik y a Gabriela Mistral. Su primer texto: “Desembarcos”, será editado próximamente por el sello Prometeo.
E-mail : lucia.canobra@gmail.com
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Desembarcos
(Tres poemas inéditos)
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Ahogo
Al filo de una sombra, rezo;
en pos,
desnuda y maldiciente,
tal como esa noche en que dormimos sobre piedras.
Era otra vez la misma,
que volvía al cruel confesionario,
que enrabiada perseguía al aire,
como un lobo a una rata enferma.
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Piedad
A lo lejos creo oír canciones, sacras melodías,
brillos de madera negra
y la mirada en muslo y ademán.
Ordeno en rito mi púbico vello,
aliciente, lacerado.
No sonrío.
Mi ebriedad, apenas,
se esconde tras la borra del café,
y mis piernas leves, separadas,
dejan ver la oscura brecha,
renovada tras el sexo de mañana.
Busco entre mis nalgas la señal,
el exacto fin de nuestras llagas.
Sin embargo viene y va,
la fiel cadencia que emociona,
mi lamento,
mi final,
mi estigma único.
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Asfixia
Flotó mi cuerpo entre la espuma;
me cubrió mi propio llanto
sin poder siquiera entregarme en la plegaria.
Mis brazos se movieron sin asirse de los hombros;
mis piernas restringieron el saludo
y una tibia despedida.
Fabriqué lazos, cintas, cuerdas,
y otros tres demonios
a los que exalté en un rezó
que inventé en aquel instante:
Donde quiera que haya ido,
el perverso hielo me seduce todavía.
Donde quiera que me encuentre,
no deseo regresar.
Ya la nieve he derretido,
o el espanto de la arena incoherente.
Me veo envuelta en llamas,
en fuego, en saliva.
Me revuelco sobre mí,
provocándome un pálido estertor,
y me entrego al sueño,
a vuestro espíritu;
me entrego al aire,
que otra vez me desertó.
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